Por Tomás González Bergez

Cada diez minutos, una mujer es asesinada por razones de género en América Latina, según el reciente informe de ONU Mujeres (). Este dato alarmante nos obliga a reflexionar sobre una realidad que afecta profundamente a nuestras sociedades: la violencia basada en género (VBG). Si tomamos en cuenta que, casi una de cada tres mujeres en el mundo -736 millones apróximadamente- ha sido víctima de violencia física o sexual al menos una vez en su vida, se podría decir que es la violación de derechos humanos más frecuente a nivel global.

La transformación de las masculinidades tradicionales hacianuevas masculinidades ofrece una alternativa poderosa para enfrentar esta crisis social, combatir las desigualdades y la violencia de género. Las masculinidades tradicionales, también conocidas como hegemónicas, se basan en mandatos que perpetúan relaciones desiguales y establecen normas de dominación, control y poder. Este enfoque reproduce estereotipos –conscientes e inconscientes- donde el hombre debe ser proveedor, protector y tomador de decisiones, lo que también limita su capacidad de expresarse vulnerable, desconocedor o emocional, sobre todo frente a mujeres, afectando así su capacidad de asumir roles y prácticas igualitarias.

Por otro lado, las nuevas masculinidades cuestionan los mandatos tradicionales y promueven modelos que fomentan relaciones cooperativas, igualitarias y basadas en el respeto mutuo. Al desvincularse de los estereotipos opresivos, las nuevas masculinidades buscan liberar tanto a hombres como a mujeres al redefinir las expectativas de ser y actuar impuestas por una cultura altamente desigual.

Como bien destacó Denilson Mehujael, vocero de la campaña de Nuevas Masculinidades del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Honduras en el podcast , “estos mandatos son privilegios que heredamos al nacer hombres, y reconocerlos es el primer paso para cuestionarlos”.

La violencia actúa como un vehículo de control que subordina a las mujeres mediante manifestaciones físicas, económicas, patrimoniales, sexuales y psicológicas. Las nuevas masculinidades plantean un cambio de paradigma. Este enfoque invita a los hombres a asumir roles más activos en el hogar, compartir responsabilidades y reconocer y rechazar la violencia como forma de poder. Promueven la corresponsabilidad en el cuidado del hogar y la familia, la igualdad de acceso a oportunidades y la comunicación abierta en las relaciones.

Un aspecto clave para impulsar este cambio es la educación temprana. Enseñar a niños y niñas valores como el respeto, la empatía y la igualdad puede prevenir futuros comportamientos violentos y prácticas nocivas para su desarrollo personal. Mehujael enfatizó que “la educación desde la infancia es el primer paso y el más importante para construir comportamientos igualitarios”.

También es necesario incorporar estos conceptos en ámbitos empresariales, para ayudar a integrar políticas de género, diversidad e inclusión en sus operaciones. Por ello, es fundamental contar con la asesoría de instituciones como el, que acompañen la transformación cultural y brinden herramientas para avanzar hacia nuevos paradigmas.

Este cambio de paradigma no busca imponer nuevos roles, sino liberar a todas las personas de las expectativas opresivas que perpetúan desigualdadesy limitan el desarrollo pleno de sus potenciales. Al cuestionar estas imposiciones, se elimina la dinámica que coloca a las mujeres en una posición de desventaja frente a los hombres, promoviendo relaciones más igualitarias y justas, de beneficio mutuo para todas las partes.

Gerente Global de Género y GKL de Pro Mujer

Google News