En política quien traiciona una vez, traiciona dos veces y hasta tres. No hay espacio para la duda. El gobierno federal encontró la fórmula para doblegar al dirigente nacional del PRI y lo seguirá haciendo. En vista del nutrido expediente judicial en su contra y los escándalos de corrupción que lo acompañan a todas partes, Alejandro Moreno hoy está de rodillas y a las órdenes de Palacio Nacional. Él y sus seguidores están dispuestos a cambiar de convicciones cada cinco minutos si así lo dispone la Presidencia de la República, siempre y cuando eso sirva para mantener el fuero. La conversión del PRI en un partido satélite inició cuando sus gobernadores aceptaron la imposición de Alejandro Moreno en la dirigencia desde Palacio Nacional, en lugar de respaldar al doctor José Narro. En el pecado llevaron la penitencia, extorsionados una vez por el centro, quedaron sometidos en lo sucesivo. Los gobernadores del PRI entregaron uno por uno todos los estados que encabezaban para evitar ir a prisión, y los más cínicos, para obtener una embajada o consulado. Se equivocan quienes creen que Alfredo del Mazo y Miguel Riquelme adoptarán una conducta distinta. El arresto de Jesús Murillo Karam fue un mensaje contundente para ambos. No hay alianza que sirva para ganar elecciones locales si los gobernadores temen perder su libertad. Van a cooperar y facilitarle la victoria a Morena. Pobres de los militantes priistas a quienes pondrán a trabajar inútilmente.
Así las cosas, ¿por qué el empeño del PAN en conservar la alianza? ¿Cuánto peso electoral puede aportar un PRI plenamente desacreditado ante la opinión pública? Su 18% de intención de voto es un mito de encuestadores que no se ha reflejado en ninguna elección de los últimos dos años. Resultaría más provechoso dejar morir al PRI e invitar a su militancia de oposición a sumarse al PAN. El PRI ya no gobernará ningún estado y su militancia ya está encontrando acomodo en Morena y MC. Se entiende, el PRD sin alianzas perdería el registro inmediatamente en la próxima elección y por eso se empeña en la sobrevivencia de Va por México, pero el PAN no. ¿Qué necesidad tiene de vivir a la espera de la siguiente puñalada por la espalda de Alejandro Moreno? La alianza servía, supuestamente, para evitar que el PRI le diera los votos de sus diputados a Morena. A final de cuentas, con todo y alianza, los diputados del PRI votarán en favor de Morena. Dicen algunos que se trata de conservar el bloque de contención en el senado. Ése ya existía antes de la alianza. Es momento de definiciones, los senadores del PRI que pertenezcan genuinamente a la oposición, votarán en contra de las iniciativas oficiales con o sin alianza.
Es entonces la hora del PAN, en tanto partido de oposición más grande del país. Le corresponde asumir la responsabilidad de representar el descontento, la insatisfacción de todos aquellos que no se sienten complacidos con el desempeño de este gobierno. La pregunta es si el PAN tiene la grandeza para hacerlo, si está a la altura del desafío que le plantea esta coyuntura crítica. Lo ideal hubiera sido ponerle un ultimátum al PRI en el momento que comenzó la difusión de audios escandalosos de Alejandro Moreno. “O cambian de dirigente o carguen solos con su desprestigio.” No se atrevieron a exigirlo. Ahora parecen estar esperando que la dirigencia priista los vuelva a humillar con un nuevo incumplimiento de compromisos. Si la presidencia del PAN no cree en su propia militancia, ¿cómo esperar que el electorado confíe en ella? Temen ir solos. Harían bien en recordar aquella frase atribuida a Gómez Morín “las ideas y lo valores del alma son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores.”
Analista político