Gideon Rose
, antiguo editor de la revista Foreign Affairs , publicó hace unos años el estupendo libro How Wars End: Why We Always Fight The Last Battle. Ahí, Rose refiere lo que sucedió una vez concluidas la Primera y la Segunda Guerra Mundial , la Guerra de Corea, Vietnam, Afganistán y las dos guerras de Estados Unidos contra Irak. Es posible extraer numerosas lecciones del libro.
Al final de la Primera Guerra Mundial , el entonces presidente de Estados Unidos , Woodrow Wilson, cometió el error de suponer que la fuerza de la opinión pública europea impediría otra guerra similar. En la línea del pensamiento liberal más ortodoxo, Wilson pensó que la voz pacifista de los pueblos impediría a los dirigentes políticos y militares engancharse en una nueva guerra. Como sabemos, esto no sucedió y se produjo una Segunda Guerra Mundial aún más sangrienta que la Primera. En el caso de la invasión rusa contra Ucrania , las élites liberales de Occidente esperan que la opinión pública rusa obligue al presidente Putin a ceder en algún punto, como resultado de las privaciones que sufrirá la población con las sanciones internacionales. Suena muy idealista esperar que un pueblo pisoteado por el despotismo de Putin durante veinte años, encuentre de pronto las fuerzas para quitarse de encima a un tirano. Todas las instituciones están controladas por el dictador ruso: las cortes, el parlamento y los medios de comunicación. El opositor político más fuerte en Rusia, Alekséi Navalni, está en prisión después de haberse visto al borde de la muerte cuando lo envenenó el gobierno. Prácticamente no hay tal cosa como una opinión pública rusa, en tanto la población no tiene a su disposición medios de comunicación genuinamente libres y no existe la libertad de expresión o manifestación. Putin también controla el ejército, de modo que no se ve de dónde puede surgir el impulso político interno para derrocar al sanguinario represor.
En segundo lugar, suponiendo (y ya es mucho suponer) que el gobierno chino decidiera no aportar ningún tipo de respaldo militar y/o financiero a Putin, y los países occidentales lograran derribar al ruso, ¿a quién podrían colocar en su lugar para garantizar un arreglo pacífico permanente entre Rusia y la OTAN ? De acuerdo con Gideon Rose, en la segunda guerra estadounidense contra Irak y en Afganistán, Estados Unidos tenía garantizada la victoria militar contra su enemigo. Eso era lo más sencillo, pero una vez ganada la guerra, no había ningún plan para remplazar las estructuras dictatoriales y crear nuevas instituciones políticas o liderazgos locales. Tanto es así que a la vuelta de los años y a la salida del ejército estadounidense, regresaron al poder las fuerzas más retrógradas en esos países. ¿Sucedería lo mismo con la Rusia de Putin? Un plan para la reconstrucción política y económica de una Rusia por primera vez en su historia libre y democrática costaría muchísimo dinero, además de que probablemente exigiría una presencia militar occidental permanente en territorio ruso para garantizar la estabilidad en un país gigantesco.
Hay otro escenario posible para el final de las hostilidades en Ucrania. Rose recuerda en su libro que la guerra de Corea concluyó en 1953 después de 3 millones de muertos con un armisticio para el cese de hostilidades y la división del territorio en Corea del Norte y Corea del Sur hasta que hubiera un acuerdo de paz definitivo. Hasta la fecha, ese acuerdo no ha sido alcanzado. Ambos bandos mantienen sus fronteras fortificadas militarmente y viven bajo temor permanente de un ataque nuclear. ¿Cuál es, entonces, el plan de Occidente para concluir la guerra en Ucrania?