Me atrevo a decir que la primavera es la estación más popular en el mundo. Es la época en que los árboles florecen, la que deja atrás el invierno y preludia el ansiado verano. Por eso ha sido utilizada para bautizar a diversos movimientos revolucionarios, como sinónimo del resurgimiento y despertar de los pueblos, independientemente del momento en que se gesten.
En México, esta temporada tiene una carga política importante. Su inicio coincide con el natalicio de Benito Juárez, y será también aquella en que la democracia mexicana empiece a florecer en un terreno particularmente infértil para la participación ciudadana, al haber sido altamente maltratada por quienes se supone que deberían actuar como sus mayores cuidadores y promotores.
Esta dicotomía entre maduración democrática y resistencias a su florecimiento me hace recordar el famoso pasaje acuñado por Charles Dickens: “era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación”.
El proceso de revocación de mandato que se llevará a cabo el próximo domingo en México ejemplifica con claridad esa lucha entre quienes buscamos que la democracia prevalezca en el país y quienes obstinadamente pretenden continuar en un esquema de democracia a modo, útil solamente para el mantenimiento de lo que durante décadas se llegó a conocer como la dictadura perfecta.
La revocación de mandato se ha utilizado en otros países desde hace más de un siglo —Francia, Chile, Bolivia, Suiza y Estados Unidos son algunos ejemplos—, pero para el caso mexicano se trata de algo novedoso, no solamente porque se realizará por primera vez, sino porque el comportamiento y la voluntad del titular del Ejecutivo federal para llevarla a cabo, para dejarse evaluar por el pueblo, rompe con un paradigma en el cual la figura del presidente era todopoderosa, intocable e inamovible.
Esta convicción para que la democracia se siga fortaleciendo resulta también audaz y atrevida en un contexto internacional en el que mandatarias y mandatarios de todo el mundo difícilmente buscan ser evaluados por sus sociedades, al estar atravesando las crisis generadas por la pandemia, las peores en los últimos cien años. Por ello, la revocación de mandato en México se coloca a nivel mundial como un mecanismo disruptivo, tanto por la magnitud del ejercicio como por su significado internacional.
Pero frente a esta hazaña, se encuentra la resistencia natural de los grupos de oposición, así como la actitud incongruente de la autoridad electoral, cuyos representantes se han convertido en los principales adversarios de lo que será un ejercicio democrático de clase mundial.
El Instituto Nacional Electoral ha hecho casi imposible que cualquier persona pueda promocionar la revocación de mandato. Su actuación ha censurado cualquier tipo de expresión a favor del ejercicio, satanizando y sancionando a quienes en redes sociales buscan expresarse respecto al tema, y coartando la libertad de expresión de miles de habitantes.
Está cerca de llevar a la realidad la ficticia Policía del Pensamiento descrita por Orwell, pues sólo le falta querer controlar las conciencias de las y los mexicanos para evitar cualquier idea que los impulse a participar en la revocación de mandato.
Esta censura, traducida también en falta de difusión, se refuerza con las medidas restrictivas que el mismo INE llevará a cabo y que limitarán la participación ciudadana el próximo domingo. Se alega una inexistente falta de recursos económicos, aunque lo más grave es la instalación de un muy limitado número de casillas y la falta de información sobre su ubicación, lo que puede generar retrasos y obstáculos para el ejercicio de este derecho ciudadano.
Esta rigurosidad es contrastante e incongruente cuando se trata de sancionar o vigilar el comportamiento de fuerzas políticas de oposición. Quienes forman parte de partidos distintos de Morena sí pueden criticar la revocación; publicar en sus redes sociales lo que deseen, arremetiendo en contra del presidente y de su gobierno; expresarse sin restricción sobre el ejercicio democrático del próximo domingo y, en general, son libres de hacer y decir todo, sin ningún tipo de sanciones o supervisiones por parte de la autoridad electoral.
Muchas son las personas que desean que este ejercicio no se hubiera llevado a cabo o que fracase una vez que se realice. Pero frente a estas resistencias se tiene la voluntad política de un presidente demócrata, quien ha dicho que se someterá a la decisión del pueblo, incluso si no se alcanza el porcentaje necesario del 40 por ciento de la Lista Nominal de electores que la Constitución y la ley obligan para hacerlo vinculante. Éste es el mejor de los tiempos para la democracia en México, aunque muchos quieren hacer creer lo contrario.
Y hablando de primaveras, vale la pena citar a Khalil Gibrán: “En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche viene una aurora sonriente”. En México habrá quienes se opongan la democracia, pero ésta, tarde o temprano, se consolidará.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA