Las numerosas interpretaciones de los analistas sobre los resultados electorales en el Estado de México dan para llenar un catálogo de lugares comunes. No obstante, las insólitas explicaciones para la derrota que han dado los dirigentes partidistas de la Alianza Va por México son dignas de atención para ejercitar el sentido del humor. O no. El PRI, con la dirigencia más desprestigiada de su historia y un gobernador pésimamente calificado por sus conciudadanos, culpa al PAN. El PRD no dice nada porque no aportó nada y prácticamente no existe, a tal punto que está muy cerca de perder el registro. El PAN, que no supo o no quiso movilizar a sus militantes en favor de Alejandra del Moral, culpa con un cinismo insultante a los ciudadanos. Y nadie se ríe. En otro país ya no digo de tradiciones políticas más serias, sino con mayor sentido de la vergüenza, ese trío de comediantes involuntarios que se dicen líderes partidistas hubiera presentado su renuncia en respuesta a su bochornoso desempeño electoral. El problema más significativo no es la desvergüenza de los dirigentes, pues en todo el mundo hay políticos descarados, sino que aquí sus militantes no disponen de ningún mecanismo para llamarlos a cuentas y echarlos a la calle.

Por su parte, los analistas, periodistas, académicos y consultores dicen que la alianza perdió por una elección de estado o por no haber encontrado la “narrativa”. No se ría. Si hubo elección de estado, ¿Cómo es que la alianza arrasó en Coahuila, una entidad con menor cantidad de recursos que el Estado de México? ¿Cómo es posible que los coahuilenses pudieran vencer todo el poder del centro y los mexiquenses no? La segunda interpretación es todavía más lamentable. Atribuir la victoria o la derrota a “la narrativa” es desconocer la mecánica territorial de las campañas, la distribución sociodemográfica del electorado, los intereses de clase social, las identidades posmodernas y un sinfín de factores adicionales. Hay que leer el nuevo libro de Mariana Mazzucato The Big Con: How the Consulting Industry Weakens Our Businesses, Infantilizes Our Governments and Warps Our Economies para entender la manera en que los consultores le ven la cara de imbéciles a los políticos vendiéndoles aire. Creer que una buena “narrativa” basta para ganar una campaña es eso, una gran estafa (The Big Con). Señores candidatos, va una verdad de a kilo que ningún consultor se atreverá a decirles. En México ninguna elección se gana exclusivamente durante la campaña. Piense usted en los últimos cuatro presidentes. Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador empezaron a recorrer el país y/o construir estructuras de apoyo electoral varios años antes de la campaña presidencial. La victoria electoral no se improvisa, se va edificando con un trabajo gradual, minucioso y sobre todo, paciente. No se pueden fabricar candidatos de un día para otro, el carisma no es una panacea. Se requiere una labor de oficio y sensibilidad en los distritos, colonias y calles para establecer estructuras locales permanentes con capacidad de crecer cada elección. Una invitación de vecino a vecino para generar confianza en los candidatos, para tener un conocido de toda la vida a quién reclamarle si el candidato no cumple. Ya sea que lo hagan los mismos candidatos o sus representantes en cada estructura local. Caramba, ¿cómo es que a nadie se le había ocurrido? Esperen, sí se le ocurrió a muchos, se inventó hace siglos y se llama partidos políticos.

A pesar de las amargas experiencias, nuestros intelectuales siguen diciendo que la respuesta para ganar elecciones en México es… la sociedad civil. Lo que urge es empezar a pensar con seriedad un rediseño funcional para tener partidos políticos dignos del siglo XXI. Abiertos y atentos a la ciudadanía, con dirigencias sujetas a remoción y a una implacable rendición de cuentas, democracia interna, derechos reales para la militancia, representación permanente y actividad constante al servicio de todas las comunidades, no nada más en tiempo de campañas electorales. Estructuras fijas que puedan movilizarse en representación de ideas, causas y demandas sociales. Lo hicieron otros países, lo podemos hacer nosotros. Se habla de la crisis de los partidos, pero nadie propone cómo resolverla excepto seguir atacando a los partidos políticos para decir que son lo peor. En los medios de comunicación en días recientes, solo he oído a Roberto Gil y a Juan José Rodríguez Prats reconocer la necesidad de reformar y revalorar los partidos políticos. Dos panistas con ideas y propuestas, pero absolutamente marginados por el presidente de su partido. Quizá por eso…

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