Dicen que José Ortega y Gasset en alguna parte menciona que Inglaterra va 30 años delante de Europa Occidental en todos los órdenes. Nunca he encontrado esa cita, pero me parece que tiene algo de cierta y algo de exagerada como todas las citas de las que se abusa. El Reino Unido celebrará elecciones mañana y en un mar de malas noticias del mundo occidental, si las encuestas no se equivocan, los británicos mostrarán algo de la sensatez que les caracterizó en otro tiempo. Llegará al poder la izquierda sí, pero la izquierda británica, esa que, a diferencia de las izquierdas continentales, no coqueteaba con el estalinismo ni con la revolución bolchevique. Una izquierda que hizo las paces con el capitalismo para amortiguar el dolor, la creadora del mejor sistema de salud pública del continente europeo en su tiempo. Una izquierda no estatista, sino sindicalista y cooperativista. Vale decir, heredera de las tradiciones del socialismo utópico a la Owen y Fourier y no del socialismo “científico” estilo Marx. Keir Starmer es lo mismo un continuador de Tony Blair, que un heredero de Clement Attlee. “Aburrido” le llama la prensa. Serio y disciplinado sería más afortunado. “No es carismático” se quejan. Ese culto por el carisma es revelador de la frivolidad estúpida de nuestro tiempo y de una generación educada por las redes sociales.

El Reino Unido dista mucho de ser perfecto. Viene de un error histórico colosal en 2016, el Brexit, del que todavía no se recupera. Pero ese disparate mayúsculo que acompañó el populismo y la demagogia (a la derecha con Boris Johnson y a la izquierda con Jeremy Corbyn), trajo consigo fuertes golpes de realidad. El Reino Unido es hoy más pobre, menos capaz de generar riqueza, y sobre todo, menos confiable a ojos de todos los actores internacionales. No deje de leer el libro Homelands de Timothy Garton Ash sobre la identidad europea en la actualidad y el shock de los electores arrepentidos después del brexit.

Hace muchísimos años, durante mi etapa de estudiante de maestría en Inglaterra participé como invitado en algunas campañas del partido laborista. Era fascinante la formación intelectual que impartían, el estudio de historia, filosofía, políticas públicas, los cursos de grassroots politics (activismo social y territorial a escala local, entre otras cosas), el tipo de cuestiones que no existen ni existirán en México por la insignificancia intelectual de nuestros partidos y sus dirigentes. Las revistas del partido, las conferencias del partido, todo era un lujo intelectual y político. Las convenciones juveniles eran dignas de verse. Es decir, un sistema de partidos serio y con siglos de experiencia. A la luz de lo que acaba de pasar en Francia y Estados Unidos, es un consuelo muy limitado suponer que en Inglaterra llegará un gobierno medianamente sensato. Pero si la falsa cita de Ortega con la que inicié este artículo es verdad, puede ser que a la manera de lo que está sucediendo en Reino Unido, después del ciclón populista regrese la cordura a Francia y Estados Unidos.

Y si regresa la cordura en las democracias occidentales, ¿a qué costo? No van a regresar igual de prósperas, cohesionadas internamente y aliadas en el exterior. Para entonces, el nuevo orden internacional podría estar ya encabezado por China, Rusia, Irán y sus aliados. No solo eso. Después de sus caídas, por ejemplo, en lo financiero al final de la Segunda Guerra Mundial o en lo comercial después del Brexit, el Reino Unido y otras democracias siempre confiaron en que Estados Unidos las salvaría. Esa certeza ya no existirá con el regreso de Trump al poder. En definitiva, Keir Starmer tendrá un desafío gigantesco al navegar el barco de su país por los mares de la política internacional con gobiernos de signo distinto al suyo, especialmente en Europa. No obstante, a lo mejor su ejemplo se expande y recordemos que si algo hizo grande al Reino Unido fue la fuerza de su marina armada.

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