El reconocido historiador de la Universidad de Yale, Timothy Snyder , autor del célebre bestseller Sobre la tiranía, tiene un libro menos conocido, pero a mi juicio mucho mejor logrado que lleva por título El camino hacia la no libertad. Ahí, con la minuciosidad del historiador profesional, Snyder escribe “en 2014, en vista de que uno de sus vecinos, Ucrania, estaba aproximándose a la Unión Europea , Rusia invadió el país y se anexionó parte de su territorio. En 2015, Rusia había extendido una extraordinaria campaña de guerra cibernética más allá de Ucrania que llegaba a Europa y a Estados Unidos , con ayuda de muchos europeos y estadounidenses. En 2016, Gran Bretaña decidió en referéndum abandonar la Unión Europea, tal y como Moscú llevaba tiempo deseando, y los estadounidenses eligieron a Donald Trump como presidente, un resultado que los rusos contribuyeron a obtener.”

Uno pensaría que después de la publicación de las pruebas documentales del ánimo beligerante de Rusia contra las democracias occidentales, éstas adoptarían una postura uniforme frente a la amenaza de Putin . No es el caso. En Europa , solamente el Reino Unido, que ya no forma parte de la Unión Europea, ha decidido apoyar a Ucrania con claridad frente a la eventualidad de una nueva agresión rusa. Detrás de esta actitud está el deseo del primer ministro Boris Johnson de que una victoria internacional británica de cualquier tipo le permita activar el nacionalismo y remontar la caída de su popularidad en las encuestas. Por su parte, Alemania está dividida entre el pacifismo más o menos cobarde del partido verde que se rehúsa a vender armas a Ucrania , y la sospechosa complicidad del partido socialdemócrata con empresas rusas para la construcción del famoso gasoducto Nord Stream 2. Nada menos que el ex canciller socialdemócrata Gerard Schröder formó parte del comité de accionistas de la empresa, por lo que se ve improbable un posicionamiento firme del gobierno de Olaf Scholz contra Rusia. El temor de la clase política al desabasto o incremento de los precios del gas en Alemania durante el invierno también les impide plantarle cara a Putin. Francia , como siempre, quiere jugar en el terreno de la ambivalencia, aparentando una independencia que no tiene capacidad de respaldar militarmente. Macron además, teme las repercusiones que puedan derivarse de cualquier postura suya respecto a Ucrania en las elecciones presidenciales de este año.

Por su parte, Canadá ha ofrecido un préstamo exprés de 120 millones de dólares a Ucrania y capacitación técnica a sus fuerzas militares, así como, en función de lo que determine la OTAN , la posibilidad de cooperación militar directa mediante las tropas que mantiene estacionadas en Latvia. Adicionalmente, según ha filtrado la prensa canadiense, el gobierno de Trudeau evalúa la posibilidad de enviar arsenal defensivo contra ciberataques y tecnología de punta para compartir inteligencia. Australia también acaba de ofrecerle asistencia técnica para ciberseguridad a Ucrania. La pregunta clave es cuál sería la reacción de México si se detonara un conflicto con capacidad de desestabilizar el equilibrio europeo e incluso el sistema internacional en su conjunto. Si el choque de Rusia con Estados Unidos y sus aliados se intensificara, ¿qué demandarían estos países de México? El problema es que el debate sobre política exterior en la prensa mexicana se limita en nuestros días a la discusión sobre designaciones diplomáticas escandalosas. ¿Cuáles serían las repercusiones para la seguridad nacional mexicana si empieza una guerra en aquella región del mundo? Urge iniciar esta discusión. Por fortuna, los estrategas geopolíticos de nuestros partidos políticos ponen a nuestra disposición estadistas de la talla de Roberto Palazuelos para enriquecer la deliberación pública sobre el tema. Ya la hicimos.

Analista.

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