El concepto de poder blando (soft power) acuñado por el profesor Joseph Nye, de la Universidad de Harvard, se refiere a la capacidad de un estado para ejercer el poder a escala internacional por medios ideológicos o culturales. Durante años, en vista del limitado poder económico y militar de México, fuimos un país que desplegaba una presencia exitosa en la escena internacional mediante poder blando. México, esplendor de 30 siglos fue una magna exposición de arte mexicano en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York que sería recordada por décadas. El Premio Nobel de Literatura de Octavio Paz, los Premios Cervantes de José Emilio Pacheco o Fernando del Paso, el Premio Pritzker de Luis Barragán o el Premio Nobel de la Paz a Alfonso García Robles contribuyeron a fortalecer la imagen internacional de México. También, los reconocimientos a la cocina mexicana en el exterior produjeron un distintivo favorable al país. ¡Y qué decir de nuestros cineastas! Incluso las distinciones deportivas de figuras como Hugo Sánchez en España, los campeonatos mundiales de boxeo de Julio César Chávez, las medallas olímpicas para clavadistas o hasta la victoria de mexicanas en certámenes como Miss Universo contribuían al soft power mexicano y a posicionarlo como un actor internacional distinguido y distinguible. No vimos nada de eso este sexenio.

No es solo que la presencia deportiva, académica, científica y cultural de México disminuyó durante la administración que acaba de concluir, sino que los esfuerzos de diplomacia cultural se concentraron en otras cuestiones. Por ejemplo, el reclamo del penacho de Moctezuma. No hubo un esfuerzo por llevar la cultura mexicana al mundo, sino por encerrarla aquí. Y encerrar es empobrecer. Lo deseable sería que, como una opción de reposicionamiento en el escenario mundial, la nueva administración busque colocar las mejores producciones del país en el exterior. Uno supondría que tiene todo para ello, puesto que buena parte de la comunidad cultural entregó su voto y su respaldo incondicional al movimiento obradorista. No obstante, es evidente que han sido olímpicamente ignorados en los círculos de poder de la 4T. En cuanto a los deportistas, recordar la gestión de Ana Gabriela Guevara basta para que cualquier interesado en el medio deportivo se sienta descorazonado. Los resultados mexicanos en competencias internacionales casi no registraron logros sobresalientes, en gran medida por la falta de una política de estado a su favor.

En años recientes, escritoras como Valeria Luiselli (ganadora del American Book Award en 2018) y Cristina Rivera Garza (ganadora del Pulitzer en 2024) han demostrado que la cultura mexicana sigue gozando de una vitalidad notable. Es un desperdicio que no se conviertan en representantes y voces del país en el extranjero para contrarrestar la imagen de un estado fallido que proyecta México en razón de crisis de gobernabilidad tan serias como las de Sinaloa o Guerrero. Lo que la prensa internacional describe sobre esas regiones de México es el escenario de autoridades rebasadas por la delincuencia organizada. A la inversa, en el plano artístico, sabemos cuán cotizadas resultan las piezas y exposiciones de Gabriel Orozco o de Sebastián en todo el mundo. Lo más urgente, lo más apremiante, sería presentar éstas y otras obras en las principales ciudades de Estados Unidos y Canadá, de cara a la revisión del TMEC en 2026. Es preciso empezar a mejorar la impresión que México ha gestado en todos los círculos de poder de los principales socios comerciales. Sabemos que no se resolverán las crisis estructurales de México en lo inmediato. Por tanto, es necesario que otros factores contribuyan a moldear el retrato mexicano a los ojos norteamericanos. Solo así empezará a restaurarse la credibilidad de la República Mexicana como una nación seria.

Analista. @avila_raudel

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