La vida política de México posee una base anecdótica tan vasta como significativa. Esos momentos han contribuido, de una u otra manera, a dar forma al concepto de democracia que tenemos en la actualidad, toda vez que existen referencias o términos que lograron permanecer en el imaginario colectivo por espacio de muchas generaciones.
Fue así como la sociedad mexicana se acostumbró a escuchar palabras como “dedazo”, que alude —en forma de burla y protesta— a los políticos y las características autoritarias del régimen que gobernó el país desde 1928 hasta el año 2000. El “dedazo mayor” se realizaba cada seis años, cuando el presidente saliente elegía a su sucesor, perpetuando el ciclo.
Por otra parte, “el tapado” se refiere a dos personas o conceptos diferentes. El primero fue un personaje misterioso que llegó a la Nueva España en 1683. Fingía ser Antonio Benavides, marqués de San Vicente, y afirmaba ser el visitador general; sin embargo, no pudo demostrar sus credenciales y fue arrestado en Cuetlaxcoapa, Puebla, acusado de estar en contubernio con los piratas. Lo trasladaron a la Ciudad de México, en cuya plaza mayor se le ejecutó el 12 de julio de 1684.
Por otra parte, durante el porfiriato, “el tapado” era un candidato presidencial que el mandatario en turno mantenía “en la fila” para relevarlo. Porfirio Díaz utilizó esta estrategia política para conservar el control sobre la sucesión. El primer “tapado” fue Manuel González, compadre de Díaz, que ocupó la presidencia de México después de él.
Las figuras de “el dedazo” y “el tapado” reducen la capacidad de agencia del electorado y de la militancia, ya que el candidato o la candidata presidencial se elige de manera discrecional, por encima de asambleas o elecciones internas de partido.
Hoy, por fortuna, de cara a la sucesión presidencial y al proceso electoral de 2024, vivimos un momento político muy distinto, cuya trascendencia obliga al movimiento que llevó a ganar la presidencia de la República en 2018 a emprender un proceso de selección imparcial, democrático, unitario y transparente, para profundizar y dar continuidad a la Cuarta Transformación de la vida pública de México.
No se debe pasar por alto que, incluso antes de ser partido, Morena ha ido construyendo y aplicando procedimientos claros, institucionales y exitosos para seleccionar a sus candidatas y candidatos, de conformidad con su estatuto.
Así, las reglas que rigen al interior están inspiradas en principios democráticos y consideraciones de máxima representatividad, pero también en la convicción de que es más relevante la tarea que la persona, y que —por encima de todo— el poder debe ser ejercido para servir y no para servirse.
De ahí que la aplicación de estos principios contraste con el autoritarismo, la opacidad, el conflicto de interés y la corrupción, característicos de la manera de hacer política del viejo régimen, que aportó al imaginario colectivo términos como “el dedazo” y “el tapado”.
En esta coyuntura (una de las más importantes de la historia reciente del país), durante la primera sesión extraordinaria del Consejo Nacional de Morena hice hincapié en la necesidad de establecer lineamientos adicionales para garantizar que la elección del coordinador o de la coordinadora Nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación 2024-2030 se construya en equidad, unidad, integridad y certeza plena.
Para ello, presenté una propuesta de reglamento basada en cinco ejes: I) De la Coordinación de Defensa de la Transformación, II) De las instancias organizadoras, III) De la encuesta, IV) Del calendario y V) De la promoción de aspirantes.
En cada eje fuimos puntuales al señalar reglas claras encaminadas a garantizar transparencia, imparcialidad y equidad en el proceso de selección, pero sobre todo, dejamos en claro que el aspecto más importante consiste en mantener la unidad del partido y del movimiento que le dio origen.
Esto es fundamental, ya que se trata de enviar al pueblo de México el mensaje de que, efectivamente, estamos haciendo historia y somos capaces de actuar con ética, compañerismo, espíritu unitario y el ánimo de transformación verdadera de la vida política del país.
Vivimos tiempos en los que nadie se debe quedar al margen de la lucha por la transformación. El pueblo confía en que los avances alcanzados hasta hoy y los apoyos de los que goza como resultado de la justicia social seguirán beneficiando a quienes más lo necesitan.
Tenemos altura de miras para dejar patente que las diferencias entre nosotros (inherentes a toda democracia) son de matiz y forma, no de fondo ni de principios o propósitos. Esto significa que tenemos la posibilidad de impulsar un avance histórico en la vida política nacional y lograr un proceso de selección del coordinador o de la Coordinadora Nacional de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación, de manera democrática, transparente, equitativa, justa y apegada al respeto de la voluntad del pueblo.
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