Los últimos días no han dejado de sucederse artículos que evalúan el sexenio del presidente López Obrador y otros tantos que ensayan los desafíos del nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum. Todos los analistas parecen convencidos de saber lo que debió hacerse y lo que deberá hacerse en lo sucesivo. Creo que los lectores están abrumados por esa sucesión de lugares comunes.
Si vive en la Ciudad de México, le invito a tomar un respiro y darse el tiempo de asistir al teatro a ver una puesta en escena fantástica. Se trata de Novecento, basada en la obra del gran escritor italiano Alessandro Baricco. Usted puede acudir a las funciones los miércoles en punto de las 8 y media de la noche en el Foro Shakespeare. La trama es sencilla pero profunda: un bebé abandonado en el transatlántico Virginian crece con la tripulación y se convierte en uno de los mejores pianistas del mundo, pero solo toca el piano de su barco. Al niño lo bautizan con el nombre de Novecento, y el individuo tiene la particularidad de que nunca ha descendido a tierra, a pesar de que la nave lo conduce por los principales puertos del mundo. En el camino, conoce todo tipo de pasajeros interesantes que le enseñan a beber, fumar, juegos de azar, y un largo etcétera. A bordo de la embarcación le toca vivir los grandes acontecimientos del período de entreguerras. La vida de Novecento discurre tranquila en el barco hasta que aparece Jelly Roll Morton, el inventor del jazz, quien lo reta a un duelo musical para discernir quién es el artista musical más talentoso del mundo.
Si bien la escenografía parece limitada a primera vista, durante el montaje uno aprecia que cada objeto cumple una función en el escenario. Una obra muy atractiva en su planteamiento, magistralmente narrada y actuada por el primer actor Juan Ignacio Aranda, quien interpreta al trompetista del Virginian. Con un reparto de primera donde figuran la talentosa y versátil Majo Medellín, quien canta y baila en el escenario, así como Rodrigo Reséndiz y Ata.
Los diferentes vestuarios en escena y la velocidad con la que los intérpretes se cambian de ropa transporta a diferentes épocas en la vida de Novecento y del propio barco que habita. La obra dispone de recursos técnicos fascinantes que permiten al espectador adentrarse en la atmósfera del barco, como si estuviera viajando con Novecento. Desde desfiles de sombras hasta efectos musicales, pasando por figuras detrás de las cortinas, hace muchísimos años que un montaje teatral no lograba sumergirme a cabalidad en sus escenas. Si recuerda usted la primera vez que sintió la magia del teatro, en este espectáculo tendrá la oportunidad de revivir esa sensación. El público forma parte de la tripulación del barco y los intérpretes de pronto aparecen junto a usted para continuar la historia con un giro inesperado, haciéndolo partícipe del montaje.
Novecento no nada más es una historia entrañable con personajes y situaciones emotivas, sino que es una reflexión sobre el amor fraternal, la amistad y las experiencias genuinamente perdurables de la vida. Dotada de diálogos excepcionalmente escritos y mejor actuados, Novecento le dejará un sabor de boca inolvidable. Bajo la dirección de Axel Campillo y David Farji, no tengo duda en destacar esta obra como lo mejor en la oferta teatral de la capital del país y únicamente lamento que tengan una sola función a la semana.