Cuando el pasado 30 de noviembre del 2022, la empresa de inteligencia artificial OpenAI lanzó un prototipo de chatbot llamado ChatGPT, de pronto la labor de contar historias se vio amenazada.
Hasta ese momento, se había creído que la habilidad para contar historias era una cualidad únicamente humana. Lo que es el arte de contarnos mitos, relatos y experiencias a nosotros mismos.
Con el paso del tiempo, el contarnos historias los unos a los otros ha ido adoptando nuevos recursos de expresión y descubriendo nuevas formas de ser compartidas. Bajar la palabra al papel promulgó la inmortalidad de las historias y abrió paso a su accesibilidad.
Pero los humanos somos imperfectos y subjetivos y las historias necesitaban retratar lo mismo. El pensamiento hipotético, las alegorías, el símbolo, el doble sentido, las mentiras y la imaginación adornaron los relatos que se transmitían, creando las grandes historias que hoy seguimos contándonos una y otra vez.
ChatGPT propone un modelo lingüístico capaz de producir textos de todo tipo que repliquen la escritura humana basada en respuestas y datos predeterminados.
Con la habilidad de reproducir escritos sintácticos, coherentes y, sobre todo, realistas, sobre temas varios y atravesando formatos desde literarios hasta cinematográficos, la inteligencia artificial nos presentaba un panorama en donde la autenticidad humana podía, aparentemente, ser recreada. Una proeza de la tecnología que, de pronto, ponía sobre la mesa la posibilidad de perder nuestro rasgo más grande.
Es ahí donde comienza el gran debate sobre el uso de la tecnología y su adaptación a nuestra vida diaria. Aunque sus cualidades prácticas y útiles son innegables, también es verdad que la inteligencia artificial puede ser vista como una herramienta que destruye los procesos, que no valida las etapas de prueba y error, que le busca atajos al progreso.
La ciencia también propone que el IA podría llegar a adquirir habilidades casi humanas de pensamiento, formar una consciencia de sí misma que le permitiera resolver problemas, desarrollar un sentido de la moral y así poder tomar decisiones acertadas y planificar el futuro. Sin embargo, y tal como sucede con el desarrollo humano, la inteligencia artificial debe de aprender a través de la información con la que se alimenta y de las experiencias que va acumulando para poder progresar. Podría decirse que la inteligencia artificial necesita de las historias tanto como nosotros de ellas.
Recordemos que ChatGPT es un programa que funciona a partir de prompts, o comandos, que mientras más específicos sean o mejor estén formulados, más efectivos serán los resultados. Es decir, es la palabra humana, el escrito consciente, el que termina por establecer los fundamentos de la creación.
Aunque la inteligencia artificial ejecuta, no lo hace sin nuestro pensamiento previo. En cine, muchas veces son esos procesos los que implican un sentido del nosotros y los que vuelven al séptimo arte un arte colectivo.
Más allá de buscar la precisión y la automaticidad, el cine busca impactar y crear comunidad por medio de la representación; un resultado directamente obtenido de la autenticidad y la honestidad humana. Y, si bien la discusión sobre la legitimidad del arte dentro de esta gran hazaña científica es un tema que nos daría para reflexionar eternamente, también es cierto que la capacidad del cine para adaptarse y no sobajarse a los retos es su característica más fuerte.
En esta constante búsqueda de formas que logren eficientar la producción del arte, debemos exigirnos encontrar también maneras de preservar aquellos aspectos de nuestro sistema de creencias, de ser y de experimentar la vida en todas sus facetas, como sellos de identidad personales que sean irrenunciables. Sea cual sea la tecnología que irrumpa en nuestras vidas.
Que en el contar historias quepa la innovación, pero que nunca falte la admiración por el proceso y el descubrimiento de aquello que aún no sabemos. Dentro del cine, el camino hacia la transformación alberga a ambos, y quizás esta sea tan sólo otra oportunidad en el horizonte para encontrar nuevas formas de contarnos.
