Por ALBERTO FERNÁNDEZ

En un mundo donde las presiones laborales crecen a pasos agigantados, la salud mental se ha convertido en un tema crucial que no podemos ignorar. Cada año, el Día Internacional para la Prevención del Suicidio que se celebra este mes de septiembre, nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de cuidar de nuestra salud emocional. En el entorno laboral, donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, la prevención y la intervención oportuna son claves para crear un espacio seguro y saludable.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700,000 personas mueren por suicidio cada año. Pero detrás de cada una de estas tragedias hay familias, comunidades y, en otros casos, entornos laborales que no lograron detectar las señales de alerta a tiempo.

En México, las Estadísticas de Mortalidad de 2023 indican que se registraron 8,837 suicidios, lo que representó el 1.1% del total de muertes en el país. Estas cifras nos alertan sobre la gravedad de un problema que no podemos ignorar. De este total, 81.1% de las personas que se quitaron la vida fueron hombres, mientras que 18.9% fueron mujeres. Estos números son un recordatorio contundente de que la prevención debe abordarse desde todas las esferas, no sólo a nivel personal, sino también en el ámbito laboral y comunitario.

Al observar los datos por edad, descubrimos que los hombres jóvenes son los más afectados. Los grupos de edad con mayor incidencia de suicidio son los de 25-29 años (14.8%), 20-24 años (13.7%) y 30-34 años (13.6%). En el caso de las mujeres, la mayor incidencia se presenta en el rango de entre 15 y 19 años.

La realidad es que, a menudo, los problemas de salud mental se manifiestan de manera silenciosa y más en el centro de trabajo. Estrés, ansiedad, depresión... son palabras que, aunque comunes, llevan consigo un peso emocional que puede ser devastador. Es fundamental reconocer que la salud mental en el trabajo no puede ser un tema relegado al ámbito de la administración de recursos humanos, se requiere adoptar un enfoque proactivo e involucrar a todos los líderes.

Incluso esto se agrava al conocer que según la OMS la depresión se considera como un trastorno mental en 5% de la población adulta en el mundo y sus efectos negativos llegan al campo laboral, escuela, familia y en el peor de los escenarios, derivan en el suicidio.

Aquí es donde entran en juego algunas propuestas que pueden marcar la diferencia. Primero, la formación en salud mental debe ser una prioridad. No se trata solo de ofrecer talleres esporádicos, sino de integrar la educación sobre salud mental en la cultura empresarial.

Capacitar a los líderes y equipos en la identificación de signos de problemas de salud mental puede ser un cambio radical. Un entorno donde todos se sientan en confianza para hablar abiertamente sobre sus luchas y preocupaciones puede disolver estigmas y abrir paso a la empatía.

Como tomadores de decisiones, es esencial comprometerse a priorizar la salud mental en el trabajo, implementando políticas que abran espacios de diálogo y permitan a los colaboradores expresar sus preocupaciones sin miedo a represalias.

Estos canales de comunicación abiertos pueden incluir la creación de líneas de ayuda confidenciales, sesiones de escucha activa, o incluso grupos de apoyo dentro de la organización. Cuando los empleados sienten que su voz es escuchada y valorada, es más probable que busquen ayuda antes de que los problemas se agraven.

Otro aspecto a considerar para promover un liderazgo con empatía es la medición basada en ciencia para conocer un pulso actual, no solo del clima organizacional, sino también del desgaste laboral y sus fuentes. Aquí es donde actuar a tiempo es crucial para redirigir los esfuerzos, atender esas red flags del capital humano y emprender acciones proactivas en la atención y prevención de la salud mental.

Asimismo, revisar las políticas actuales y los factores estresantes inherentes al lugar de trabajo es clave para implementar cambios que mejoren el entorno laboral, como flexibilidades adicionales o ajustes en la productividad. Además, ofrecer recursos educativos sobre salud mental y recordarles a los colaboradores que tienen acceso a programas de asistencia confidenciales, es vital para garantizar que puedan recibir el apoyo adecuado cuando lo necesiten.

La prevención es clave, y en este sentido, la apertura al diálogo, la educación en salud mental y el acceso a un apoyo profesional adecuado marcan la diferencia. Es momento de romper el estigma que rodea a la salud mental y el suicidio. Con educación, comunicación y políticas inclusivas, podemos construir un entorno laboral donde cada individuo se sienta valorado, apoyado y, sobre todo, vivo.

Ante este panorama invito a la reflexión colectiva: como sociedad, como empresas y como individuos, debemos comprometernos a hacer todo lo posible para prevenir el suicidio y garantizar que la salud mental sea una prioridad en todas las áreas de nuestra vida. Solo así podremos construir un futuro más saludable, más humano y más empático.

CEO de Mi Mente


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