““Inflación: es el precio que pagamos por los beneficios del gobierno que todos pensaban que eran gratuitos”.
Ronald Reagan
Lejos del cuento oficial, la inflación que padecemos actualmente a nivel mundial no es producto de problemas en las cadenas de suministro globales, ni de la pandemia por Covid-19, ni de la guerra en Ucrania. Es el resultado de una irresponsable política monetaria que han impulsado diversos bancos centrales alrededor del mundo dispuestos a “prestarle” falso poder de compra a los gobiernos de Estados Unidos, Europa y Japón, entre otros.
Cuando los gobiernos buscan aumentar su gasto público, lo pueden financiar sólo de dos formas:
1. Con más impuestos.
2. Con más deuda.
Cuando el que “presta” al gobierno es el banco central, está defraudando a todos, porque no hay ahorro alguno que respalde ese préstamo. Esto es crear “poder de compra” falso.
Cuando un agente privado ahorra, evita consumo, se sacrifica. Si ese ahorro legítimo se presta a otra persona, pública o privada, no se crea un falso poder de compra.
Pero, los bancos centrales, de manera fraudulenta, inventan ahorro inexistente y se lo prestan al gobierno, quien rápidamente lo gasta. Este es un poder de comprafalso, creado fácilmente por el banco central a favor del gobierno.
El resultado es que hay mayor demanda de todos los bienes y servicios, y eso causa un aumento generalizado de los precios. Así se crea la inflación: el impuesto más injusto y represivo de todos.
Este aumento en el nivel general de precios ocurre gradualmente y reduce el valor del dinero, deteriorando el verdadero poder de compra de las familias de manera exponencial. Si los productores esperan un mayor precio por sus productos en el futuro, preferirán aumentar los precios desde ahora, con lo que además estamos frente a un fenómeno de “expectativas autocumplidas”.
Mientras tanto, el gobierno recibe el dinero “prestado” antes del proceso inflacionario y compra bienes, servicios y mano de obra a un precio relativamente bajo. De esta manera, es como los gobiernos alrededor del mundo “despojan” de manera silenciosa a la población de su poder de compra. A esto se le conoce como impuesto inflacionario. Cabe mencionar que ser deudor en épocas de inflación es un gran negocio para el gobierno, ya que pagará sus deudas en el futuro con moneda de menor valor… si es que las paga.
Por si fuera poco, una vez que obtienen los recursos, los gobiernos con frecuencia gastan mucho y gastan mal, con el descuido que resulta de utilizar fondos que no son propios.
Muy diferente es el caso del gasto de las familias —las cuales conocen el esfuerzo de obtener sus ingresos y gastan cuidadosamente en lo que necesitan— así como de las empresas, que reinvierten sus ganancias para competir en mercados abiertos por la preferencia de los consumidores.
El impuesto inflacionario a través de la historia
No es novedad el aumento del gasto público financiado a través de la creación de un falso poder de compra. En realidad, ha sido recurrente en la historia de la humanidad. Veamos algunos ejemplos:
- En los primeros siglos de nuestra era, en el contexto de guerras continuas y gastos exorbitantes, en Roma se decidió multiplicar el número de monedas en circulación, a través de reducir su contenido de plata, lo que generó desconfianza en el dinero como medio de pago y el regreso al trueque, afectando la eficiencia de la economía. Ello deterioró las capacidades de producción del imperio y generó pobreza de forma acelerada. De hecho, la caída del Imperio Romano se puede entender también como un fenómeno monetario, por la creación de un falso poder de compra que llevó al imperio a la bancarrota.
- Algo similar sucedió en el siglo XVI en Inglaterra, cuando Enrique VIII decidió engañar a la población, disminuyendo el contenido de oro y plata en las monedas para ampliar la oferta de dinero y financiar su gasto, lo que provocó aumentos generalizados de precios. Tras este desastre, el rey se ganó el apodo de “viejo nariz de cobre”, por el metal con el que fabricaba sus monedas. A este engaño se le conoce como “el gran envilecimiento”. Un falso poder de compra.
- En Alemania hace cien años, la hiperinflación creada durante la República de Weimar por la excesiva emisión de dinero para indemnizar a los países europeos después de la Primera Guerra Mundial, tuvo como consecuencia la destrucción total del patrimonio de las familias —lo que la guerra en sí no logró—. Otro falso poder de compra.
- Finalmente, llegamos a nuestros tiempos, donde entre las experiencias más recientes, podemos citar la crisis hipotecaria de 2008-2009 y posteriormente la pandemia por COVID-19, que derivaron en diversos episodios de “expansión cuantitativa” por parte de bancos centrales alrededor del mundo, que consiste en crear cantidades absurdamente elevadas de crédito a los gobiernos. Hoy vivimos las consecuencias con una persistente inflación a nivel global —en muchos países, la mayor en cuarenta años.
El impuesto inflacionario reduce el poder de compra de la sociedad, pero los más afectados son, por una parte, los más pobres —que no sólo viven al día, sino que normalmente conservan su dinero en efectivo y no reciben intereses que compensen la inflación— y los pensionados, que ven diluidos los ahorros de toda su vida en poco tiempo.
De ahí la importancia del oro y del Bitcoin, una moneda para el Siglo XXI, cuya oferta se limita a un número determinado de monedas, respaldada por una red encriptada que impide su multiplicación, lo que la vuelve un refugio para protegernos de los golpes de la inflación.
Sin embargo, lo más importante será que las autoridades monetarias a nivel global detengan la creación del falso y fraudulento poder de compra a favor de los gobiernos. Sólo de esta manera atacaremos las causas de un grave problema que ha enriquecido a los gobiernos durante siglos, a costa del nivel de vida de las familias alrededor del mundo.
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