Indicadores básicos para una evaluación razonablemente objetiva:
Aprobación presidencial.
Lo bueno: en las mediciones de redes sociales, telefónicas y en vivienda, el presidente mantiene porcentajes altos de aprobación (57-72 %). Lo malo: ha ido descendiendo en un año 8 puntos en promedio, según el instrumento de medición, desgaste normal para un gobierno “todo terreno”, que se mueve en terracería, pantano y autopista, montado en un elefante “reumático y mañoso”. La esperanza: que los dos pilares que sostienen la aprobación presidencial (atributos personales: honestidad, ser trabajador incansable y cercano a la gente, que a diario refuerzan las conferencias “mañaneras” y las giras semanales, por un lado, así como los anclajes en la base poblacional, que son los programas de bienestar social, por el otro) enriquezcan la vida democrática de México.
Seguridad.
Lo bueno: hay un nuevo marco legal y un nuevo cuerpo de seguridad (la Guardia Nacional) para enfrentar la violencia y la inseguridad en el país. Los homicidios llevan tres meses contenidos; esto es “un pequeño punto de inflexión”, señaló el secretario Alfonso Durazo. Lo malo: en la percepción ciudadana sigue creciendo la inseguridad como el principal problema del país. 28 homicidios por cada 100 mil habitantes sigue siendo alto para los promedios latinoamericano y mundial, donde jóvenes y mujeres son las principales víctimas. La esperanza: que los programas sociales, especialmente “Jóvenes Construyendo el Futuro”, neutralicen y reduzcan la base social de la delincuencia en el país. Que la violencia de género se tope con políticas públicas más asertivas y eficaces.
Economía.
Lo bueno: los fundamentos de una economía sana de mercado se han mantenido bajo control (inflación, déficit, tipo de cambio, superávit fiscal, gasto público austero, sin nuevos impuestos o deuda); y el consumo en el mercado interno se activó gracias a las remesas, al gasto social y al incremento al doble en el salario mínimo. Lo malo: la desaceleración mundial, la incertidumbre inicial de inversionistas y la contención del gasto público durante el cambio de gobierno redujeron el crecimiento económico casi a cero, con la consiguiente pérdida de empleos. La esperanza: que el T-MEC, el incremento de la inversión extranjera directa, los proyectos de inversión pública y privada en infraestructura en los próximos cinco años y las inversiones insignia de la actual administración (Aeropuerto Santa Lucía, Tren Maya, refinería en Dos Bocas y el Corredor Transístmico) finalmente hagan crecer la economía a un 4 % anual al término del sexenio.
Estados Unidos de América.
Lo bueno: comunicación, entendimiento directo y respeto entre los presidentes AMLO y Donald Trump, y la pericia del canciller Marcelo Ebrard para ensanchar esta ventana de oportunidad. Lo malo: la injerencia del Establishment de Washington en los asuntos bilaterales, en un año de tensiones electorales en EUA, con amagos constantes como el incremento de aranceles por la migración centroamericana o la clasificación del país como “narcoterrorista” por los cárteles criminales o barreras no arancelarias a los productos mexicanos. La esperanza: que se apruebe el T-MEC en tiempo y forma, y que el desenlace de la elección presidencial estadounidense traiga cooperación, colaboración y coordinación entre los gobiernos de ambos países, para hacer de la vecindad geográfica una oportunidad de progreso bilateral y no una amenaza histórica unilateral.
Corrupción.
Lo bueno: la bandera central del movimiento social y ciudadano que llevó a AMLO al poder —la lucha contra la corrupción— registra avances y conserva su legitimidad plena. La gente percibe resultados y se los acredita al presidente. Aunque no está erradicada del todo, “la corrupción ya no es política de Estado ni mancha al presidente de la República”. Además, hay nuevos instrumentos legales para perseguirla y castigarla. Lo malo: aún no madura el andamiaje legal ni institucional para prevenir la corrupción como el principal cáncer público del país. La esperanza: una ciudadanía más exigente, vigilante y actuante en contra de la corrupción y a favor de una nueva moral pública, cuyos ejes principales son austeridad, separación entre poder político y poder económico, y uso socialmente prioritario del presupuesto público.
Gabinete y gobiernos locales.
Lo bueno: las dependencias estratégicas para el avance de la 4T están alineadas y al ritmo del presidente (Defensa, Marina, SSPC, Hacienda, Cancillería, Oficina de la Presidencia, Bienestar Social). Lo malo: la llamada “curva de aprendizaje” ha sido larga y desigual en otras áreas de gobierno, pero la más complicada ha sido la “curva de adaptación al cambio” de gobiernos estatales y municipales, en los que se registran resistencias y reticencias presupuestales. La esperanza: que ambas curvas converjan en 2020 con las prioridades de la 4T.
Morena.
Lo bueno: es el instituto político que sigue concitando el mayor número de simpatías y preferencias ciudadanas, en medio de una crisis de representatividad del sistema de partidos en general. Lo malo: sus pugnas, divisiones y confrontaciones internas pondrían en riesgo la continuidad y consolidación de la 4T en las subsiguientes elecciones federales. La esperanza: que consolide su vida orgánica interna y no caiga en los “ismos” que han acabado con los partidos de izquierda: dogmatismo, corporativismo, clientelismo y tribalismo.
Democracia directa y revocación de mandato.
Lo bueno: quienes no estén de acuerdo con el gobierno del presidente AMLO tendrán la posibilidad de retirarle el mandato presidencial en marzo de 2022, en lugar de cabildear injerencias del extranjero o promover complots golpistas. Lo malo: algunos sectores han demeritado este nuevo instrumento de la democracia participativa directa. La esperanza: que la ciudadanía estrene masivamente este nuevo instrumento de la democracia directa y refrende su confianza al presidente y a la 4T dentro de tres años.
Coordinador de la fracción de Morena en el Senado.
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