Por Carlos Vilalta
Nuestra querida Ciudad de México esconde una realidad alarmante y que es la violencia familiar, la cual es también, tristemente, el delito más denunciado –muy por delante de amenazas y fraudes, que ya de sí son preocupantes. Entre 2019 y 2023, se han registrado un total 167,559 víctimas de violencia familiar, y cada año se registran más víctimas que el anterior. Este problema nos preocupa y por eso, como investigadores abocados a la solución geográfica de problemas sociales, procedimos a estudiarlo. Queremos en esta breve nota, compartir con el lector algunos de los hallazgos preliminares.
Un estudio que estamos finalizando al respecto de este problema de la violencia familiar, arroja ya bastante luz sobre sus raíces comunitarias, y nos indica algunas soluciones imprevistas. En este estudio, basado en la Teoría del Estrés Social, analizamos cómo ciertas instituciones en las comunidades, como son las escuelas (públicas y privadas) y los lugares de culto religioso (sin importar su denominación), pueden influir en la relación entre el estrés comunitario y la violencia familiar. Los hallazgos son los siguientes.
Primero. A pesar de la creencia arraigada, o esperanza tal vez, de que las escuelas puedan desempeñar un papel protector contra la violencia, en este estudio no encontramos evidencia de un efecto moderador por parte de tal institución en términos de violencia familiar. De hecho, las colonias con mayores densidades de escuelas son las que sufren las tasas más elevadas de violencia familiar, aun considerando otros aspectos sociales como son la concentración de desventajas, migración reciente y densidad poblacional, entre otros. Este hallazgo, de condición desconcertante, pone en duda la capacidad de las escuelas como espacio de política pública para intentar mitigar el estrés comunitario que se sufre en esta ciudad y que termina contribuyendo a la violencia familiar. Es también posible que este hallazgo nos esté mostrando que las escuelas hacen lo que pueden con lo que tienen, pero que no hacen milagros al menos frente al tamaño de problema que es la violencia familiar.
Segundo. Por el contrario, e inopinadamente, encontramos que los lugares de culto sí mostraron tener un impacto moderador en los niveles de violencia familiar en el ámbito de las colonias. Sucede que en aquellas colonias donde la densidad de lugares de culto es elevada, la correlación, por ejemplo, entre la desventaja económica y la violencia familiar disminuye. Es decir, que, en las colonias más desfavorecidas, la presencia de tales instituciones parece amortiguar, de algún modo y en cierta medida, las tensiones sociales que suelen desembocar en conflictos violentos dentro de las familias. Este hallazgo subraya el papel de estas instituciones comunitarias no solo como espacios de culto, sino posiblemente como espacios que las comunidades pueden utilizar para ayudar a reducir los comportamientos violentos en el ámbito familiar.
Tercero. Otro hallazgo muy manifiesto es la relación entre población indígena, instituciones de culto, y violencia familiar. Encontramos que, en aquellas colonias con alta presencia de hablantes de alguna lengua indígena, una mayor densidad de lugares de culto conduce a una menor tasa de víctimas de violencia familiar. Aunque este hallazgo requiere más análisis, lo que anticipadamente nos sugiere es que las comunidades indígenas, a menudo marginadas de los servicios públicos en lo general, podrían beneficiarse de estas instituciones comunitarias como lugares en donde recibir apoyo y orientación al respecto de la violencia familiar.
Cuarto. No obstante, y esto es importante, el estudio también nos plantea preguntas sobre la eficacia de las instituciones de culto en prevenir actos de violencia. Según la revisión que hicimos de estudios previos, aunque estas instituciones pueden hipotéticamente funcionar como un freno a la violencia en general, también se han descubierto casos desafortunados en los que se estarían perpetuando actitudes que minimizan la gravedad de la violencia familiar. Este es el caso de instituciones que priorizan la unidad familiar a toda costa, lo que lleva a reforzar una subcultura del silencio al respecto del maltrato en el hogar. Esto es precisamente el efecto contrario al que se busca tener.
Entonces, ¿qué nos dicen estos resultados sobre el futuro de la lucha contra la violencia familiar? ¿Qué podemos hacer al respecto en las colonias de la ciudad de México y posiblemente de otras ciudades? Para los responsables de las políticas de seguridad, el mensaje es claro: las estrategias para reducir la violencia familiar, y posiblemente otras violencias, deben considerar el rol central que tienen las instituciones comunitarias. La gente no existe en un vacío comunitario. A las 167 mil víctimas de este delito, no les es suficiente aumentar el número de postes con cámaras y botones de pánico, porque su victimización es fuera de cámara, en cuartos cerrados. Es por eso necesario entender cómo instituciones comunitarias pueden ayudar a articular acciones de prevención dirigidas a reducir dinámicas locales de estrés y conflictos interpersonales en el ámbito geográfico en donde operan.
A nuestro juicio, para revertir esta tendencia creciente de violencia familiar, el gobierno de la ciudad requiere invertir en fortalecer el tejido social y en programas que fomenten un cambio cultural en torno a la violencia familiar. Ya lo está intentando a través del programa Pilares. Pero hay otras instituciones comunitarias, no sólo escuelas o lugares de culto, con fuerte arraigo local, que pueden servir como espacios, si no ideales, al menos adecuados, para proveer apoyo emocional y legal a las víctimas de violencia familiar, además de educar contra la violencia.
El estudio deja abiertas varias puertas para siguientes investigaciones, pero también lanza una provocación: política y socialmente, es hora de que entendamos a la violencia familiar no solo como un problema del hogar, sino como un síntoma de un estrés comunitario más amplio, que debe ser resuelto desde diferentes ángulos. La mejor solución frente a ciertos delitos está en reforzar el cemento social que une a nuestras comunidades.
Página web: www.carlosvilalta.org
Académico. Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo)