Corre el rumor de que después de las elecciones, los fundadores y promotores de la marea rosa buscarán la creación de un nuevo partido político. De ser verdad esta iniciativa, supondría un reconocimiento de derrota anticipada de la oposición. ¿Para qué crear un partido nuevo si uno espera ganar las elecciones con los órganos partidistas actuales? Ahora bien, es verdad que constituye un avance respecto al discurso anterior de la sociedad civil promoviendo los candidatos independientes, una propuesta sin mucho sentido e incapaz de explicar cómo se puede gobernar y hacer propuestas legislativas sin aliados parlamentarios ni bancada de partido propio. Supongamos que los interesados logren acreditar el cumplimiento de todos los requisitos para formar una nueva institución partidista. Por sí mismo esto ya supondría una proeza política, pues ni siquiera un ex presidente como Felipe Calderón pudo cumplir las exigencias de la ley para que le otorgaran registro a su partido.

Imaginemos que ya celebradas las asambleas y obtenido el anhelado registro, el partido se presenta a competir en elecciones locales y en las federales de 2027. ¿Cuál es el máximo porcentaje al cual podría aspirar? ¿6% o 7%? La primera consideración sería que podría dividir el voto de la oposición, vale decir del PRI, PAN, PRD. En otras palabras, el mismo argumento que se usa contra Movimiento Ciudadano. ¿Cómo justificar entonces que la marea rosa forme su propio partido si se cansó de reprocharle a MC dividir a la oposición? La polémica exalcaldesa Sandra Cuevas publicó un video en redes sociales esta semana en el cual afirma que, según sus propias estimaciones, el PRD, el PAN y el PRI desaparecerán en esta elección o a lo sumo, en la siguiente. Así que lo mejor sería, siempre de acuerdo con la flamante emecista Sandra Cuevas, que lo que reste de esos partidos se fusione con un nuevo e hipotético partido de Claudio X. González para formar un frente opositor con MC en 2030. Ignoro si Cuevas habla oficialmente en nombre de X. González o de MC. Es muy interesante descubrir que Cuevas tiene una perspectiva de tan largo plazo, pero resulta extraño hacer tantos cálculos alegres cuando no tenemos la certeza de que el nuevo e hipotético partido conseguirá el registro.

En esta discusión sobre la posibilidad de un nuevo partido, excepción hecha del tema de que hay que intensificar la relación con la sociedad civil, nadie revisa la discusión de las plataformas, mecanismos de reclutamiento, procedimientos democráticos internos, etcétera. La pregunta es ¿México necesita un nuevo partido político o conviene más reformar los ya existentes? En las últimas décadas los partidos políticos nuevos han sido cacicazgos personales o patrimonios familiares: los González Torres con el PVEM, Alberto Anaya con el PT, Dante Delgado con MC y desde luego López Obrador con Morena. El riesgo mayor es que un nuevo partido político se vuelva un cacicazgo personal de alguno de los líderes de la marea rosa. En pleno siglo XXI no tenemos un solo partido político moderno donde se tomen decisiones o se designen candidaturas con la participación de la militancia. Los caciques diseñan listas para designar a sus aliados, cómplices, amigos, socios, lacayos y parejas. Tampoco hay ningún partido de los realmente existentes que se preocupe por conseguir financiamiento alternativo procedente de las cuotas de su propia militancia, todos quieren subsidios del erario. Como la militancia no contribuye económicamente, no está en condiciones de exigir derechos en la conducción institucional. Escribí extensamente sobre esto aquí:

Es preciso preguntarse ¿si logran crear un nuevo partido tomarán en cuenta estos requerimientos mínimos de modernidad? Un último aspecto que caracteriza a los partidos políticos modernos en Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá son los think tanks. Aquí la Fundación Colosio y la Fundación Rafael Preciado (del PRI y el PAN respectivamente) dan risa, cuando no lástima. No publican nada que marque agenda o profundice la discusión de los grandes temas a nivel nacional. Los otros partidos son tan descaradamente analfabetas que ni siquiera disimulan su falta de actividad intelectual con una fundación digna de ese nombre. ¿El nuevo partido tendría un centro de producción intelectual y diseño de políticas públicas de verdad para todos sus candidatos? Si lo hace, podría convertirse en una contribución atractiva para la vida pública mexicana. Pero lo más seguro es que no, simplemente defendería las preferencias personales de sus dirigentes. De no cumplir con estos elementos, la nueva institución partidista replicaría el patrón de las últimas 3 décadas sin aportar nada nuevo al sistema político. En el fondo, la creación de un partido político en el México contemporáneo ya no responde a la defensa de un proyecto ideológico o intereses concretos de la sociedad. Hoy se trata de satisfacer el ego personal de quienes fracasaron en el desarrollo de su carrera en los partidos “grandes” por falta de talento político para crecer en instituciones ya consolidadas. O bien de obtener sendas y jugosas ganancias económicas administrando corruptamente las prerrogativas de un partido incluso cuando pierde en las elecciones. O ambas cosas de manera simultánea: el ego y el dinero. “Que no haya ilusos para que no haya desilusionados” decía Manuel Gómez Morín en una cita no por repetida menos cierta.

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