Hace unos días, la revista Foreign Affairs subió a su portal de internet un ensayo publicado por Wang Jisi, Hu Ran y Zhao Jianwei, presidente del Instituto de Estudios Internacionales y Estratégicos de la Universidad de Pekín e investigadores asociados del mismo instituto respectivamente. El título es muy sugerente: Does China Prefer Harris or Trump? Y  la respuesta del texto es que no ve mayor diferencia entre ellos. A decir de los autores, China considera que, a pesar de la retórica exaltada de Trump, los objetivos concretos que perseguirían Kamala Harris o él contra China no se modificarían gran cosa. Ambos buscarían contener el ascenso chino en la escena internacional, si bien los métodos serían distintos. En los escenarios presentados por el sugerente artículo, Harris o cualquier administración demócrata intentarían aislar a China mediante estrategias multilaterales. Es decir, en cooperación con los aliados militares de Estados Unidos. Por su parte, Trump adoptaría un enfoque bilateral, centrado en su relación personal con Xi Jinping y lo que pudiera negociar o arrebatarle como concesión a él. En cualquier caso, las sanciones comerciales, la imposición de aranceles, las restricciones al intercambio educativo y tecnológico contra China continuarían o incluso se profundizarían con cualquiera de los dos gobernantes. Los autores insinúan que el consenso bipartidista (demócrata y republicano) en torno a China ha permeado lo suficiente como para que resulte insensato esperar cambios de fondo en la relación. Esto no necesariamente es tan dramático como suena, pues tanto Trump como Harris quieren competir con China, pero buscarían evitar a toda costa que la rivalidad desemboque en una guerra abierta. También China está empeñada en evitar la guerra, pero estima que próximamente no habrá cambios de fondo en la relación con Estados Unidos.

Ahora bien, que los chinos no vean un cambio de fondo en la relación con cualquiera de los candidatos a la presidencia, no implica que no sigan el fondo del debate en Estados Unidos. Según estos autores, la polémica sobre la política exterior estadounidense hacia China se divide en tres escuelas de pensadores y estrategas. A la primera, ellos la denominan los “nuevos guerreros fríos” (algo así como combatientes de la nueva guerra fría) y son quienes miran la rivalidad sino-americana como un juego de suma cero que necesita políticas más agresivas y cada vez más enfocadas a ganar y aplastar al adversario, no a administrar la relación.  A la segunda le llaman “administradores de la competencia”, y son quienes consideran que la base de la relación debe ser una coexistencia pacífica entre las dos potencias. Se trata de alternar la competencia y la cooperación, dependiendo los temas. Finalmente, la tercera escuela son los acomodaticios, quienes no desean rivalizar en ningún aspecto con China por temor a que cualquier encontronazo desemboque en una guerra. Argumentan que cualquier presión contra China podría fortalecer su sistema autoritario y a sus aliados antes que debilitarla. Esta indefinición derivada del debate entre escuelas hace que los detalles finos de la política exterior norteamericana contra China aún no se perfilen con claridad.  Mientras leía el texto me pregunté si esta radiografía tan detallada de las escuelas ha sido analizada con detenimiento en México. ¿Cuál de estas perspectivas es la más conveniente para los intereses de nuestro país? Sería deseable que el nuevo gobierno mexicano diera seguimiento a estas discusiones, pues de ello dependerá el margen de maniobra para la República Mexicana tanto en su trato con Estados Unidos como con China.

@avila_raudel

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