Raudel Ávila

La izquierda australiana y China

04/08/2021 |02:04
Redacción El Universal
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Julia Gillard fue Primer Ministra de Australia entre 2010 y 2013. Militante de las juventudes del partido laborista desde sus años universitarios, originalmente protegida y miembro del gabinete del Primer Ministro Kevin Rudd, Gillard fue también Ministra de Educación y Ministra del Empleo en su país. Como no existe la política sin parricidio, el verdadero ascenso al poder de Gillard se produjo cuando decidió demostrar un criterio propio y romper con su mentor Kevin Rudd por la incompetencia y falta de resultados gubernamentales de éste. Lo desafió públicamente por el liderazgo del partido laborista y se convirtió ella misma en Primer Ministra. Solamente cuando evidenció su propia determinación e independencia, su partido y el electorado australiano le concedieron la credibilidad suficiente para conducir el país. Estamos hablando de una mujer de carácter firme, que nunca se casó ni tuvo hijos, sino que optó por vivir en unión libre con su pareja, dijeran lo que dijeran de ella en los medios de comunicación.

Llegué a su autobiografía titulada My Story, buscando las claves de la política exterior de Gillard frente a China, con quien Australia comparte historia y vecindario. Esperaba capítulos enteros dedicados a las fuerzas armadas australianas y sus servicios de inteligencia, al fortalecimiento de alianzas militares y comerciales. En efecto, el libro contiene una buena dosis de todo ello, pero me topé con una sorpresa muy instructiva y agradable. En la perspectiva de Gillard una guerra frontal de Australia con China es improbable, lo que es inminente y constante es una competencia feroz por la conquista de mercados y oportunidades en el siglo XXI, al que ella llama el siglo asiático. La propuesta de Gillard para competir con China es un gigantesco esfuerzo educativo, a lo que dedicó todo su trabajo de gobierno y la mayor parte de las páginas en su autobiografía.

Gillard propone una inversión trascendental en la educación maternal y temprana, previa a la escolarización, particularmente para los niños indígenas de los grupos originarios de Australia. También fijó un gran presupuesto para la creación de unidades de preescolar móvil. Es decir, jardines de niños ambulantes que cubrieran las zonas más apartadas de Australia. Ante la desaparición de los empleos tradicionales por la automatización y el avance tecnológico, Gillard impulsó decisivamente la formación técnica de personas con discapacidad. En educación superior instrumentó un plan para posicionar a las universidades australianas como las mejores de Asia, mediante un sistema de intercambios mutuamente benéficos con la educación superior japonesa. El diseño de Gillard propuso establecer dos tipos de universidades: las primeras dedicadas exclusivamente a la formación de estudiantes de alto nivel en licenciatura o maestría mediante el diseño de planes de estudio consensuados con el sector privado para garantizar la empleabilidad internacional de los egresados. El segundo grupo de universidades se consagraron a producir investigación de talla mundial en tres temas estratégicos para Australia: salud y medicina conectadas con los requerimientos del sistema de seguridad social australiano, ingeniería mineral (por los recursos naturales del país) y alta tecnología digital con énfasis en la seguridad cibernética de los sistemas estratégicos (defensa, banca, etcétera). Gillard se ufana, orgullosísima, de que la tecnología Wi Fi se inventó en Australia. Lo importante para Gillard era asegurar que los ciudadanos australianos se situaran entre los mejor preparados del continente para lidiar con las necesidades productivas del siglo XXI. “Nuestros vastos recursos naturales como el petróleo y los minerales se agotarán. La inteligencia y preparación de nuestros niños no. Más vale apostar a los recursos humanos” señala Gillard. Lástima que no todo el mundo quiera reconocer esto.

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