Ligia Urroz es escritora. Autora de cuentos, ensayos y novelas, hablamos de la publicación de su libro Somoza, una novela sobre el dictador Anastasio Somoza. Urroz, mediante el empleo de la auto ficción, narra las vivencias propias y de su familia durante la revolución sandinista. La cercanía de su padre con Somoza le permitió a Ligia Urroz conocer al dictador en la intimidad familiar. Conversamos sobre los ciclos autocráticos de América Latina, las persecuciones políticas en la Nicaragua contemporánea y las novelas de dictadores en nuestra región. A continuación, una versión editada de nuestra charla.

Pregunta.

¿Porqué esperó tantos años para escribir este libro?

Respuesta.

Yo creo que lo empecé a escribir desde la guerra (sin anotarlo). Un escritor no solo escribe cuando está redactando, sentado frente a la computadora o en la máquina de escribir. Un escritor empieza a escribir desde la mente, desde la memoria. Yo creo que desde entonces ya se estaban poniendo los cimientos de la novela. Pero definitivamente para poner las líneas en papel empecé hace unos 8 años y poco a poco fui llenando huecos de la memoria. Es un libro con vivencias tan duras y reveladoras, que al escribir ciertas partes lloraba. Mi mente lo tenía que asimilar y seguir escribiendo. Una psicóloga me dijo que todo lo que hay a partir de cierto capítulo es como si transcribiera diez años de terapia. Se lo mandé a varias editoriales en 2019 y Planeta dijo que lo quería, pero todo 2020 estuvo congelado el libro por la pandemia. Se retrasó y salió y a principios de este año pero la escritura de la novela llevó muchos años.

Pregunta.

Su libro también aparece en un año muy conveniente editorialmente por todo lo que sucede en la Nicaragua contemporánea, ¿no cree?

Respuesta.

Durísimo. El libro va de eso. El libro va de que 40 años después, seguimos los nicaragüenses con el mismo tema de la dictadura. Se ha replicado el ciclo del dolor, de la sangre, que los hermanos se siguen matando y no ha cambiado absolutamente nada en términos de libertades.

Pregunta.

Dice usted los nicaragüenses, pero al leerlo yo sentí que se refería a todos los latinoamericanos. No es una historia circunscrita a una región, sino remite a una experiencia histórica circular que recuerda novelas como El otoño del patriarca, El señor presidente, El recurso del método, Yo el Supremo. Yo suponía que esta literatura correspondía a otra época del desarrollo latinoamericano, pero usted y su libro me demuestran que sigue muy viva.

Respuesta.

Parece mentira, pero sigue. Decían que la última novela de dictadura latinoamericana era La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, pero creo que no. Las dictaduras siguen arraigadas en América Latina y hay que hablar de ello. Tenemos que alzar la voz y poner el dedo en la llaga.

Pregunta.

En términos de influencia literaria, ¿Usted se siente identificada con la novela latinoamericana de los dictadores?

Respuesta.

La verdad es que no me puedo comparar con esos gigantes de la literatura. Para mí representan grandes ejemplos y grandes maestros. Vargas Llosa, García Márquez y Miguel Ángel Asturias son todos premios Nobel. Creo que todos queremos hablar del dolor que implica una dictadura. Dolor para la población, la gente. Todo lo que tiene atrás el hecho de tener un dictador: violencia, exilio, pérdida de familiares. Despojos físicos, mentales, psicológicos, cuestiones muy graves. La pluma y la obra de los aludidos es monumental, yo nada más pongo mi granito de arena en esta tradición.

Pregunta.

¿Cuáles fueron las complejidades técnicas que enfrentó al escribir esta novela?

Respuesta.

No fueron complejidades ni problemas, pero lo que más tuve que trabajar fue rellenar huecos de mi memoria. Una parte de la novela está inspirada en el libro Death of Somoza, muy importante por la investigación periodística de lo acontecido. Yo novelé pasajes de ese libro y le puse giros, otros personajes. Mi libro es ficción, es una novela. Puse personajes de Nicaragua relacionados con el ambiente del asesinato del dictador. La segunda parte de mi novela, íntima presenta una diversidad de voces: Ligia niña, Ligia adulta y la voz omnisciente del narrador. Rellenar los huecos de la memoria entre Ligia niña y adulta fue más trabajo. Me basé mucho en un diario escrito por mi padre. “Este fin de semana estuvimos en Puerto Somoza con el general”, etcétera. A partir de ahí yo podía construir una suerte de relación epistolar o un diario personal también. Revisé mucho el libro Nicaragua traicionada, que es una conversación de Somoza con un periodista estadounidense. Se trata de una reconstrucción de la mentalidad del general, pero insisto no fue un problema sino un esfuerzo más fino.

Pregunta.

Me da la impresión que la diferencia más significativa entre su novela y las ya mencionadas sobre dictadores latinoamericanos es que su novela privilegia el plano íntimo sobre el político. Usted presenta la vida familiar de un dictador antes que su actividad represiva. En el plano personal lo pinta como un personaje hasta cálido en el trato con usted como niña, en la anécdota del chocolate que le regaló. ¿Cómo cambió su percepción de la Ligia niña que tenía una idea positiva de Somoza a la Ligia adulta que reconoce un dictador?

Respuesta

. Cuando me desprendo de la cercanía del general, me doy cuenta que soy otra. Cuando llego a México huyendo de la guerra civil yo ya soy otra, aunque tuviera once años. Cuando todos a mi alrededor lo tachaban de dictador, genocida y asesino me pregunto porqué toda esa gente piensa que es así. Ahí empieza la batalla entre lo que vi y lo que escucho. El trato de él con la gente del servicio en su casa era impresionante. Se ponía a bailar con las cocineras, señoras que le atendían en su casa. Una persona muy respetuosa y muy querida. Por ejemplo los ordenanzas militares, recibían un trato impecable de él. Entonces para mí era sorprendente que esa persona tan educada y amorosa me dijeran que era un asesino. Tuve que armar un rompecabezas y reconocer quién era realmente este personaje.

Pregunta.

Somoza era un ídolo popular, liberal al inicio y termina convertido en un dictador. Igual que Ortega. ¿Porqué siempre pasa eso en América Latina?

Respuesta.

Llegaron en circunstancias muy diferentes Ortega y Somoza. Somoza creía en la economía de mercado alineada con Estados Unidos. En la época en que yo viví en Nicaragua, era una economía abierta. Todas las tiendas eran de Estados Unidos. Como un poco Panamá. Se podía exportar e importar todo tipo de cosas. México era una economía completamente cerrada en ese tiempo, pero yo venía de un lugar de mercado abierto. En México el primer McDonalds causó furor, mientras que en Nicaragua ya estábamos acostumbrados. Pero Somoza sí venía de una familia de poder y empieza a reproducir esas prácticas y vicios. Cuando llega Ortega vuelve a hacer de Nicaragua una economía cerrada. Tiene una mentalidad comunista de admiración a Fidel Castro, llega de Cuba, ideología marxista. Cambia integralmente el destino económico de Nicaragua, pero efectivamente llegó a liberar Nicaragua de la dictadura de Somoza y luego Ortega mismo se impone como dictador y ya lleva décadas gobernando. Lo cual es increíble. Él mostró una cara que no tenía. Somoza mostró siempre la misma cara. Vengo de una familia de dictadores y voy a replicar la dictadura mientras me sigan votando masivamente en las elecciones. Siempre se supo que apoyaba una economía abierta y alineada con Estados Unidos. En cambio, con Daniel Ortega, llegó diciendo voy a quitar la dictadura pero se pone como dictador. Cambió y engañó al pueblo.

Pregunta.

Usted ha tratado al escritor Sergio Ramírez. Lo que sucede en Nicaragua debe ser aún más impactante para él que combatió del lado de Ortega y lo apoyó intelectualmente, para ahora ser perseguido por él. ¿Qué le transmite?

Respuesta.

Pobre Sergio, está… muy triste, profundamente conmovido. Llegó con una ideología para quitar la dictadura de Nicaragua y vio que su esfuerzo desembocó en otra. El tiene la mentalidad del socialismo europeo, no el comunismo latinoamericano. Es un hombre abierto y demócrata. Un gran ejemplo, un luchador incansable. Siempre ha luchado por los derechos de la gente en Nicaragua, que se viva mejor pero ahora lo anda persiguiendo su ex compañero de batalla. Lo quieren meter a la cárcel. Pero es un tremendo escritor, premio Cervantes…

Pregunta.

¿Ramírez ya leyó su libro?

Respuesta.

Sí… (risas). Mejor que lo comente él en su momento. Imagínate que triste. A Sergio lo meten preso del lado de Somoza, lo persiguió la dictadura. Y ahora lo quiere meter preso Daniel. Toda su vida perseguido.

Pregunta

. ¿Usted se siente exclusivamente parte de la literatura latinoamericana o se identifica con otra tradición en idiomas distintos?

Respuesta

. A mí me encanta la literatura universal. Bebí todo el boom latinoamericano a los 16 años. La obra completa de García Márquez, la de Cortázar, etc. Pero he procurado nutrirme de todas las corrientes y todas las épocas: Estados Unidos, Francia e Inglaterra me han influido en términos literarios también.

Pregunta

. ¿Cómo es que conoció a García Márquez siendo una niña del exilio en México si su familia llegó sin privilegios y relaciones?

Respuesta

. Mi abuelo que había sido cónsul general de Nicaragua en México dejó un departamento, un cascarón. Mandó todo su menaje a Estados Unidos cuando el presidente López Portillo le avisa que México rompe relaciones con Nicaragua. Mi familia llegó a ese departamento en la colonia Condesa donde lo único que no se llevó la mudanza, por suerte, eran las camas. Así iniciamos y vivimos sin dinero ni cuentas bancarias. Todo empezó de cero. Pensamos que volveríamos a Nicaragua cuando acabara la guerra y nunca acabó. Yo volví 30 años después. Yo conocí a don Gabriel por una anécdota muy chistosa. El que se queda a cargo de la embajada de Nicaragua en México era un revolucionario amigo de Gabriel García Márquez. Cuando nosotros llegamos a México tuvimos que ir a la embajada. Mi mamá tenía pasaporte diplomático, pero ya no era válido por la ruptura de relaciones. Se necesitaba un pasaporte normal, ordinario. Fue a pedirlo y tuvimos que hablar con el nuevo representante en la embajada. Al principio fue muy doloroso, porque nos trataban como si viniéramos de parte de Somoza y como si hubiéramos robado. Mi mamá volteó con esta persona y le dijo “yo de aquí no me voy porque soy ciudadana nicaragüense y necesito mi pasaporte. Usted me está calumniando. Si usted me prueba que tuve un vínculo económico, que robé o algo recibí del general Somoza, yo me voy. Y si no, usted me tiene que dar el pasaporte.” Se salió el personaje, mi mamá se quedó esperando hasta la noche y se regresó a su casa. Una semana después le hablan del consulado, regresa y esa persona le dice “aquí está su pasaporte, ya vimos que usted es persona de bien. No tiene ningún vínculo económico con el dictador. Perdóneme, me equivoqué.” Se volvieron muy amigos ella y él. Él conocía a don Gabriel y conforme esta amistad se fue consolidando, mi familia terminó por conocer a don Gabriel y me lo presentaron.

Pregunta

. ¿Qué sintió al regresar a Nicaragua, su patria, después de 3 décadas exiliada?

Respuesta

. Es como volver a sentir el abrazo de tu madre…

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