Noam Chomsky, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, ha dedicado gran parte de su obra a analizar las estructuras de poder y cómo los medios de comunicación son utilizados como herramientas para manipular la opinión pública.

En su célebre decálogo de la manipulación mediática, Chomsky explica cómo los medios de comunicación, en lugar de ser agentes neutrales de información, pueden utilizarse como instrumentos de control social, alineados con los intereses de las élites, ya sean políticas o económicas.

En un contexto como el actual, en el cual predominan las fake news y las narrativas moldeadas para servir a intereses específicos, resulta fundamental que cuestionemos el origen de las historias a las que tenemos acceso y cómo nos son presentadas, en especial cuando se busca desviar la atención de los verdaderos problemas.

Un ejemplo de ello es el reportaje publicado por The New York Times, titulado “‘Esto es lo que nos hace ricos’: Dentro de un laboratorio de fentanilo del cártel de Sinaloa”, el cual no sólo exhibe una falta de rigurosidad y ética periodística, sino que también evidencia una clara tendencia a responsabilizar a México del grave problema de consumo de fentanilo en Estados Unidos (EE. UU.).

Según el reportaje, las periodistas visitaron un supuesto laboratorio clandestino de fentanilo en Culiacán, donde observaron a un “cocinero” manipulando sustancias químicas sin protección adecuada. A primera vista, la narrativa parece impactante; sin embargo, carece de bases lógicas y documentales.

El Gobierno de México y la presidenta Claudia Sheinbaum respondieron de manera contundente, desmintiendo con evidencia científica el reportaje y argumentando que si el cocinero realmente tuviera “tolerancia” al fentanilo —como el texto afirmaba—, entonces no podrían explicarse las cifras alarmantes de muertes por sobredosis en EU.

Cabe preguntarse: ¿cuáles son las motivaciones reales detrás de este tipo de publicaciones? ¿Qué sucede cuando la negligencia periodística se convierte en una política editorial? Tales cuestiones resultan esenciales para entender por qué ciertos reportajes parecen más enfocados en construir narrativas que en informar con veracidad.

No es la primera vez que ocurre. Durante el sexenio pasado, México fue blanco de reportajes que exageraron o tergiversaron situaciones, para justificar posibles injerencias externas. No obstante, nuestra mandataria ha sido clara al respecto: no se aceptará injerencismo de ninguna clase. Colaboración, sí; subordinación, jamás.

Esta postura rechaza las falacias y los argumentos endebles de quienes pretenden convertir a México en el único culpable de la crisis del fentanilo en EU. Recordemos que las raíces de esta crisis se remontan a 1990, cuando las farmacéuticas promovieron agresivamente los opioides recetados, desencadenando una epidemia de adicciones y muertes por sobredosis.

Hoy, el fentanilo es la principal causa de muerte por sobredosis en personas de entre 18 y 45 años en ese país. Tan sólo en 2023, más de 70,000 habitantes murieron por esta causa, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).

Estas cifras demuestran que el problema radica, principalmente, en la demanda desmedida en EU. Mientras este mercado no reduzca su consumo, cualquier esfuerzo será insuficiente. Pese a ello, nuestro país ha demostrado su compromiso, logrando importantes decomisos de drogas sintéticas y el desmantelamiento de laboratorios clandestinos.

No obstante —debemos subrayarlo—, la verdadera raíz del problema no está en los laboratorios clandestinos, sino en un sistema que permitió durante décadas que los opioides inundaran el mercado estadounidense sin control alguno.

El reportaje mencionado surge en un contexto político particular, ya que, en medio de la transición de poder en la Unión Americana, grupos de extrema derecha y algunos sectores del Gobierno electo han depositado sobre México la responsabilidad total del tráfico y consumo de fentanilo, lo que constituye un señalamiento injusto, pero también una estrategia política para desviar la atención de su incapacidad para abordar de manera integral su crisis de salud pública.

El Gobierno de México ha reiterado que no tolerará ninguna acción que vulnere nuestra soberanía. Los esfuerzos de colaboración bilateral deben basarse en el respeto mutuo y en el reconocimiento de que el problema del fentanilo es una responsabilidad compartida. Pretender que nuestro país cargue con todo es tan falaz como contraproducente.

El reportaje de The New York Times nos recuerda la importancia de consumir con visión crítica toda información, y es un llamado a cerrar filas con nuestra presidenta. Por ningún motivo, la lucha contra el fentanilo debe convertirse en un pretexto para justificar injerencias o construir narrativas a partir de falacias; al contrario, tiene que ser un esfuerzo conjunto que respete la dignidad de ambas naciones.

X y Facebook: @RicardoMonrealA

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.