La semana pasada se constituyó “Ciudadanos Unidos por Tabasco”, una agrupación de militantes del PAN, PRI, PRD, PES, empresarios, profesionistas y comerciantes en el estado sureño. Entre los integrantes más destacados del grupo se cuentan el exgobernador priista Manuel Andrade, el senador perredista Juan Manuel Fócil y el ideólogo panista Juan José Rodríguez Prats. Aunque la noticia pasó un poco inadvertida en la prensa nacional, sus planteamientos tienen mayor profundidad conceptual que los de sus dirigencias partidistas nacionales. “Nuestra disidencia siempre estará conformada por argumentos y propuestas. Los tiempos que vendrán exigen tolerancia y prudencia. Corrijamos nuestra pervertida democracia, fortaleciendo nuestra vida institucional y el estado de derecho” dice la presentación del grupo. Los integrantes no descartan que su esfuerzo pueda derivar en alianzas electorales a nivel local para 2021. ¿Ejemplo para otras entidades?
La elección presidencial de 2018 fue un fracaso para las fuerzas liberales por la mezquindad política de los equipos de Ricardo Anaya y José Antonio Meade, quienes pasaron por alto los factores políticos locales y resultaron incapaces de pactar para construir opciones más competitivas frente a la coalición ganadora. Si las fuerzas que creen en la democracia liberal, en los mercados abiertos y la cooperación internacional no caminan juntas, volverán a desplomarse por el desfiladero del fracaso electoral.
Está por verse la verdadera posición del PRI en 2021. No queda claro que sea un partido de oposición a escala nacional. Conforme se amplifica la difusión de escándalos de corrupción de exgobernadores, dirigentes parlamentarios y ex secretarios de estado, crece el temor de los priistas a terminar encarcelados y se consolida su entrega incondicional al gobierno. Una columna de Roberto Rock el domingo pasado en EL UNIVERSAL informaba la posibilidad de una candidatura común de Morena y el PRI para postular a Carlos Salazar, dirigente del CCE, a la gubernatura de Nuevo León. Corre el rumor de una candidatura común entre Morena y el PRI para postular a Renato Sales como gobernador de Campeche. Son rumores sin confirmación, pero no resultan inverosímiles por la conducta del PRI en el poder legislativo, donde vota favorablemente todas las iniciativas de Morena.
Los partidos pueden construir coaliciones distintas de las nacionales para elecciones locales. Si cometen los mismos errores del 2018 cuando le regalaron las candidaturas a los amigos de la dirigencia en el centro, a quienes comen y beben con los “líderes” en los restaurantes de Reforma y Polanco, volverán a ser aplastados. Las elecciones locales se ganan en el territorio por el trabajo de base. Si para quedar bien con una figura de “alto nivel” se pasa por alto a los militantes con verdadero arraigo local que recorren sus distritos durante años, la derrota será inexorable.
Las elecciones de 2021 son federales, pero se trata de competencias eminentemente locales. En 2018 Morena no llevó al poder a los mejores hombres y mujeres en los estados. Sus gobernadores no gozan de buena fama pública y menos de resultados acreditables en seguridad o servicios públicos locales, las demandas más sentidas por la población. Ahí están las protestas feministas, las víctimas de la inseguridad, los padres de niños sin medicamentos. ¿Nadie recogerá esas agendas y ofrecerá candidaturas a los liderazgos de esos movimientos? El futuro político de México se construye de abajo para arriba. Se renovará completa la Cámara de Diputados sí, pero también centenares de presidencias municipales y diputaciones locales. Las alianzas electorales entre partidos tradicionales y las nuevas fuerzas políticas resultarán decisivas. Enfoquemos ahí el análisis.