Raudel Ávila

Las olimpiadas y la proyección del poder japonés 

03/02/2021 |01:04
Redacción El Universal
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El año pasado se publicó The Iconoclast: Shinzo Abe and the New Japan de Tobias S. Harris. Es la biografía del primer ministro más duradero en la historia de Japón. Nieto de un primer ministro e hijo de un ministro de relaciones exteriores, Shinzo Abe pertenece a una dinastía política empeñada en restaurar la grandeza del estado japonés. La experiencia más trascendente de su juventud fueron las Olimpiadas de 1964, en las que Shinzo Abe se enorgulleció por el renacimiento de Japón como una potencia económica después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Lector obsesivo de Max Weber, Shinzo Abe moldeó toda su filosofía política a partir del pensamiento del autor alemán. Ya en el gobierno, reformó al estado japonés para modernizar su burocracia, hacer más competitiva su economía con la famosa doctrina Abenomics y conseguir la celebración de unas nuevas Olimpiadas en Tokio. Comunicador carismático, Shinzo Abe se disfrazó de Mario Bros, el personaje de Nintendo, en la ceremonia de clausura de las Olimpiadas de Río para anunciar las de Tokio en 2020.

No obstante, 2020 fue el año de la pandemia y resultó indispensable aplazar las Olimpiadas para el 2021. La popularidad de Shinzo Abe se desplomó en 2020 como resultado de las muertes por la pandemia, a pesar de que su país es uno de los que registra menos decesos. A finales del 2020, Shinzo Abe dimitió y llegó al poder su ex jefe de gabinete, Yoshihide Suga. La popularidad de Suga está por los suelos como consecuencia del rebrote de coronavirus y nuevamente circularon rumores, posteriormente desmentidos, de una posible suspensión de las Olimpiadas.

La cancelación de las Olimpiadas supondría un fracaso para el prestigio japonés, en un contexto de muy debilitada presencia estadounidense en Asia y creciente fortaleza china luego de la presidencia de Donald Trump. Japón, según decía Lee Kuan Yew, constituye “el primer milagro asiático”, el ejemplo de prosperidad propio de una democracia capitalista que teóricamente se consigue adoptando el modelo norteamericano. A pesar del pronunciado envejecimiento de su población, su economía sigue siendo muy poderosa. Según el Financial Times, a la cabeza de las franquicias mediáticas más exitosas del mundo, por encima de Star Wars, están dos japonesas: Pokémon (con un valor de 92 mil millones de dólares) y Hello Kitty (con un valor de 80 mil millones de dólares). En contraparte, para las Olimpiadas, hay dudas sobre la capacidad y la pertinencia de vacunar a todos los atletas y sus equipos (o de aplicarles pruebas PCR constantemente) antes que al resto de la población japonesa.

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Después del retiro norteamericano del TPP y de que Trump desdeñara a Japón pese a que Shinzo Abe lo cortejaba con insistencia, el presidente Biden ha manifestado la trascendencia de ese país para los intereses estadounidenses. En menos de dos semanas, se produjeron tres llamadas de altísimo nivel. Biden habló con el primer ministro Suga, el Secretario de Estado Antony Blinken con el ministro de exteriores japonés, pero también el secretario de defensa Lloyd Austin habló con su homólogo Nobuo Kishi para garantizar que Estados Unidos defenderá Japón en caso de una agresión china a las islas Senkaku. Por su intercambio comercial con China, ésta constituye un socio imprescindible para Japón, pero su seguridad territorial (amenazada por China) depende de su alianza con Estados Unidos. Por su parte, Estados Unidos depende estrechamente de su alianza con Japón para resguardar sus intereses estratégicos en Asia. La cancelación de las Olimpiadas de Tokio representaría no solamente una desgracia deportiva, sino una señal del reacomodo del poder internacional.