Richard Rorty, uno de los más importantes filósofos de la izquierda estadounidense en el siglo XX, escribió en el último tramo de su vida el libro Achieving Our Country: Leftist Thought in Twentieth-Century America. Ahí, Rorty expuso el desarrollo de dos corrientes de izquierda en el Estados Unidos contemporáneo. La primera es la llamada izquierda cultural, fuertemente influida por Foucault, que postula políticas identitarias y una revolución imposible. Esa que condena el sistema en su totalidad y por consecuencia desemboca en la parálisis, en tanto no es capaz de ofrecer un programa de gobierno concreto. “El tipo de izquierdista que dice que nunca debemos abandonar a Marx se preocupa más por su propia autenticidad que por lo que se podría hacer. La lealtad a Marx se ha convertido en un fetiche” dice Rorty. La otra izquierda es la pragmática, capaz de ofrecer esperanza en tanto que propone políticas públicas para resolver problemas sociales específicos. No obstante, Rorty admite su preocupación por el avance de la izquierda cultural, que ya empezaba a dominar los debates y las simpatías de la juventud occidental. Una persona interesada en el pensamiento foucaltiano y la constante reinvención de identidades difícilmente se ocupará de los detalles para incrementar la cobertura del sistema de salud o mejorar la infraestructura escolar, dice Rorty.

Las reflexiones de Rorty parecen vigentes para entender el Tercer Informe de Gobierno. La pobreza en México aumentó, la inseguridad y los homicidios también, la cobertura de salud se descalabró y se produjo desabasto de medicamentos. Además, como consecuencia de la pandemia, pero no solo por eso, se multiplicó el desempleo, quebraron miles de empresas, se ahuyentaron inversiones e inició una nueva catástrofe educativa por las desigualdades de acceso a los programas escolares a distancia. El éxito de un gobierno se mide en que su población viva mejor cuando éste concluye que cuando inició. Pero en todos los rubros arriba citados, hoy México está peor que hace tres años.

Es posible que el problema tenga que ver con el fundamento filosófico de la izquierda mexicana. Parece que Morena y sus satélites están dominados por la izquierda cultural contra la que advirtió Rorty. Están más empeñados en demostrar una supuesta superioridad moral y su fidelidad a la utopía antes que en dar resultados prácticos de gobierno. Muy sintomático resulta el desprecio por los técnicos y la técnica desde lo más alto de la administración pública, más aún si estudiaron en el extranjero. Ese desdén por la técnica explica lo mismo el colapso de la Línea 12 que los apagones o el cablebús sin electricidad y suspendido en el aire a mitad del viaje.

Siempre me ha parecido trágico que la izquierda mexicana siga admirando a Fidel Castro o Hugo Chávez. Mientras esos sean los referentes, no podrán ofrecerle una alternativa eficaz a la población más necesitada. Existen otros referentes verdaderamente progresistas en el mundo. En su libro clásico The Governance of Britain, Harold Wilson, el primer ministro laborista británico escribió “el gobernante debe encontrar tiempo para dar un paso atrás y considerar los problemas de su Administración, su propósito, su coordinación y la estrategia de largo plazo. De igual manera, debe otear el horizonte en busca de la nube que hoy no es más grande que su mano, pero que puede amenazar con una crisis no mañana sino el mes y el año próximos. En todo lo anterior, se debe pensar y sentir políticamente, sí, pero también en términos constitucionales y administrativos… los políticos sin políticas públicas no tienen más utilidad que las políticas públicas sin políticos.”

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