La referencia en estos días a un -tan hipotético como improbable- “golpe de Estado” es en realidad una serie de golpes políticos, jurídicos y mediáticos de parte de quienes han visto perder privilegios, canonjías y negocios de todo tipo con la llegada a la presidencia de la república de Andrés Manuel López Obrador.
Así que, antes de hablar de un “golpe de Estado”, lo sensato es referirse al estado del golpe que un grupo de políticos conservadores están intentando promover en México. Es el grupo de “los golpistas” que, casi como una ley de hierro, han aparecido en todos los procesos de transición democrática en donde la izquierda latinoamericana ascendió al poder.
Hasta hace muy poco, con contadas excepciones, la institución presidencial mexicana había carecido de legitimidad democrática. Como consecuencia, históricamente, los mandatarios en México no gozaban del afecto y el apoyo verdadero de la sociedad. Por ello, las elecciones del año pasado, donde más de 30 millones de personas se volcaron a apoyar a Andrés Manuel López Obrador marcaron una ruptura entre la época en que el presidente era impuesto,y una nueva etapa en la cual la gente pone al presidente, y ahora también podrá retirarlo antes de tiempo, en cuanto se apruebe la revocación de mandato.
El presidente AMLO está rediseñando la imagen que la sociedad mexicana tiene de la institución presidencial, y esto aturde a los “golpistas”. Prueba de ello son los estudios recientes que indican que la presidencia es la tercera institución en la que las y los mexicanos tienen mayor confianza actualmente, encontrándose así en su máximo histórico desde que estas mediciones se realizan y siendo una de las primeras veces en que esta instancia no se encuentra en déficit de confianza. Esto quiere decir que la presente administración cuenta con un nivel histórico de legitimidad, lo cual es el principal motor y apoyo para llevar a cabo la necesaria transformación del país.
Hay quienes afirman, sin ningún tipo de sustento, que el apoyo al presidente proviene solamente de un sector de la sociedad, el más desprotegido. Es cierto, por años, millones de personas que no habían sido consideradas en los programas institucionales encontraron en la propuesta actual la esperanza que habían perdido y decidieron apoyarla. Sin embargo, la legitimidad del presidente es transversal a grupos y sectores: universitarios, empresariales, académicos;gente rica y pobre; de derecha y de izquierda apoyan el proyecto transformador que inició hace un año. Tenemos, por primera vez en muchos años, una presidencia legítima y querida.
Otra de las instituciones que en México goza de mayor confianza y, por ende, de legitimidad, es el Ejército, leal desde sus orígenes y con un fuerte arraigo tradicional. Se trata también de una instancia central para llevar a cabo la transformación de la vida pública de nuestro país, pues su apoyo es indispensable para ejecutar proyectos fundamentales y para lograr la pacificación nacional. Como ha expresado el presidente: el Ejército es pueblo uniformado.
A diferencia de otros países en donde las dictaduras se impusieron a la democracia, en México la legitimidad actual es el mejor antídoto contra cualquier resistencia e instinto destructivo. Éste es un patrón que recurrentemente se está viviendo y experimentado alrededor del mundo. Atravesamos tiempos convulsos, políticamente hablando, pero al contrario de otras naciones donde los enfrentamientos generados por las tensiones entre ideologías no han encontrado un cauce institucional, aquí contamos hoy en día con instituciones confiables, capaces de solucionar conflictos por la vía democrática y alejarnos de situaciones perjudiciales.
La confianza y la legitimidad que el pueblo otorga a las instituciones, al presidente y a su equipo de trabajo evitarán cualquier disrupción antidemocrática que atente contra el proyecto transformador. Esta base social que acompaña y protege al jefe del Estado impedirá que en México los intereses ocultos y particulares de ciertos grupos orillen a que sucedan las atrocidades acontecidas en otros países. Este escudo de legitimidad popular nos aleja, hoy más que nunca, de regresiones antidemocráticas y violentas que otras naciones han experimentado.
Pese a ello, las voces irresponsables de los “golpistas” propalan un posible golpe de Estado. Sería prudente, por el bien del país, que quienes pronuncian estos discursos reconozcan que el simple hecho de verbalizarlos puede tener repercusiones significativas, y que sus declaraciones no coadyuvan a la construcción democrática de México. Es necesario recordar que ya han existido casos de otros líderes apoyados por millones de personas que fueron víctimas de ataques orquestados por opositores golpistas, para defender intereses particulares.
No olvidemos lo que pasó en Chile en 1973, cuando Salvador Allende, quien llegó a la presidencia por la vía democrática, fue asesinado, dando paso a la dictadura pinochetista. Traigamos a la memoria la revuelta que en Bogotá dejó más de 300 muertos tras el asesinato del líder de izquierda Jorge Eliécer Gaitán. Afortunadamente, hoy en México la dicha de la legitimidad social, la legalidad democrática y la confianza ciudadana fortalecen nuestras instituciones, haciendo que lo acontecido en otros países sea solamente una ilusión que algunos conservadores quieren utilizar de manera discursiva, con fines aviesos. Sin embargo, gracias al amplio apoyo ciudadano y popular que mantiene el presidente AMLO, estos golpistas no pasarán.
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