Por ISABEL MARÍA CENTENO SÁNCHEZ

El cáncer de mama es y seguirá siendo por un tiempo indefinido, un gran problema de salud pública. Su letalidad por la detección tardía no solo afecta a muchas mujeres en nuestro país, sino también a mujeres de otros países de Latinoamérica y en general del tercer mundo.

Este padecimiento que se presenta en la vida de una de cada ocho mujeres genera retos que lo hacen muy desafiante y que han traído a la escena del tratamiento multidisciplinario a una figura nueva en nuestro país: el psicooncólogo.

La psicooncología, especialidad que desde los años ochenta fue acuñada por la Dra. Jimmie Holland, psiquiatra e investigadora en el Memorial Sloan Kattering Cancer Center, es una rama de la psicología que se especializa en oncología para atender los aspectos emocionales, psicosociales y familiares de quien padece cáncer.

Holland, fallecida en el 2017, cuenta en sus memorias que, casada con un oncólogo del mismo hospital, notaba que el interés y atención de los médicos se centraba únicamente en el tumor y en la enfermedad. Se preguntaba, sin respuesta, quién iba a atender los retos psicológicos a los que se enfrentaba el paciente y sus seres queridos.

Decidió darle respuesta a través de esta especialidad y de crear instrumentos de medición donde la angustia, fuera considerada como un sexto signo vital, que tuviera la misma relevancia que los que son de interés médico.

Hoy, en nuestro país, el psicooncólogo es una pieza clave en el equipo multidisciplinario que trata el cáncer en general y el de mama en particular. Su rol es crucial.

Una mujer a quien le es diagnosticado cáncer de mama va a vivir una montaña rusa de emociones que si no son gestionadas adecuadamente, se complicarán ocasionando un trastorno mental mayor.

De acuerdo con las últimas investigaciones, esto puede ocurrir en un 30% a un 50% de las pacientes.

Emociones abrumadoras como culpa, miedo, angustia, enojo, tristeza y un interminable etcétera, van y vienen acompañando en el viaje por el diagnóstico, tratamiento y supervivencia.

El afrontamiento psicológico, cómo llamamos a la gestión de este bombardeo de emociones, va a estar condicionado por diversos factores. Por mencionar algunos: la edad, situación civil y económica, edad de los hijos, antecedentes de trauma y red de apoyo.

Además, no podemos olvidar que detrás de cada persona vulnerable, hay una mujer a su cuidado. No tenemos una infraestructura ni políticas públicas que permitan que esto sea de otra manera.

Por lo tanto, cada mujer diagnosticada y la disrupción con la que el cáncer debuta en sus vidas puede generar un colapso en una red en la que hijos, personas mayores y enfermos se vean afectados.

La toxicidad de los medicamentos, bloqueos hormonales, cambios corporales, junto con posibles problemas financieros, pueden generar una explosiva combinación que tiende a hacer muy desafiante el proceso.

El psicooncólogo será esta presencia continua que permitirá contar con un espacio seguro en donde expresar, reflexionar y construir lo mejor posible a partir de lo que se está viviendo. Será esa compañía que tomará a las pacientes de la mano para atravesar el proceso buscando capitalizar juntos los mejores aprendizajes.

En la mayoría de los casos, se podrá retomar lo que será una vida plena después del cáncer, así como afianzar las relaciones de las personas significativas. Para lograr esto, “más vale que no sea sola, sino bien acompañada”. Por eso, es importante asegurarse siempre que, en el equipo médico, exista un psicooncólogo que camine al lado de las pacientes con cáncer de mama.

Especialista en psicooncología de TecSalud

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