El tiempo es un concepto tan discutido como ensoñado. No resulta extraño que el cine se encuentre en un momento en donde el explorar la capacidad que tienen el tiempo y el espacio de distorsionarse se ha convertido en el eje principal de muchas producciones.

Si algo nos dejó el conjunto de imágenes capturadas por el telescopio James Webb de la NASA, además de poder vislumbrar al universo como algo vasto y magnífico, casi tangible, fue el entender lo pequeña y limitada que es nuestra concepción de lo posible, de lo físico y lo que existe.

Las imágenes de las nebulosas y los cúmulos de galaxias que revelan al universo de formas nunca vistas únicamente abre la compuerta de las múltiples posibilidades que existen para contar algo. ¿No es acaso la misma búsqueda que el cine propone, no mediante hechos, sino a través de lo imaginario? El auge de lo que ahora conocemos como multiverso es simplemente la forma que ha encontrado el cine de manifestar que el tiempo y espacio que conocemos, en ocasiones, no son suficientes.

Quizás el rotundo éxito de la más reciente producción de Daniel Kwan y Daniel Scheinert, Todo en todas partes al mismo tiempo (2022), sea el reflejo perfecto de que las posibilidades narrativas al hablar de lo ilimitado que es el universo son también, ilimitadas. Dicha cinta representa al cine como una entidad en donde absolutamente todo converge y coexiste: la comedia, el drama, el existencialismo, lo absurdo, lo burdo, lo preciso. Curiosamente, el cine a su vez está representando al universo, como este sitio inconmensurable en donde el espacio y el tiempo son moldeables y no tienen definición.

La hipótesis sobre la existencia de múltiples mundos paralelos no es nueva y ha retado al mundo de la ciencia desde hace siglos. Sin embargo, es una duda que pesa en una realidad que no se ve prometedora y que se siente, a veces, asfixiante. Guerras, cambio climático, pobreza, autoritarismos. En cine, la teoría del multiverso llega como la promesa de diferentes realidades universales para una sociedad en búsqueda constante de escapatorias. Las nuevas historias apuestan por convertirse en espacios en donde podamos contenernos y desbordarnos a través de realidades hipotéticas que, al final, siempre nos remitirán a nuestros presentes, pero desde ópticas diversas y lejanas.

El cine nos sensibiliza con diversos ejes temáticos y un universo de posibilidades narrativas que, irremediablemente, logran ser reconocidas como parte de nuestra propia vida; logramos conectar con el todo a partir de nuestra propia individualidad. ¿Qué otro medio, sino el cine, utiliza la posibilidad de uno o millones de universos fragmentados para retratar la crisis, la catarsis y la búsqueda, y mostrarnos la infinidad de variaciones que existen internamente en todos como seres humanos?

El apogeo de historias que multiplican el significado de nuestra existencia es más pertinente que nunca. Justo ahora, cuando la realidad parece no tener salida y el universo nos regala fotografías de su infinidad. El multiverso parece ser la única respuesta.

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