#LaVozDeLosExpertos
Como varios reportes y noticias han dejado muy en claro esta semana, si estás a cargo de un vehículo pesado en el que tu vida y las de otras personas están a tu cargo, siempre tienes que mostrar seriedad y mucha responsabilidad.
Cuando aceptas los términos de uso de un vehículo con conducción semiautónoma, aceptas que lo harás con precaución y utilizando el asistente para tu seguridad y no para dormir o hacer como que duermes u otros malos usos. La tecnología está acompañada de una “capa humana” que es muy importante pues es la de la educación y la comprensión del funcionamiento de los elementos que la hacen posible.
Todo lo que podemos leer sobre los sistemas de conducción asistida, por más completos que sean, aclara que todavía no ofrecen una precisión cercana a la humana al conducir. De hecho, muchos no podrán vivir esa experiencia en mucho tiempo porque sigue siendo una tecnología cara y que tiene muchas limitaciones regulatorias y del entorno en donde se puede operar con fluidez.
Traer a tres personas en el vehículo y activar la conducción autónoma es una responsabilidad del conductor, quien debe atender las alertas que el sistema emitirá en diferentes momentos de acuerdo a velocidad, entorno...
Un conductor tiene dos ojos, dos oídos, dos manos, uno o dos celulares, una taza de café o botella de agua, pensamientos, agobios, recuerdos y, por ende, distracciones. Los sistemas de conducción autónoma traen muchos sensores de proximidad, radares, cámaras, conectividad a redes, GPS, mapas y computadoras con una enorme capacidad de procesamiento gráfico.
La única tarea de este tipo de computadoras es la de procesar datos con un enfoque de seguridad y autonomía, no más; incluso el sistema de entretenimiento bien puede ser otra computadora (o tablet). Por ahora, el hombre y la máquina se complementan.
La información de los sensores (cámaras, de entorno físico, de proximidad y radares) del vehículo agregan la dimensión del tiempo-espacio real, mientras que el GPS y los mapas de navegación agregan capas de seguridad sobre lo que llamamos ‘entornos conocidos’.
Todo esto que nuestra cabeza comprende (con apenas 135 años de que el primer coche salió a la calle, aunado a nuestra capacidad de alerta desarrollada para sobrevivir, cuando apenas cazábamos y recolectábamos a través de nuestros sensores orgánicos), es una tarea que la computadora sin distracciones puede ir perfeccionando y replicando en otros autos que, juntos, conforman una red de conocimiento de millones de kilómetros recorridos a lo largo de las carreteras.
¿Para qué? Recordemos que en México mueren más de cuatro mil personas por accidentes automovilísticos al año.
Perspectiva: un avión 747 puede transportar a 467 pasajeros, es decir, que los accidentes de tránsito equivalen a que entre 9 y 10 aviones se desplomaran al año en el país. Entre heridos por accidentes de auto y muertos (94 mil) serían unos 200 aviones, para dimensionar. Si consideramos que los sensores y cómputo permitirían reducir esto un 40%, estamos hablando de cerca de 38 mil entre heridos y muertos, menos.
Nota: La opinión de Ricardo Blanco es personal y no refleja la del medio ni la de la empresa para la que trabaja.