Estamos viendo una grave crisis de liderazgos políticos en todos los niveles.

Esta crisis de liderazgos, -marcada por la ausencia de autoridad moral para imponer la ley y restablecer el orden-, define de modo significativo el fin de toda una época, porque el modelo político, social y económico que actualmente tenemos, ya ha caducado.

La globalización y las redes sociales perfilaron una nueva era caracterizada por la transparencia y el empoderamiento ciudadano. Sin embargo, ni nuestra clase política, -ni siquiera nuestro presidente-, se han dado cuenta de la evolución que migra hacia este nuevo contexto.

Antes quien gobernaba tenía el control total y absoluto a través de los instrumentos coercitivos del estado. Hoy Guacamaya Leaks ha mostrado la existencia de actores sociales y políticos que desde el ámbito civil poseen fortaleza para enfrentar al estado y a sus símbolos de poder, como son las fuerzas armadas y exhibir su opacidad.

De nada sirve cerrar los ojos y negar que existan actores políticos que desde la informalidad están ejerciendo influencia. Desdeñar su capacidad de movilización calificándolos como “politiquerías” significa no comprender aún los nuevos tiempos que vive nuestro país.

El grave problema de esta crisis es que esos espacios de liderazgo, -que han ido perdiendo quienes hoy gobiernan, y poseen la legitimidad democrática que se deriva de ganar una elección-, terminan siendo llenados, -u ocupados-, por líderes informales que surgen desde distintos ámbitos de la sociedad. Éstos son los líderes que encabezan los grupos de la delincuencia organizada, -que ya se han convertido en un referente admirado por muchos jóvenes que no encuentran oportunidades de generar “dinero fácil”-, que hoy es la tendencia aspiracional y siguen sus pasos, así como también otros liderazgos informales que llenan esos espacios, como son influencers y youtubers, -que tienen más credibilidad-, que quienes hoy nos gobiernan o hacen política.

Cuando a base de retórica se pierde la credibilidad y el respeto, -y cualquier frase impactante de quienes gobiernan es tema de “memes”-, es cuando desde la sociedad empiezan a surgir líderes ciudadanos que capitalizan a su favor el descrédito de los políticos insensibles.

Sin embargo, necesitamos diferenciar entre poder y liderazgo, para así dimensionar el problema. Se puede ejercer el poder, sin tener liderazgo. Sin embargo, eso sucedía en el pasado, hasta hace pocos años. En contraste, hoy el liderazgo legitima el uso del poder y lo convierte en un instrumento de conciliación y desarrollo. De otro modo, -sin liderazgo-, ejercer el poder legítimamente ganado en las urnas, imponiéndolo a través de los instrumentos del estado, genera conflictos.

Este tema se vuelve relevante a partir de que los partidos políticos de oposición hoy empiezan a barajar nombres de militantes prestigiados y candidateables a la presidencia de la república, los cuales seguramente podrían tener un gran desempeño si llegasen a gobernar el país. El PRI ha mostrado en su lista de precandidatos a grandes personajes que tienen trayectoria, conocimientos y mucha experiencia para gobernar.

Seguramente el PAN MC y el PRD harán lo mismo. Propondrán a sus mejores hombres y mujeres, a quienes conocemos desde siempre quienes tenemos cercanía con la actividad política. Sin embargo, estos figurones no lograrán pasar la prueba del “aplausómetro”, que es la banalidad en que hoy se ha convertido la política, a partir del festival de las “ocurrencias mañaneras”.

Ganar la elección será el objetivo inmediato y prerrequisito para gobernar. Para ganar hoy una elección se requieren liderazgo público, de tipo masivo y además carisma.

Hasta hoy la oposición tampoco parece haber interpretado correctamente las nuevas tendencias sociales y políticas y por tanto, no ofrece nada nuevo.

Por parte de MORENA, los dos punteros, Claudia y Adán, están en las mismas circunstancias. Ambos carecen de liderazgo personal y carisma y las porras que vemos y escuchamos en los noticieros de TV parecen obra de teatro de comedia. La única diferencia radica en que quien decidirá cuál de las corcholatas representará a MORENA en la contienda presidencialista, es quien hará campaña para ellos y pedirá el voto como una extensión de sí mismo.

Seguramente el presidente López Obrador se brincará toda la legislación electoral y hará campaña para su elegido, acompañándolo presencialmente.

Sin embargo, la falta de carisma de las actuales corcholatas morenistas, hará ver al elegido, -durante la campaña-, como el “convidado de piedra”, siempre detrás de su mentor y no como protagonista, que es el rol que debe ejercer el candidato.

De este modo, -de llegar a la presidencia el candidato morenista-, su vulnerabilidad frente al país será evidente, -tanto por su falta de liderazgo-, pues este atributo personal no se lo podrá heredar el presidente López Obrador, ya que para obtenerlo es necesario construirlo de modo personal como “traje a la medida”, como por su ausencia de carisma.

Lo único que podría cambiar el panorama dentro de MORENA es que el presidente optase por aceptar como abanderado de ese partido a Marcelo o a Ricardo. Sin embargo, esta sería su última opción frente al peor escenario político que se le presentase en el futuro.

Precisamente, -para resolver cualquiera de estas dos posibilidades-, es que el presidente se ha preparado dejando a las fuerzas armadas como su albacea o garante: ya sea para apoyar al presidente en turno si fuese una de las corcholatas “leales”, o entonces para vigilar y convertirse en el contrapeso para controlar a Marcelo o Ricardo en caso de insurrección al proyecto de la 4T -si alguno de estos terminase por ser el presidente impulsado por las bases de MORENA-, o el remoto escenario de que llegase a ganar la próxima elección la oposición.

Por ello es urgente para México transitar hacia un nuevo modelo político, social y económico, donde se rescate la autoridad moral que nace del liderazgo, pues sólo así se restituirá el orden.

Por tanto, podríamos concluir que ante la altísima posibilidad de que los partidos de la coalición opositora designen a un gran y respetado prospecto, -que ni por casualidad podrá conectar con las bases sociales que hoy son el músculo de MORENA-, es necesario que hagamos presión desde la sociedad civil para que la coalición opositora opte por un candidato ciudadano joven y carismático, con solidez moral y reputación intachable, que represente la actitud de cambio que hoy exige la sociedad.

El ejemplo de este nuevo liderazgo, y el nuevo contexto, nos lo da Volodimir Zelensky, -presidente de Ucrania-, quien asumió el cargo con sólo 41 años y sin haber ejercido anteriormente ningún cargo público ni haber desarrollado actividad política.

Con base en su carisma ha logrado enfrentar a un político de larga experiencia acumulada a lo largo de sus 70 años de edad, -como lo es Vladimir Putin-, presidente de Rusia.

Zelensky logró redimensionar a un conflicto militar regional, -casi un pleito de familia-, hasta convertirlo en una confrontación global, que ha involucrado a la poderosa OTAN, el tratado político y militar del que participan Estados Unidos y casi todos los países europeos. Sus presentaciones virtuales en la ONU y otros organismos internacionales fueron determinantes para obtener apoyos.

Hoy Zelensky representa el perfil de los nuevos líderes de esta era caracterizada por la globalización, la utilización de las redes sociales, lo cual se combina con su juventud, el carisma y una poderosa causa que liderar, como lo es la defensa de su país respecto de la invasión rusa.

EL FIN DE LAS REPUTACIONES

Guacamaya Leaks se está convirtiendo en el ícono de este fenómeno de crisis de liderazgos, pues está destrozando reputaciones y autoridad moral de quienes hoy detentan el poder político y gubernamental, lo cual, difícilmente podrá rescatarse.

Después de esta crisis tendremos que esperar el surgimiento de nuevos protagonistas políticos, que vengan a rescatar la autoridad moral del gobierno y ganarse el respeto de la ciudadanía.

Definitivamente, en política no hay nada seguro y el surgimiento de Guacamaya Leaks, -que emergió de las profundidades invisibles de la Web-, lo confirma.

La propuesta presentada a la ONU pareció más una postura para dar un mensaje de liderazgo al mundo, que un planteamiento serio.

¿De qué lado está México… de la paz o de la guerra?

No hay forma más efectiva de frenar una guerra, que desacreditar al agresor… lo demás es demagogia.

¿A usted qué le parece?

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