La búsqueda de la felicidad ha sido, desde tiempos inmemoriales, un anhelo común entre los seres humanos; sin embargo, hoy pareciera esfumarse entre los remolinos de un mundo convulso, ya que el año 2023 nos llevó por un viaje tumultuoso, en el que atestiguamos el recrudecimiento de conflictos en Oriente Medio, con la guerra entre Israel y Hamás, así como el que persiste en Ucrania, arrebatando con ello la paz a regiones enteras y dejando cicatrices profundas en pueblos que ansían la tranquilidad.
Las tensiones geopolíticas y el desplazamiento del péndulo político hacia la extrema derecha en naciones como Argentina y los Países Bajos cimbraron la estabilidad emocional global. Aunado a lo anterior, vivimos una crisis migratoria nunca antes vista en la frontera entre México y Estados Unidos, que ha puesto sobre la mesa la urgente necesidad de trabajar para enfrentar este desafío con una visión conjunta y de absoluto respeto a los derechos humanos de las personas migrantes.
En lo que respecta a nuestro país, los estragos ocasionados por el huracán Otis en el estado de Guerrero sirvieron para recordarnos la cruda realidad del cambio climático, pero también para demostrar que somos un pueblo solidario, que siempre está dispuesto a apoyar a sus hermanas y hermanos en desgracia.
Por otra parte, si bien avances tecnológicos como la inteligencia artificial prometen facilitar nuestras vidas, lo cierto es que también contribuyen a exacerbar una cultura de inmediatez y virtualidad que, paradójicamente, nos aleja cada vez más de la autenticidad y la conexión humana.
Es en momentos como estos, precisamente, cuando las enseñanzas de Séneca cobran una relevancia innegable. El filósofo romano sostenía que la verdadera felicidad reside en nuestro interior. Abogaba por cultivar la virtud, la gratitud y la serenidad frente a las adversidades, proponiendo una reflexión profunda sobre la actitud y sabiduría interna como fuente de dicha. Pareciera, pues, que su llamado a buscar y encontrar la felicidad resuena con bastante brío en estos tiempos turbulentos.
A pesar de los tragos amargos y los desafíos que enfrentamos durante el año que concluyó, el horizonte de este 2024 nos brinda la oportunidad de reenfocar nuestro esfuerzo hacia el impulso de valores como la empatía y la solidaridad, que son la brújula capaz de guiarnos hacia la reconstrucción del tejido social, y de acercarnos a la felicidad colectiva.
El 2024 se revela como una página en blanco, una oportunidad para escribir y reescribir, para fortalecer los valores que nos hacen fuertes como sociedad. Este debe ser el año en que dejemos de ver el cambio climático como una amenaza lejana y reforcemos acciones inmediatas y coordinadas para revertir sus efectos, a fin de preservar la casa de todas y todos, que es nuestro planeta.
Asimismo, el diálogo y la búsqueda de soluciones humanitarias y conjuntas deben ser la prioridad en la agenda internacional. El 2024 puede ser el punto de inflexión para encaminarnos hacia un mundo más pacífico y solidario, donde la paz no sea un sueño inalcanzable, sino una realidad palpable para quienes hoy, lamentablemente, padecen las consecuencias de los conflictos bélicos.
En lo que se refiere a México, todas y todos seremos testigos de un momento crucial: la elección más grande de la historia, con la renovación de más de 20 mil cargos de elección popular, incluyendo la Presidencia de la República.
Este proceso no solo será un ejercicio democrático de votación, sino también la oportunidad de elegir liderazgos comprometidos con la construcción de un país más justo y sostenible. Igualmente, será propicio para que la agenda política priorice el cuidado del medio ambiente, la resolución pacífica de conflictos y el bienestar de toda la población, pensando tanto en el presente como en el legado que dejaremos a las generaciones futuras.
La felicidad universal puede parecernos una utopía en tiempos convulsos como los que vivimos, pero perseguirla nos hace más humanos y nos acerca a un mundo más compasivo y resiliente. Sigamos el consejo de Séneca, quien nos enseñó que la felicidad radica en nuestra actitud frente a las circunstancias. Apliquemos esta sabiduría al contexto global actual y a nuestra vida diaria.
Aprovechemos el 2024 como un catalizador de cambio, en el que las decisiones que tomemos contribuyan a edificar un mundo más próspero y una sociedad más feliz. Vale la pena recordar, hoy y todos los días del año, que la felicidad es un estado individual, pero, asimismo, un anhelo colectivo. Los valores de solidaridad, justicia y bienestar para todas y todos deben ser pilares fundamentales en la agenda política y social de cada nación.
Finalmente, tengamos siempre presente que los momentos difíciles o de incertidumbre sirven para que no olvidemos que la búsqueda de la felicidad es un camino continuo y que, aunque pueda parecer complejo, es un viaje que vale la pena emprender, por el bien nuestro y de quienes amamos.
Les deseo un 2024 lleno de éxitos y bendiciones en todos los ámbitos.
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