En México existen varios conglomerados de centros de investigación financiados públicamente. No es lo único que hay en el sector científico, pero sí lo más prominente en cuanto al número de investigadores empleados y el presupuesto que reciben. Se trata, primero, de los Centros Públicos de Investigación de Conacyt, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) y de los institutos de investigación de la UNAM. La Secretaría de Salud financia además varios institutos nacionales de gran relevancia, como el de cardiología o el de cancerología. Otras secretarías han creado algunos centros de investigación en sus áreas de responsabilidad y las universidades también albergan centros de investigación propios, integrados en la estructura universitaria.

En otros países se ha estructurado a los centros de investigación en instituciones que tienen personalidad jurídica propia. Es el caso del Consejo Nacional de la Investigación Científica en Francia (CNRS, con 32 mil trabajadores), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en España (CSIC, con 13 mil trabajadores) y de la Sociedad Max-Planck en Alemania (MPG, con 24 mil trabajadores). En cuanto a la salud, en Estados Unidos los Institutos Nacionales de Salud (NIH) llevan la pauta respecto a todo lo que atañe a la medicina.

La gran ventaja de estar estructurados como sistema nacional es por un lado la visibilidad que tienen esas instituciones, aunada a su presencia presupuestaria, además de que pueden abordar proyectos de largo plazo con una agenda de investigación de excelencia. El sistema Max-Planck, por ejemplo, recibe presupuesto federal y de los estados. Tiene un(a) Presidente(a) y un consejo de Administración que planea a largo plazo. Evalúan regularmente a los institutos y pueden decidir cerrar alguno, o transformarlo para cubrir otra área que se ha vuelto más relevante. A principios del año 2000, por ejemplo, se creó un centro de investigación sobre bioinformática en Saarbrücken y diez años después se transformó un centro de investigación sobre materiales en uno dedicado a la Inteligencia Artificial y la Robótica. Como sistema de centros estos conglomerados son más ágiles para tomar decisiones que una Secretaría de Estado y además mantienen una independencia científica, fieles al principio de la libertad de catedra y de investigación, tan preciada en Alemania, después de haber pasado por las tinieblas del fascismo.

Se podría decir que hay un principio rector que guía la actividad de los centros mencionados: la excelencia científica. Desde su creación en 1939, investigadores del CNRS francés han obtenido 23 premios Nobel y 13 medallas Fields (en matemáticas). La Sociedad Max-Planck ha recibido 23 premios Nobel, desde su creación en 1948, y su predecesor, la Sociedad Kaiser Guillermo, recibió 13 antes de ser reorganizada al terminar la guerra. Una cuestión muy importante es que, dado el financiamiento de largo plazo de los conglomerados, su investigación, sus metas y experimentos, no son afectados por los vaivenes políticos cotidianos. Si algo se aprecia en estos países, es la calidad de la investigación y los políticos saben que no deben meter las manos.

Eso no quiere decir que los conglomerados no puedan responder a desafíos o prioridades nacionales. Fue el caso del sistema NIH en Estados Unidos cuando comenzó la pandemia del Covid. Al NIH le cayó la responsabilidad de coordinar los esfuerzos de salud pública, canalizar investigación hacia el desarrollo de vacunas y mantener una vigilancia constante sobre el desarrollo de la pandemia. El NIH está conformado por 27 institutos y administra 49 mil millones de dólares de presupuesto. El 84% de esa suma se otorga como financiamiento para investigación de salud a cualquier universidad o centro que lo solicite, a través de concursos de proyectos. El NIH mismo tiene 6000 investigadores y ha financiado a 169 científicos que han logrado ganar 101 premios Nobel.

En México sería posible crear algo similar al NIH estadounidense agrupando a varios centros e institutos que hoy dependen de la Secretaría de Salud, sobre todo aquellos cuya misión es fundamentalmente realizar investigación. Se podría también crear algo similar al CNRS francés o el CIS español, conjuntando a los CPIs de Conacyt con los institutos del Cinvestav.

Se podría pensar que agrupar a los CPIs con el Cinvestav sería una cuestión puramente burocrática, que es lo mismo si están separados o juntos. No es así. Crear algo como el sistema del CSIC en España o el sistema Max-Planck automáticamente los convertiría en algo más que la suma de las partes. Por una parte, podrían autogobernarse, por otra, podrían luchar por mayor presupuesto como sistema, que cada uno por su parte. Agregándose, se convertirían en un referente más importante a nivel de América Latina.

El sistema Max-Planck es lo que se llama en Alemania un "ente independiente de investigación", es decir, es autónomo, como si fuera una universidad, pero exclusivamente para hacer investigación. Tiene una Junta de Gobierno que designa al Presidente y decide sobre la fundación de nuevos institutos o su cierre. Negocian su presupuesto anual con el gobierno federal y de los estados y su presupuesto queda garantizado a través de la firma de convenios. El gobierno los financia y su único compromiso es realizar investigación de excelencia. Los institutos son evaluados periódicamente. Tienen una gran fuerza de negociación dada su preminencia y el gobierno mismo sabe que son una de las fuentes más importantes de innovación en el país.

Al sistema Max-Planck (MPG) se le puede concebir como una columna vertebral que recorre todo el país. Esa columna vertebral se conecta lateralmente con las universidades locales, a través de convenios para ofrecer grados y posgrados en las universidades, con docentes del MPG. Los tesistas y doctorantes del sistema MPG se doctoran en la universidad local (asesorados por profesores del MPG) y trabajan en los laboratorios de la MPG, mientras los investigadores de la MPG están concentrados en la investigación. Lo que hacen los centros de investigación es propulsar indirectamente a las universidades para que mejoren y aumenten su propia investigación.

Lo mismo sucede con el CNRS francés o el CSIC español. Muchos de los centros de investigación están ubicados en campus universitarios y hay una colaboración estrecha con las universidades locales.

Idealmente, el financiamiento de los centros de investigación debería ser federal y estatal, para garantizar su trabajo y permanencia durante muchos años. Sin embargo, en México hay un problema, que es la excesiva centralización fiscal y la falta de recursos en los estados. Eso es algo que, a largo plazo, se debe resolver con un nuevo pacto fiscal.

Ahora bien, todo esto lo escribo desde la perspectiva del "estado ideal", como hizo Platón en la Politeia, sin ponerme a discutir primero si es posible o no (como la cuestión del nuevo pacto fiscal). En México muchas veces mis amigos me paran en seco cuando comienzo a hablar del estado ideal, porque "en México no se puede". Yo pienso que es útil discutir como quisiéramos que fueran las cosas y, a continuación que posibilidades hay de lograr algo. Para ser realistas hay que soñar primero lo imposible. Así que mi sueño imposible sería que en México tuviéramos el equivalente del MPG alemán, o del CNRS francés, o del CSIC español.

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