Es cada vez más común escuchar que vivimos en la llamada “era del remake”.
Desde sus inicios, el cine ha revisitado historias para adaptarlas a su formato y otorgarles una nueva vida desde una óptica diferente. Distintas obras literarias y teatrales han renacido en el cine, teniendo la oportunidad de darse a conocer ante una gama de viejos y nuevos espectadores.
Estos días la cantidad de escenarios que pueden ser revisitados y re-imaginados es prácticamente incontable, con historias que han llegado a la pantalla grande sirviéndose de novelas gráficas, artículos periodísticos, videojuegos, series televisivas y otras películas para ser percibidas y entendidas desde otro lugar.
Apostar por recontar historias parece ser la opción idónea de crear contenido. La eficacia de esta fórmula habla por sí sola, y es que, en la última década, los remakes, spin-offs y adaptaciones han conquistado las taquillas y plataformas de streaming a nivel global.
Este fenómeno nos recuerda que, como seres humanos, nos gusta encontrar en las historias un sentimiento de familiaridad, algo que nos remita a una experiencia ya vivida. El arte de volver a representar lo que habita en la memoria, hoy más que nunca, vive en las necesidades de consumo de todos. Y más importante aún: nos enseña que una buena historia merece la oportunidad de ser recontada.
El método del remake, no obstante, se ha encontrado con una oposición que lo percibe como una apuesta a lo seguro, a un producto que sólo apela a la nostalgia y que es un resultado tangible de la escasez de historias originales.
En relación a esto, me gustaría ver la labor de la adaptación como una acción genuina de re-imaginación, en donde lo conocido es tan sólo una base narrativa que nos permite explorar un universo de posibilidades nuevas para narrar lo ya contado.
Y es que no sólo se trata de plasmar la misma historia con una mejora a nivel técnico. En un buen remake debe de caber la habilidad de profundizar sobre cada pieza de una narración y entenderla desde un lugar lo suficientemente novedoso como para abordar retos y riesgos que quizás la versión original no tomó.
En el poder de recontar historias yace la responsabilidad de madurar con ellas. Debemos actualizar lo contado y presentarlo a través de nuevas perspectivas que ofrezcan alternativas en su forma y su discurso.
Una de las tantas cualidades que tiene el cine es que dentro de su capacidad de mutar existe la capacidad de reconocer y aprender del pasado, y poder plasmar lo aprendido en un nuevo producto que sí atienda a las necesidades reales de una audiencia que, junto con él, ya también evolucionó. En la re-imaginación y la re-narración es donde el cine se reconoce y encuentra el poder de la transformación.
Hacer un remake es el acto valiente de recontar la historia desde otros espacios para dar vida a una nueva realidad, es la posibilidad que tiene el cine de demostrarnos que siempre es válido revisitarnos para aprender y aplicar lo aprendido.
Es el medio que nos concede la oportunidad de tener una nueva vida, y recontarse para renacer es, quizás, en donde podemos nosotros también encontrar la redención.