Por Ana Laura Cárdenas

En México, el sector cafetalero tiene rostro de mujer: con un 41.6% de participación en esta industria- de acuerdo con estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo-. Sin embargo, apenas el 24% de ellas son propietarias de la tierra que trabajan. Esta disparidad refleja una brecha de género que va más allá de la propiedad, extendiéndose a la toma de decisiones y el acceso a recursos productivos.

En estados como Chiapas, Oaxaca, Veracruz y Puebla, la cafeticultura se maneja bajo un sistema de producción familiar, donde las decisiones suelen estar a cargo de los hombres-jefes de familia, limitando la participación femenina a labores como la cosecha y el secado. A pesar de este contexto socio-cultural y económico, las mujeres se están convirtiendo en agentes de cambio. Ello se debe, en parte, a la migración de los hombres a otros estados del país o Estados Unidos en busca de mejores oportunidades laborales, por lo que muchas mujeres han asumido la responsabilidad y la gestión de las tierras que cultivan.

Gracias a ello, han desarrollado habilidades emprendedoras, accediendo a formación y conocimiento del mercado, transformándose en agentes clave de la cadena productiva del café. A pesar de este liderazgo emergente, las productoras mexicanas enfrentan un gran desafío. Aunque las afectan los riesgos comunes a todo el sector, a su vez, lidian con la discriminación sistémica, al experimentar violencia y acoso. Esto se agrava teniendo en cuenta que en México el 67.2% de la fuerza de trabajo en el sector agrícola corresponde a municipios con población indígena (), donde las normas sociales patriarcales suelen estar más arraigadas.

Dichos sistemas de dominación masculina, dentro de algunas comunidades indígenas, no les permiten participar de la misma manera que los hombres en la toma de decisiones. Incluso, aquellas que participan plenamente en la cadena de valor del café no suelen reconocerse a sí mismas como productoras, reflejando una invisibilidad persistente. Por ejemplo, las mujeres sí o sí tienen una doble o hasta triple jornada de trabajo, que incluye las tareas domésticas, el cuidado de los hijos e hijas y de los animales de traspatio.

La capacitación de estas mujeres es fundamental para cambiar esta realidad. Iniciativas como la de Pro Mujer y Walmart Foundation buscan fortalecer a las cafetaleras con asistencia técnica y formación a través de la plataforma Emprende Pro Mujer, principalmente en Chiapas y Oaxaca. Desde 2021, más de 100,000 mujeres han sido capacitadas, logrando que el 75% de las participantes aumentaran sus ventas. Además, se proyecta que sus ingresos crezcan un 21% en la próxima década. Este programa ha transformado la vida de más de 200 productoras de pequeña escala, a través de diagnósticos personalizados con perspectiva de género y medioambiental, educación financiera y herramientas digitales para que puedan acceder a créditos. Así como, apoyo comunitario, que abordan temas críticos como la violencia de género y la salud.

Las mujeres cafetaleras de México están demostrando que, aunque no siempre sean las dueñas de la tierra, tienen control sobre su futuro.

Experta en Violencia Basada en Género del Gender Knowledge Lab de Pro Mujer.



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