Hoy, se han alcanzado niveles de desarrollo y bienestar nunca antes vistos en la historia de la humanidad. Aunque aún persisten grandes rezagos en sectores importantes de la población mundial, los avances son incuestionables.
En los últimos quinientos años, un actor fundamental en el impulso del progreso han sido las empresas. Esta forma de organización se consolidó a lo largo del siglo pasado como una institución imprescindible de la sociedad moderna que potenció de manera insospechada las capacidades humanas. Las empresas se convirtieron en verdaderos agentes de cambio social, ya que, además de generar empleos y riqueza, son un importante medio para transformar las comunidades donde operan, generando bienestar.
Por lo anterior, debemos reconocerlas como actores fundamentales en la creación de Prosperidad Incluyente, es decir, la generación de mejores niveles de vida para millones de familias por medio de tres vertientes: Valor Económico, Valor Social y Valor Ambiental. En esta ocasión hablaré de la primera.
El Valor Económico se genera a través de la innovación en los mercados, ofreciendo productos y servicios para elevar la calidad de vida de la población, en especial de los sectores menos favorecidos.
También representa la consolidación de un círculo virtuoso formado por cinco componentes: libertad, innovación, inventiva, creatividad y competencia. En un entorno donde predominan estos elementos, podemos crear nuevos negocios, generar mejores empleos y satisfactores para la población y así, transformar a la sociedad.
En la historia misma de Grupo Salinas hay ejemplos claros de creación de Valor Económico con empresas como Totalplay, Italika, Banco Azteca —por mencionar algunos ejemplos—. Gracias a ellas innovamos, creamos y fomentamos la competencia generando miles de empleos y nuevos ecosistemas de negocio, con un gran impacto en la mejora de la calidad de vida de millones de personas.
Ahora bien, a pesar de que las empresas son parte esencial de nuestra cultura, su relevancia se ve constantemente amenazada por los ataques recurrentes de sectores opuestos al progreso. Pero no debemos olvidar que un país sin una robusta cultura empresarial nunca podrá desarrollarse.
Las estrategias y resultados de las empresas influyen en la vida de sus colaboradores, socios, clientes, proveedores y en toda la comunidad: empresas exitosas crean comunidades prósperas y viceversa.
La empresa privada ha demostrado ser mucho más eficaz, ágil y eficiente que otras formas de organización, incluidos los gobiernos, en una amplia gama de actividades humanas. Crear
productos y servicios necesarios para todos los sectores de la sociedad, es una forma muy eficaz de atacar la pobreza.
Los obstáculos a la creación y desarrollo de las empresas —y, por tanto, a la generación de Valor Económico—, sólo condenarán a la sociedad al fracaso: echemos un vistazo a Cuba, Corea del Norte o Venezuela. Por ello, debemos valorar la libertad de emprender como piedra angular de la creación de Prosperidad Incluyente. Siempre he pensado que, “la innovación es hija de la libertad”, porque sólo con libertad, innovación y competencia, podremos alcanzar un mayor bienestar.
Presidente y Fundador de Grupo Salinas