Sugeríamos aquí la semana pasada que la emergencia sanitaria y económica que enfrenta el país en medio de la creciente polarización nacional, exige una tregua política (gobierno vs. conservadores), ideológica (4T vs. neoliberalismo) y social (chairos vs. fifís).
AMLO lo planteó ayer en la conferencia de prensa mañanera: “una tregua, un mes”, dijo horas después de que encabezara la sesión del Consejo de Salubridad General que declaró emergencia sanitaria nacional por la epidemia del coronavirus y amplió para todo abril el quedarse en casa y suspender labores no esenciales. Incluso llamó a “la unidad a los adversarios, a los conservadores” porque “la Patria es primero”, sin proscribir del todo su discurso polarizador de años.
En lo personal no me cabe duda que el gobierno de López Obrador enfrenta una campaña golpista de poderosos adversarios que se oponen al cambio que propone porque ven afectados sus intereses. Se trata de políticos, empresarios, sectores de las clases media y alta e incluso grupos de las fuerzas armadas, sobre todo de oficiales en retiro. Muchos de ellos, con odio enfermizo, parecen dedicados a provocar el hundimiento del barco en el que todos navegamos en medio de esta tormenta. Hacen de todo por ver fracasar a AMLO.
El Presidente, a su vez, atiza la confrontación un día sí y otro también con cualquier cantidad de invectivas que culpan a sus antecesores de todos los males de México y que —en su derecho están, y muchos con razones atendibles—, consideran equivocado el rumbo que la 4T propone para el país.
Para López Obrador —según dijo en la mañanera de ayer— “las diferencias políticas-ideológicas están arriba, en las élites, porque abajo el pueblo está unido”. Discrepo. Esas diferencias ya permean a ras de piso, si no, cómo explicar la fuerte caída en su aprobación.
La urgente tregua (necesaria para contener la conflictividad social que explotaría si el contagio de Covid-19 rebasa nuestra capacidad de atención hospitalaria; y punto de partida, por lo pronto, para un pacto político y/o de los sectores productivos con que enfrentar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia), obliga por igual a todas las partes.
No ayudan en esto las campañas golpistas ni las conductas polarizadoras y de pronto inexplicables del Presidente. Una de ellas, muy cuestionada, ha sido la de ir a contracorriente de las recomendaciones de distanciamiento social. Para justificarse dijo que no iba a enviar la incorrecta señal a la que lo presionaban los conservadores: verlo detenido, paralizado. Pero ¿no es igual de incorrecto el mensaje de ir a tierra de narcos y dejarse ver saludando a la madre de uno de los grandes capos de la droga? AMLO argumentó razones humanitarias, con las que se puede o no estar de acuerdo, pero se expuso a que se propalara la idea de que pacta con narcos y a que Felipe Calderón le inventara que comió con el hermano de El Chapo. Luego explicó que pesaron más las razones humanitarias que lo políticamente correcto. Pero ¿no cree usted, señor Presidente, que una tregua como la que demanda no solo lo obliga a usted a lo políticamente correcto, sino también a lo prudentemente correcto?
Instantáneas:
1. AYUDA. Las tecnologías de punta se suman al combate del Covid-19. Diversas plataformas y ciudadanos han creado cadenas de apoyo gratuitas con recomendaciones para enfrentar la contingencia sanitaria. Llama la atención, por amigable y precisa, la plataforma digital Luzzy que aporta la opinión en línea de profesionales de la salud de acuerdo con lo que el usuario requiera en cuanto a consejos médicos, dietas y programas de ejercicios. Recomendable.
2. DESCONTENTO. El episodio de Badiraguato pesó, y mucho, en la decisión de un grupo de militares en retiro de circular en sus chats privados un documento en el que, entre otras quejas, le dicen a AMLO y al alto mando: “Soy el militar que recientemente vio a su familia peligrar por causa de la familia de El Chapo Guzmán, a quien usted ofrece ahora ayuda humanitaria”. El asunto caló también en las víctimas de la violencia inherente al narcotráfico. De “demencial” lo calificaron Javier Sicilia y Julián Lebarón.
3. ¿Y EL SUELDO? En la conferencia de prensa del lunes en la noche, tras leer la declaratoria de emergencia sanitaria, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, aseguró que, por razón de ella, los trabajadores que suspendan labores recibirán el pago completo de sus salarios y que si sus empleadores no lo hacían así enfrentarían sanciones administrativas o incluso penales. Ayer en la mañanera de AMLO, el aserto de su canciller perdió contundencia. El propio presidente sugirió evitar ir a tribunales en este asunto y explicó que se trataba más de una cuestión de humanismo. Dijo, sin mucha claridad, que el pago completo del salario del trabajador era un tema de interpretación de la ley. Pero por lo visto no es así. El artículo 42 Bis de la Ley Federal del Trabajo establece que cuando las autoridades emitan una declaratoria de contingencia sanitaria que implique la suspensión de las labores, aplicará lo dispuesto en su artículo 429 fracción IV, el cual establece la obligación del patrón para pagar a sus trabajadores un salario mínimo (123.22 pesos) por cada día que dure la suspensión, es decir, tres mil 666 pesos en un mes. Esta disposición es clara y la posibilidad de una interpretación acaso se encuentre en el artículo 132 fracción XIX Bis en el que se obliga al patrón a “cumplir con las disposiciones que en caso de emergencia sanitaria fije la autoridad competente”. Ésta, debería, en todo caso, ordenar el pago del salario completo. Y a quienes de ninguna manera se les podría rebajar el sueldo es a las mujeres en gestación o lactancia (artículo 168). Más bien se trata, como se ve, de un tema de solidaridad y de posibilidad patronal. Esta crisis sanitaria sacará a relucir lo mejor y lo peor de todos.
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