Entre los muchos atractivos de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara están, año con año, la presentación de textos políticos. En vista del gran poder de convocatoria ejercido por la Feria sobre vastísimas audiencias del mundo de habla hispana, las obras presentadas en la FIL consiguen una proyección superior a la ordinaria. En 2019 le tocó el turno a La batalla por la paz , unas memorias del expresidente colombiano Juan Manuel Santos sobre las negociaciones secretas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En una mesa moderada por Carmen Aristegui, Santos presentó su libro en compañía nada menos que de Rodrigo Londoño, mejor conocido como Timochenko , el último comandante en jefe de las FARC. Timochenko estuvo clasificado como terrorista por los gobiernos de Estados Unidos y Canadá. Él y Santos fueron enemigos mortales. El expresidente de Colombia describió así su relación "Durante muchos años, lo perseguí para matarlo y él lo mismo. Ahora cada vez que lo veo le pregunto por su hijo de cinco meses y él me pregunta por mi nieto de 18 meses. Es el cambio de la guerra a la paz." El expresidente colombiano añadió "antes los colombianos protestaban por las FARC y ahora por primera vez, como en cualquier democracia del mundo, protestan por la salud y el medioambiente."

Desde que Thomas Hobbes describió al Estado (el leviatán) como la única entidad que nos separa de la guerra permanente, garantizar la convivencia pacífica se convirtió en la primerísima responsabilidad de los políticos y los diplomáticos. En Guadalajara, Santos y Timochenko expusieron su compromiso con la reconciliación interna de su pueblo. Mientras los sectarios polarizan en aras de avanzar su propia causa, los estadistas buscan superar los obstáculos para lograr una convivencia social respetuosa de las diferencias. A pesar de la inmensa distancia ideológica que lo separaba de él, durante su intervención, el expresidente Santos elogió públicamente el papel de Hugo Chávez como mediador internacional en la pacificación colombiana. No supone ningún mérito reunirse a platicar con quienes piensan igual que uno. La disposición a escuchar las razones del oponente y cambiar de opinión frente a la evidencia es el distintivo de la política de alto nivel.

La política internacional no es una distracción de elites cosmopolitas, sino que se trata a la vez de un muestrario, laboratorio y escuela para quienes, dotados de curiosidad intelectual, busquen aprender de la experiencia de otros pueblos para beneficio del propio. “Todo lo sabemos entre todos” solía decir Alfonso Reyes , el mexicano universal por excelencia. Carlos Fuentes presumía con mucho orgullo que Juan Manuel Santos fue su alumno en Harvard. Ya se ve por qué, antes de la paz lograda por Santos y Timochenko , Colombia sufrió 53 años de guerra con 220 mil muertos y 6 millones de desplazados.

Se ha hablado mucho en tiempos recientes de la necesidad de que México retome su papel en América Latina. Nuestro país fue uno de los grandes ausentes en la mediación internacional del proceso de paz colombiano, a diferencia de la significativa contribución mexicana a la pacificación centroamericana en los decenios de 1980 y 1990. La alergia contra los libros experimentada por los dirigentes partidistas mexicanos hará imposible que lean La batalla por la paz , pero al menos deberían buscar un encuentro con Santos y Timochenko para aprender un poco de cómo trabajar con quienes piensan distinto . Incluso, se vale soñar, para considerar una tentativa de proceso de paz con las guerrillas todavía activas en México.

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