Xóchitl Gálvez mantiene su frescura, la novedad de su carácter disruptivo y una valentía notable para enfrentar la embestida del oficialismo. Simultáneamente, empieza a notarse cierta desorganización de su campaña. Durante años, numerosos consultores vendieron la idea en México de que las elecciones se ganaban con un buen discurso, o como ellos le llaman pomposamente “la narrativa”. Para una generación asombrada por la victoria electoral de Obama, parecía que un buen orador y un discurso conmovedor bastaban para ganar. Posteriormente, se sofisticó un poco el argumento y dijeron que Obama ganó por su inversión en redes sociales. Proliferaron los especialistas en “manejo de redes” que vendían un paquete publicitario para Facebook, Twitter, etc. Según esta tendencia promovida por entusiastas de la tecnología, las redes sociales eran el instrumento que garantizaría más poder a los ciudadanos. Era el mundo anterior a Cambridge Analytica y al descubrimiento del poder de los algoritmos para manipular las preferencias o difundir fake news. Se dijo que, en vista de la interlocución directa entre candidatos y electores mediante las redes, podría prescindirse de los partidos políticos. Es perceptible algo de esta ingenuidad en la campaña de Xóchitl. Su perfil de ingeniera exhibe un saludable interés por los temas de inteligencia artificial y las industrias (y empleos) del futuro. No obstante, también parece creer que la campaña puede saldarse con videos producidos por alta tecnología. Se dice una y otra vez que “es la candidata que los ciudadanos le impusieron a los partidos”, que su campaña “es ciudadana” y que no viene de la militancia. Nada más que la están postulando no uno, sino tres partidos políticos. Aún no sabemos si esos partidos aspiran a ganar la Presidencia o solo quieren utilizar a Xóchitl para mejorar sus números en el poder legislativo.
Hace 6 años José Antonio Meade enfrentó un dilema similar. Por una parte, era el candidato del PRI, pero se la pasó diciendo que él no era priista, supuestamente para ganarse la simpatía de los “ciudadanos.” La gran mayoría de los ciudadanos jamás salen a hacer campaña en favor de ningún candidato, mucho menos gratuitamente. Para eso se necesita militantes con experiencia en territorio y el incentivo de que su trabajo electoral se verá recompensado, cuando menos políticamente. Si usted descalifica a los militantes que recorren las colonias tocando puertas, resulta extraño esperar que apoyen sus aspiraciones. Si a usted lo postula un partido político y no cuenta con el respaldo de la militancia (que no es lo mismo que el de la dirigencia) difícilmente tendrá una campaña exitosa. A Xóchitl le urgen eventos que le acerquen con militantes, no nada más con dirigentes. ¿Cómo se van a coordinar los tres partidos en el trabajo territorial de apoyo a la candidata presidencial? Debería quedar claro quién se hará responsable de atraer votos en los diferentes estados donde gobierna Morena, o quién va a contestar los ataques oficialistas y defender a la candidata en los medios de comunicación. La asignación de responsabilidades precisas no es autoritarismo, sino una manera de exigir rendición de cuentas. En 2017, Amie Parnes y Jonathan Allen publicaron el libro Shattered: Inside Hillary Clinton´s Doomed Campaign, que presenta el recuento pormenorizado de la fallida campaña presidencial de Hillary Clinton. Estos reporteros cubrieron afanosamente a la candidata demócrata y no explicaron la derrota de Clinton por la ola global del populismo ni por factores económicos o sociales. La conclusión es que Clinton perdió la elección por la “horizontalidad de su campaña”, por la falta de responsabilidades claramente asignadas y una estructura jerárquica donde cada integrante estuviera obligado a rendir cuentas de aspectos específicos. Hillary prefirió rodearse de “ciudadanos notables”, expertos en redes y consultores de comunicación, todos ellos dueños de un ego enorme e indispuestos a rendirle cuentas a sus compañeros o a la candidata. Además, Clinton descartó completamente a los experimentados activistas de tierra de su partido. El resultado todo el planeta lo vivimos. ¿Cómo México no hay dos?