Resulta irónico pensar que, a pesar de encontrarnos en el aparente apogeo de la globalización, nos enfrentamos a uno de los momentos de mayor desigualdad como especie. Esta falsa estructura llamada "sistema" le permite a nuestra razón mirar la realidad que más se le antoje y, si se quiere, ser incluso completamente inconsciente de las otras.
En medio de esta reflexión, pienso en todas las mujeres que no sólo viven en este mundo injusto, sino que ayudan, con su mirada de cineastas, artistas, pioneras, a imaginar otros, haciendo que esa mirada nos permita trascender los códigos de lo aprendido para construir nuevos cimientos de lo que podemos ser como padres, hijos, hermanas, hermanos, hombres, mujeres, como seres humanos.
Un ejemplo práctico es “Promising Young Woman” (Emerald Fennell, 2020) película que se sumerge en las profundidades del llamado pacto patriarcal. También esta producción es lo que yo llamaría un cine con vocación de espía, pues se infiltra a través de los códigos secretos de la conciencia, jugándole un mal rato al ego, que para cuando se da cuenta, el mensaje ya cruzó sus meticulosas fronteras. Y es que es solo desde la empatía que la posibilidad de reconstruir nuestra relación con nosotros mismos y con el entorno, podrá echar raíces profundas.
Vivimos tiempos fértiles para que las cineastas del mundo plasmen sus verdaderas miradas sobre las cosas. Debemos continuar navegando para que aquellos años en los que las mujeres del cine y tantos otros campos artísticos e intelectuales permanecían en la sombra, como cubiertas por un burka, se sientan cada vez más lejanos. Y es que claro, a nadie que busque perpetuar los códigos impuestos para controlar a las masas le conviene que los artistas descubran que en su labor radica la herramienta más poderosa: El lenguaje de la transformación.
Pensamos mucho en los Lumière como padres del cine, pero nadie piensa en la primera persona en dirigir ficción, una francesa llamada Alice Guy. Y sí, era mujer. Fue la primera persona que supo ver el exótico invento de los hermanos con una mirada narrativa y emocional, en lugar de científica. Fue la primera en entender que, lejos de lo mecánico, la imagen en movimiento servía para proyectar otras posibles realidades.
Como mujer cineasta y CEO de Talipot Studio, un estudio de cine y televisión con visión internacional radicado en nuestro país, no puedo más que agradecer el carácter visionario de Alice a la hora de sentar las bases sobre cómo se podía retratar la realidad, los estereotipos y las conductas que, después de ver en una pantalla, los humanos empezamos a replicar casi como un acto reflejo en nuestras vidas cotidianas.
Aunque durante décadas fueron hombres quienes tuvieron el privilegio de reflejar esas miradas, las mujeres seguían estando ahí, escondidas, pero ahí. Y ahora, por fin, están más presentes que nunca, imaginando mundos y creando conductas que antes no estaban. Dando un ejemplo de lo que todavía no es, pero que, en algún momento, sólo por el hecho de existir en la imaginación de alguien y plasmarse en una película, puede llegar a ser.
Escribiendo estas líneas pienso irremediablemente en lo recién sucedido en Afganistán y, por consecuente en la violencia de género en este país, y lejos de querer esclarecer algo dentro del oscuro túnel sociopolítico en el que muchos están dolorosamente sumidos, no puedo dejar de pensar en el estado de tortura psicológica al que están siendo sometidas millones de mujeres en todo el mundo en este preciso momento. Y el que quiera saber más no lo encontrará en esta columna; lo tiene a un click de distancia.
Decía antes que el cine puede tener vocación de espía, ser el caballo de Troya, el disidente que a través de una implosión no violenta logra cambiar las cosas. Cada vez lo tengo más claro, el cine es la resistencia, pues sólo con miradas que reflejen realidades distintas podremos cambiar la experiencia de muchos. Sólo con mujeres que continúen alumbrando aquellas historias olvidadas, podremos intentar cambiar la vida de muchas otras que hoy viven en completa obscuridad.
