La semana pasada me presenté como parte del público a un foro de la coalición del corazón o cualquiera que sea el nombre cursilísimo de la organización tripartita que postula a la ingeniera Xóchitl Gálvez. El tema fueron los gobiernos de coalición y hubo intervenciones de alta calidad. La invitada sorpresa del evento fue la ingeniera Gálvez, quien formuló preguntas dignas de atención a los ponentes. Algunos de ellos, como la doctora María Marván, se ocuparon con gran erudición del aspecto teórico del concepto de coalición. Otros, como Manlio Fabio Beltrones, se refirieron con amena y notable habilidad narrativa a la historia de las tentativas de gobiernos de coalición en México, ya fuera cuando el presidente Zedillo entregó la PGR a un panista de triste memoria o el ejercicio del Pacto por México. Una reflexión valiosa en la que, a mi juicio, hizo falta otra voz directamente representante de la campaña de Gálvez que nos explicara el fracaso de los gobiernos de coalición a nivel local para evitarlo a nivel federal. Y es que, una de las promesas fallidas de la alianza opositora fueron gobiernos estatales “de coalición” en el Durango del doctor Villegas o en la Coahuila de Manolo Jiménez. En ambos casos, se puede hablar de cualidades positivas en estos gobiernos, pero ninguno de ellos logró integrar gobiernos de coalición. Entre otras cosas, porque si bien la figura de gobiernos de coalición ya forma parte de la constitución (en México todo forma parte de la constitución, pero tiene el pequeño inconveniente de que no se le respeta), no existe una regulación secundaria para activarlos.

A falta de legislación secundaria, la creatividad de nuestros políticos no le tiene miedo a los límites. Hace unas semanas nos enteramos de que Marko Cortés firmó, con el entusiasmo propio de los principiantes, una negociación de “gobierno de coalición” donde exigió que le entregaran las notarías de Coahuila. No se ría, México está de por medio… Pero al margen de esto, el hecho es que los gobernadores acabaron designando en sus gabinetes a quien se les pegó la gana. No hay tiempo ni posibilidad de que se apruebe la regulación secundaria sobre gobiernos de coalición de aquí a la jornada electoral. ¿Cuál es el sentido de seguir prometiendo eso? En este punto de la deriva autocrática y el retroceso antidemocrático que vivimos ¿le interesa realmente al electorado mexicano que el gabinete presidencial esté integrado a tercios por panistas, priistas y perredistas? Por otra parte, en el foro tampoco se abordaron ejemplos recientes de gobiernos de coalición exitosos en el mundo, pues con la excepción de Alemania, las coaliciones que han logrado derrotar al populismo, como la que quitó temporalmente a Netanyahu en Israel hace tiempo, han resultado inestables y poco duraderas. No tenemos, lamentablemente, una tradición de madurez política en el reparto de responsabilidades, pues nuestros políticos más bien quieren repartirse los presupuestos. Y esto podría empezar a resolverse con una ley secundaria que delimitara los alcances del reparto, pero ya dijimos que no es viable su aprobación antes de la elección presidencial. Debo decir que en lo personal me encantaría que un día México transitara del sistema presidencial al parlamentario, y del modelo de administración pública unipartidista a los gobiernos de coalición, pero creo que nunca lo verán mis ojos. Por tanto, en este punto habría que trabajar con lo existente.

Queda un último inconveniente por analizar a nivel de la militancia partidista. Entiendo que la coalición PRI-PAN-PRD no será total, sino parcial. Irán juntos en cierta cantidad de distritos, pero en otros no. En las candidaturas al Senado todavía no sabemos cómo funcionará esto. Y en las presidencias municipales que cada cual se arregle como Dios le dé a entender. Piense usted en la militancia de los partidos que hará campaña por los candidatos. “Oye Natalio, vas de aliado con el PAN para la Presidencia de la República, pero no confíes en ellos en el distrito para diputado federal. No obstante, para el Senado sí vamos juntos, así que apoya su candidatura. Pero en la presidencia municipal tampoco se te ocurra colaborar con ellos porque ahí sí vamos a competir.” Si usted entendió cuándo son aliados y cuándo no, ahora explíqueselo al elector antes de que llene su boleta.  ¿Cómo van a coordinarse los militantes de los partidos de un mismo municipio para hacer campaña juntos en unas candidaturas y ser oponentes en otras? Los organizadores de este esfuerzo debieron luchar por lograr la coalición total. Por lo visto, esta idea jamás se le ocurrió a nuestra elite política e intelectual. Ellos están ocupados armando discursos con grandes conceptos como la coalición del corazón. O algo así.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS