No es posible comprender a México y menos aún mover a la sociedad hacia un proyecto de nación, si antes no comprendemos los mecanismos inconscientes que determinan la idiosincrasia de nuestro país.

Es difícil comprender al México de hoy si no tratamos de conocer la idiosincrasia mexicana, anidada en el inconsciente colectivo, influyendo en las actitudes y en la conducta de los mexicanos.

Solamente escudriñando las profundidades de la compleja alma mexicana, podremos encontrar respuestas a todas las incongruencias del acontecer nacional.

Nuestros gobernantes, -y todos aquellos que hoy ejercen poder-, no fueron impuestos por nadie, pues ganaron elecciones prometiendo lo que la gente quería escuchar y se mantienen en sus cargos, porque la masa crítica de sus electores sigue creyendo en ellos.

Los primeros estudios de la mexicanidad , -y por ende, de la idiosincrasia mexicana-, respondieron al asombro provocado por el choque cultural que se dio a partir de la migración del campo a las ciudades, al finalizar la revolución mexicana.

La llegada de servidumbre para realizar el servicio doméstico en las casas de una burguesía neoporfirista, jardineros, choferes e incluso obreros, trajeron consigo, -en su peregrinar-, la esencia del México mágico y místico que describió Juan Rulfo en Pedro Páramo. La esencia de la sensibilidad indígena y su cosmovisión estaba presente entre su bagaje, así como sus tradiciones culturales, su comida y esa vinculación profunda con la naturaleza.

Así fue que el filósofo Samuel Ramos trató de descubrir la esencia de la mexicanidad con su gran obra: “El perfil del hombre y la cultura en México” publicada en 1934. Octavio Paz con el “Laberinto de la soledad” dado a conocer en 1950, nos sensibilizó con sus grandes análisis que evidencian su talento poético. El psicoanalista Santiago Ramírez nos legó “El mexicano, psicología de sus motivaciones”, dado a conocer en 1959. El antropólogo Guillermo Bonfil Batalla y su gran libro “México profundo”, de 1987, entre otras grandes obras de destacados intelectuales, sin olvidar “vecinos distantes”, que fue una mirada desde el exterior realizada por el periodista brasileño de origen británico Alan Riding, publicado en 1984.

Finalmente, el “México mágico” cedió ante la modernidad y se fundió con el “México urbano”, no sin antes dejar su huella en el inconsciente colectivo del México de hoy, recordándonos nuestros orígenes indígenas.

De este modo esa mexicanidad consolidada se protegió de influencias exteriores durante varios lustros, edificando robustas murallas virtuales e invisibles.

Así encontramos indicadores de identidad que se convirtieron en patrones colectivos. El mexicano que nunca dice lo que piensa, que es desconfiado por naturaleza, individualista a ultranza, que aprovecha las oportunidades cuando puede sacar ventaja personal, que para evadir compromisos creó un metalenguaje único en el mundo, -que no se sustenta en el significado de la palabra-, sino en la intuición que se convierte en decodificador del verdadero significado de sus intenciones.

Un ser profundamente religioso y guadalupano, pero sibarita y débil ante las tentaciones mundanas. Irreverente ante la autoridad, pero sumiso mientras no puede evadirse a ella. Creyente del valor de las intenciones de quienes le rodean, pero conformista y poco exigente en la búsqueda de resultados. Este mexicano, -que a base de escuchar promesas incumplidas se volvió desconfiado-, se volvió pragmático y negociador, orientado siempre hacia el beneficio personal.

Por comodidad este mexicano es dócil ante el liderazgo autoritario que se comporta paternalmente, resolviéndole sus problemas básicos, pero tomando control de su vida, generando dependencia.

A final de cuentas, esta mezcla de circunstancias permitió la sobrevivencia de un modelo social y político perverso y manipulador, que nos mantuvo, -como país-, en el atraso social, creando grandes desigualdades, que hoy son evidentes en este mundo globalizado y rebosante de tecnología, que ofrece recursos orientados hacia la transparencia.

Esto generó grandes resentimientos y rencores en quienes siempre estuvieron marginados del desarrollo y por tanto, son sensibles ante los mensajes revisionistas y reivindicadores políticamente.

Sin embargo, el mexicano también es poseedor de grandes valores y virtudes, como ser el artífice de un sistema familiar que brinda solidaridad y arraigo para cada miembro de la familia. El mexicano sabe hacer honor a la amistad hasta sus últimas consecuencias. Es poseedor de un profundo sentido del humor, -que no se basa en la comicidad arrancada al ridículo-, sino que es producto del manejo exquisito de los recovecos lingüísticos que nos llevan al “doble sentido”.

Es resiliente ante el fracaso y tenaz frente a sus sueños. Capaz de resolver los grandes problemas cotidianos con base en el ensayo y error, sin más herramienta que una fina intuición. Poseedor de una gran vena artística que hizo de la estética un redescubrimiento artístico que asombra al mundo. De este modo hoy México exporta grandes talentos.

En fin… estamos viviendo la transición entre un México que muchos años atrás decidió mantenerse aislado, -guardando sus secretos, pero dejando ver ante el extranjero solo estereotipos acartonados-, y este nuevo mundo globalizado que derribó los muros invisibles que nos daban privacidad como país.

Sin embargo, este mundo globalizado tiene sus propios valores morales, patrones culturales, estilos de vida y hábitos, que tienen como detonador la integración comercial, financiera e incluso, política.

Hoy, sin la protección de esas sólidas murallas culturales, -propias e invisibles-, nos quedamos vulnerables ante el embate seductor de la nueva cultura global, -que embelesa a las nuevas generaciones de mexicanos que nacieron a partir de la era digital y las redes sociales-, pero que en su ADN cultural aún conservan vestigios de esa mexicanidad producto de la fusión del legado indígena y la cultura urbana cosmopolita.

Sin embargo, ante el choque cultural que nace del embate de estos nuevos valores, -que se nutren de la policulturalidad de la globalización-, vemos surgir conductas colectivas nunca antes vistas, como como lo es esta violencia sádica, fascinación por el dinero fácil, hedonismo exacerbado, una obsesión enfermiza por la promesa de fama e influencia que ofrecen las redes sociales, lo cual se traduce en likes, vemos grandes riesgos frente a los cuales debemos tomar postura, antes de que se diluya nuestra identidad cultural y social.

Todos estos temas están desarrollados en mi nuevo libro titulado “México Dividido”, publicado por Harper Collins, bajo la directriz editorial de Edgar Krauss. Se contó con el apoyo invaluable de Francisco Martín Moreno, quien desarrolló el texto de la cuarta de forros y de David Ross, el gran retratista político que ha redimensionado la importancia de la identidad visual en la consolidación del liderazgo político y social.

Este libro que hoy está siendo distribuido en librerías será presentado en la Feria del Libro de Guadalajara, -FIL-, el jueves primero de diciembre a las 17:00 Hrs.

DEMETRIO BILBATÚA

El pasado 21 de septiembre Demetrio Bilbatúa recibió un doctorado honoris causa otorgado por la Universidad Autónoma de Occidente, -de manos de su rectora-, la doctora Sylvia Paz Díaz Camacho.

Esta universidad que cuenta con nueve “campus” en el Estado de Sinaloa reconoció en Demetrio Bilbatúa una valiosa trayectoria como cineasta documentalista, que integró en más de 1000 cortometrajes la memoria visual de México durante la segunda mitad del siglo XX.

Demetrio Bilbatúa es español por nacimiento, pero mexicano por decisión propia. Heredero de un gran legado cinematográfico recibido de grandes fotógrafos mexicanos como Gabriel Figueroa, y Alex Phillips, y de cineastas como Servando González, con quienes se formó en sus inicios profesionales, para después crear su propia identidad fotográfica, innovando los patrones comúnmente utilizados en la teoría de la imagen, lo cual le ha valido grandes reconocimientos de importantes instituciones mexicanas y extranjeras.

Será recordado por los grandes documentales cinematográficos creados dentro de la sociedad formada con su socio Agustín Barrios Gómez.

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Fotografía del perfil de R. Homs: es de David Ross 




 

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