Confucio enfatizaba la importancia de la preparación como uno de los pilares fundamentales para el éxito. En su visión, el aprendizaje continuo y la autoperfección eran esenciales para alcanzar cualquier meta. A él se debe la frase: “El triunfo depende de la preparación previa, y si no te preparas lo suficiente, no te sorprendas por el fracaso.”
La filosofía de Confucio, con su énfasis en la preparación y la autoconciencia, nos recuerda que el éxito en cualquier ámbito no es fruto del azar, sino del esfuerzo continuo y bien dirigido.
Este pensamiento, centrado en la ética, la disciplina y la preparación constante, nos proporciona una base sólida para analizar los resultados de la jornada electoral del pasado 2 de junio, la cual se tradujo en una victoria contundente e inobjetable para Morena y los partidos que integraron la coalición Sigamos Haciendo Historia.
Ante todo, debemos felicitar al pueblo de México, que acudió libremente a las urnas y demostró que este proceso, similar a un referéndum plebiscitario, fue exitoso para la Cuarta Transformación y para la doctora Claudia Sheinbaum.
Ahora bien, en los discursos y participaciones que al respecto he venido escuchando hay desde posturas sensatas hasta reacciones vehementes y otras muy alejadas de la realidad.
Es cierto que los resultados fueron contundentes y que tuvieron efectos políticos devastadores para algunos, pero esto no debería sorprender a nadie, incluyendo al bloque opositor, porque nosotros trabajamos precisamente para ganar. En tal sentido, vale la pena analizar las razones de nuestro triunfo.
En primer lugar, se mantuvo la unidad. Se evitó cualquier fisura, no hubo división, y prevaleció la generosidad al incluir perfiles y personalidades políticas de la sociedad. La cohesión fue un factor decisivo.
En segundo lugar, nuestra candidata fue capaz de generar un movimiento social propio sin alejarse de los ideales y principios fundacionales, reconociendo, en todo momento, el trabajo del presidente López Obrador. Claudia Sheinbaum se mostró lúcida, inteligente, estructurada, sensible y humanista, lo que generó confianza en cerca de 36 millones de personas que votaron por ella.
En tercer lugar, supimos aprovechar los errores cometidos por la oposición. Frente a la denostación, el insulto, la guerra sucia y la descalificación, especialmente en redes sociales, nos unimos en una causa común. De manera natural, arropamos a nuestro mandatario y a nuestra candidata presidencial ante las campañas de infamia y odio, resistiendo estoicamente y sin responder con provocaciones.
Cuarto: a pesar de existir medios de comunicación y comunicadores que no son afines a nuestro movimiento, pero que tienen gran influencia en la opinión pública, la ciudadanía se mostró consciente y firme respecto al proceso de transformación de la vida pública del país. Además, la oposición no supo leer los sentimientos del pueblo; al contrario, se alejó cada vez más de él, creando espejismos y escenarios ficticios.
En quinto lugar, fue un gran desacierto que los opositores descalificaran la política social y los programas de gobierno. Recordemos que en las urnas se califican las políticas públicas y que, si el presidente tiene una alta aceptación popular, atacarlo e insultarlo injustificadamente es, prácticamente, un suicidio político.
No obstante, y al margen de los aciertos y errores en la contienda, veo momentos de lucidez por parte de los adversarios: aceptar que no hubo fraude es un avance; confiar en que las instancias jurídicas resuelvan también lo es, y respetar la voluntad popular es una coincidencia.
El resultado inobjetable que nos da la victoria no nos aleja del fin democrático. La ofensa no es la solución. Tenemos un compromiso con el país y vamos a actuar de manera coordinada en favor de la nación y en estrecha colaboración con quien escribirá un importante capítulo en la historia nacional: la titular del Poder Ejecutivo federal, la primera presidenta en 200 años del México independiente.
Estoy seguro de que Claudia Sheinbaum dará grandes sorpresas al pueblo de México y conservará y consolidará el legado del presidente López Obrador, avanzando en políticas progresistas, actuando con prudencia y autoridad, con sencillez, sensibilidad y amor a la patria.
Es preciso pedirles a las y los mexicanos que tengan confianza en que, como mayoría calificada en el Congreso de la Unión, actuaremos con sensatez. Vamos a privilegiar el diálogo y el acuerdo, de tal manera que el Poder Legislativo no se separará de los objetivos principales del movimiento ni de la agenda legislativa que nos trazamos con la doctora Claudia Sheinbaum y que la llevó a ganar en las urnas.
Nos pondremos de acuerdo y acataremos el mandato popular. No nos precipitemos. Una vez que se califiquen las elecciones, nos habremos de reunir con la virtual presidenta electa y definiremos la agenda legislativa que beneficie a la población. No minimizamos al federalismo; a este nos debemos, y no hay ni habrá regresión autoritaria, sino un Poder Legislativo digno, con vocación de justicia social.
Creemos en el equilibrio entre poderes y en la pluralidad. Venimos de luchar y vencer al autoritarismo. Por ello, sabremos actuar con prudencia y serenidad, para continuar con la transformación de México, consolidando con ello el cambio de régimen que nos propusimos y que inició en 2018, con la llegada a la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador.
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