Las recientes declaraciones del presidente López Obrador respecto a la postura del Departamento de Estado, del Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, -respecto a los derechos humanos en México-, contradicen la realidad cotidiana que viven los mexicanos hoy día.
Decir que se respetan más los derechos humanos en México que en Estados Unidos, no resiste el más leve raciocinio.
Significa desconocer que nuestras policías, municipales, estatales y federales no tienen ni la más básica capacitación, necesaria para cumplir con su misión. Que los levantones por parte de las policías siguen existiendo, -igual que antes-, y que incluso entregan gente a los grupos delictivos para que sean investigados, o sea, torturados.
Negar esta realidad genera más sospechas. ¿Será que su único contacto que nuestro presidente tiene con la realidad cotidiana de los mexicanos son los reportes de sus colaboradores?
Basta con ver los noticieros de TV y los de radio para descubrir testimonios aberrantes, y que por falta de voluntad política de los tres niveles de gobierno, terminan en la impunidad.
¿Será que él está tan obsesionadamente concentrado en el tema electoral, -pensando en el 2024-, que ya se ha desentendido de la gobernanza de este país?
El problema es que no sabe delegar responsabilidades, pues su pretensión de centralizar todas las decisiones, -al más puro estilo presidencialista de los años sesenta y setenta-, genera disfuncionalidad organizacional.
Está tan dedicado a promover los logros de la 4T que se atreve a hacer comparaciones que no resisten una superficial mirada.
El problema es que bien sabe él que sus seguidores creerán “a pie juntillas” lo que él dice, porque le tienen lealtad incondicional y fe ciega.
Sin embargo, no ha descubierto aún que vivimos en un mundo globalizado y cada “mañanera” pasa por la observación de las redacciones de los más influyentes medios de comunicación del mundo, porque México es un país muy importante dentro de la comunidad internacional.
Vamos a conceder que existe la buena intención de su parte de cambiar las peores prácticas de este país, -entre ellas las injusticias, las torturas y el abuso, por citar algunas-, y piensa que con desearlo con toda la fuerza de su voluntad, inmediatamente la realidad se va a alinear para cumplir sus designios, pues el poder que él ejerce es omnipotente.
Sin embargo, el sentido común nos dice que si no se han instrumentado programas específicos, -con acciones que garanticen el respeto a los derechos humanos-, no hay razón para suponer que la realidad haya cambiado.
Equivale a pensar que alguien podría esperar sacarse la lotería aún sin haber comprado boleto.
Quizá los programas de gobierno de esta administración fallan porque sus subordinados no han instrumentado los sistemas que impidan que se practique la corrupción. El fraude a Segalmex, -por
15 mil millones de pesos-, es la muestra palpable de que si no se instrumenta un sistema probado y garantizado, -para evitar la corrupción-, y toda su estrategia se resume en emitir mensajes moralistas que apelan a la responsabilidad del funcionario público, pues entonces todo va a seguir igual, o quizá peor.
Las estrategias de gobierno no solo se decretan, -como lo hace el presidente López Obrador-, sino que se instrumentan con acciones específicas.
Las mañaneras, -en este mundo globalizado-, ya no son un púlpito desde donde se hacen declaraciones dirigidas sólo a los mexicanos. Dada la importancia de nuestro país, ya se convirtieron en un medio público de alcance internacional. No puede haber mensajes sólo para los mexicanos y otros dirigidos a la comunidad internacional.
Por ejemplo, las declaraciones de Nicolás Maduro en sus variados programas de televisión sólo tienen impacto en su país. Sin embargo, la ubicación geográfica de México, su importancia como miembro del G20 y las inversiones extranjeras en nuestro territorio, generan en la comunidad internacional un interés especial, por conocer lo que aquí sucede.
Lo peligroso es que el protagonismo de nuestro presidente, -y su habitual ánimo de hacer declaraciones de alto impacto-, generan expectación en la prensa internacional, pues constituyen noticia. Sin embargo, algunas de estas aseveraciones afectan la reputación de nuestro país, por el modo en que son expresadas.
Por su impacto en la política exterior de nuestro país, las mañaneras debiésemos empezar a considerarlas un asunto de seguridad nacional, porque pueden afectar las relaciones con otros países.
Guacamaya Leaks y Wikileaks
La declaración de nuestro presidente, -desestimando el contenido de Guacamaya Leaks, considerándolo ilegal-, contrasta con el ánimo solidario, -y su interés-, en proteger a Julián Assange.
Este hacker hoy está detenido en Londres mientras se encuentran en proceso solicitudes de extradición presentadas por el gobierno norteamericano, para que enfrente un proceso judicial , pues se le acusa de espionaje.
Sin embargo, el presidente López Obrador, -con el afán de protegerlo-, le ha ofrecido asilo en México, exonerándolo de los delitos de espionaje que pesan sobre él en Estados Unidos.
Desde un punto de vista ético y moral: ¿Cuál es la diferencia entre los hackers de Guacamaya y los de Wiki Leaks, dirigidos por Julián Assange?
¿A usted qué le parece?
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Fotografía del perfil de R. Homs: es de David Ross