La detención de Genaro García Luna en Estados Unidos coloca irremediablemente en el banquillo de los acusados a los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón . No solo porque fue la pieza operadora clave de la estrategia de ambas administraciones panistas contra el narcotráfico, igual como director de la Agencia Federal de Investigación (AFI), en la primera; que como secretario federal de Seguridad Pública en la segunda. También porque las dos habrían encubierto los presuntos delitos de los que se le acusó en México y que ahora se dirimen en una corte federal estadounidense.

Claro está que el fiscal federal del Distrito Este de Nueva York, Richard P. Donoghue, quien detuvo a García Luna esta mañana en Grapevien, Texas, acusado de recibir millones de dólares en sobornos del capo del cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán y de mentir a las autoridades al solicitar residencia en Estados Unidos, deberá demostrar los cargos de conspiración para traficar con cocaína y de hacer declaraciones falsas, que implicarían al menos diez años de prisión o hasta cadena perpetua si es encontrado culpable.

Los señalamientos que involucran a García Luna desde que fue coordinador general de Inteligencia de la Policía Federal Preventiva durante el último año del gobierno priista de Ernesto Zedillo, fueron hechos en Estados Unidos durante el reciente juicio en Nueva York a Joaquín Guzmán Loera.

Ahí el jefe narco Jesús “El Rey” Zambada, hermano del poderoso socio de “El Chapo” , Ismael “El Mayo” Zambada”, acusó a García Luna, a otros altos funcionarios de seguridad del gobierno mexicano e “incluso a presidentes”, de recibir millonarios sobornos de los capos de la droga.

Nada que, de una u otra manera, no se le hubiera imputado en México, sobre todo en las declaraciones de Edgar Valdés Villarreal “La Barbie”, jefe de sicarios de cártel de los Beltrán Leyva, escisión de la organización criminal de “El Chapo”, pero que no prosperaron porque García Luna habría sido beneficiario del encubrimiento de sus jefes, entre ellos el hoy dimitente ministro de la Corte, Eduardo Medina Mora (en aquellos tiempos secretario de Seguridad Pública y Procurador General de la República) y, presumiblemente, los presidentes para los que trabajó.

Los malos pasos de García Luna –nunca grato por cierto para el Ejército- están documentados en informes y perfiles de la inteligencia militar que lo describen así: “una persona individualista, envidiosa, negada al trabajo en equipo, altamente protagonista, falsa, deshonesta y proclive a la ilegalidad en la búsqueda de sus objetivos personales, y protector a ultranza de todas las personas que trabajaban cercanamente para él”.

Ya le ampliaré el contenido de ese dossier en el GRAN ANGULAR de mañana.

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