“Chihuahua no se toma si no se sitia, salvo que el enemigo salga a pelear” escribió Martín Luis Guzmán, oriundo de aquel estado y uno de los mejores novelistas de la Revolución Mexicana. En la entidad más grande del país, electoralmente no hay nada para nadie. El PAN, hoy en el gobierno, es muy competitivo, más no lleva ventaja. Dispone de dos precandidaturas para dar pelea. Por un lado, la popular alcaldesa de la capital, María Eugenia Campos, quien no goza de la predilección del gobernador Corral. Electa en 2016, Campos logró su reelección en 2018 tras una gestión exitosa al frente de su ciudad. Según los mentideros, el consentido del gobernador es el senador Gustavo Madero, expresidente nacional del PAN y con mano fuerte en la política local como Coordinador Ejecutivo del Gabinete del gobernador.
Por Morena, ligeramente arriba en algunas encuestas, suenan tres posibilidades. El diputado Juan Carlos Loera de la Rosa es uno de ellos. El segundo es Rafael Espino de la Peña, consejero independiente del Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos. Se dice que es muy cercano a Palacio Nacional, pero tiene poco arraigo en Chihuahua. En tercer lugar, destaca el senador Cruz Pérez Cuéllar, quizá el más fuerte de los aspirantes. Fue panista, luego candidato a gobernador por Movimiento Ciudadano y solía ser amigo cercano y compadre del gobernador Corral, hasta que la rivalidad política los distanció.
El PRI, situado en el tercer lugar, parece dueño de una infinidad de aspirantes, aunque prácticamente ninguno tiene posibilidad de alcanzar la victoria. Salta Graciela Ortiz, favorita del CEN del PRI, quien fuera diputada y senadora por representación proporcional, pero derrotada en todas las elecciones en las que ha competido. El segundo es Omar Bazán, presidente del PRI en Chihuahua. No falta quien nombre a Alejandro Cano, expresidente municipal suplente de Chihuahua a la muerte de Jorge Barousse (qepd). Cosas de la política local, éste último era pariente de Christopher James Barousse, líder de la Red de Jóvenes por México el sexenio pasado.
En Chihuahua discuten estos días una reforma electoral estatal de tres componentes: segunda vuelta en la elección para gobernador, eliminación del requisito de edad máxima para gobernador y las llamadas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Es decir, una serie de elecciones internas, obligatorias en todos los partidos el mismo día. Si este escenario se abre, nuevas opciones se despliegan para los aspirantes. En el PRI, si las internas fueran obligatorias y vigiladas por la autoridad electoral, sabríamos quién es quién de cara a la ciudadanía. Hugo Aguirre, presidente municipal de Guachochi, sería quizá el más popular. Con liderazgo firme entre los alcaldes y respaldo de docenas de exalcaldes, tiene roce social y buena relación con los rarámuris. Habla español, inglés (Chihuahua es un estado fronterizo) y la lengua tarahumara. Abogado, Aguirre llevó a cabo la primera defensa en una audiencia penal oral en el país, fue consultor de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) y ha desarrollado importantes obras de infraestructura en su municipio. Hijo de campesinos, formado en la educación pública estatal, Aguirre presenta un perfil de movilidad social propio de quienes hicieron tan competitivo al PRI en otra época. Lilia Merodio, experimentada política chihuahuense, me dice “no se trata sólo de votos, sino de historias de vida públicamente acreditables. En medio del desencanto generalizado y muchísima inseguridad, quien haya cumplido sus promesas y entregado buenas cuentas a sus electores, será digno de ocupar el cargo más importante del estado.” Tal cual.