William Lyon Mackenzie King era un hombre intratable, pedante, inseguro, acomplejado, mezquino, avaro, supersticioso, pésimo orador, adicto al trabajo. No era carismático ni popular, pero fue el más grande primer ministro canadiense del siglo XX. Aliado económico y militar estratégico de Churchill y Franklin Delano Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial, arregló las relaciones obrero-patronales de Canadá y reconcilió las provincias francófonas con las anglófonas. Él construyó el estado de bienestar canadiense con su magnífica red de hospitales públicos.

Justin Trudeau es diferente. Hijo del primer ministro Pierre Trudeau, creció rodeado de poder y dinero. Exitosísimo con las mujeres, simpático, llegó al poder investido de gran popularidad. Le fascina esquiar, el yoga, navegar en velero y boxear. Su aparente frivolidad sorprendió a los periodistas alemanes durante la Cumbre del G20 en Hamburgo. Trudeau exigía a los fotógrafos tomar su mejor ángulo. No es un gran orador, pero está genuinamente comprometido con las causas liberales.

Respalda el feminismo mediante un gabinete de mujeres con peso político real, logró la tasa de desempleo más baja en 40 años, legalizó la marihuana, amplió cobertura de seguridad social y alcanzó un crecimiento económico de 3.7% anual. En política exterior, Trudeau abrió las fronteras a refugiados, defiende al multilateralismo, impulsa el libre comercio y la cooperación internacional.

Según la revista Foreign Policy, el gobierno canadiense empezó a prepararse para enfrentar la pandemia desde enero.

Instaló la infraestructura de aplicación masiva de pruebas y detección de potenciales contagiados. No necesitó habilitar hospitales públicos, ya tenía cobertura universal. Jorge Rubio Escalona, mexicano en Canadá, me mandó el boletín de las medidas adoptadas por Trudeau. Estableció una prórroga de cuatro meses en el pago de impuestos, un fondo para garantizar el abasto de medicamentos de patente, un apoyo de dos mil dólares (canadienses) durante cuatro meses para desempleados, 300 dólares de apoyo a las familias por cada hijo y 100 millones de dólares para bancos de comida. A las empresas chicas se otorgarán créditos de hasta 40 mil dólares sin intereses. Habrá un subsidio de emergencia en PYMES e instituciones de beneficencia y el gobierno cubrirá el 75% de los salarios. Adicionalmente, 2 mil millones de dólares para comprar equipo de protección del personal sanitario y ventiladores. Otros 275 millones de dólares para investigadores que desarrollen potenciales vacunas y tratamientos al COVID 19. Al esfuerzo se han sumado parlamentarios de todos los partidos, quienes pusieron a disposición del público líneas telefónicas para ayudar a tramitar los apoyos gubernamentales sin salir de casa. “Ningún canadiense debe preocuparse por el pago de la renta o los alimentos durante este difícil momento” declaró Trudeau.

Entre todos los países del continente americano, el mejor preparado para lidiar con la crisis del coronavirus fue Canadá. No solamente por las cualidades de liderazgo de Trudeau, sino gracias a instituciones construidas a lo largo de la historia por gente como William Lyon Mackenzie King. “Todos estamos parados en los hombros de quienes vinieron antes de nosotros, esos canadienses que ayudaron a sacar adelante nuestro país en tiempos difíciles y tumultuosos” dijo Trudeau en un discurso bilingüe pronunciado en inglés y francés. Si usted visita la página del gobierno de Canadá, no hay una sola mención de Trudeau, solamente las ligas a los portales para tramitar todos los apoyos del gobierno. Los canadienses no confían su destino a un hombre providencial, sino a estructuras de servidores públicos profesionales. Una digna aspiración mexicana para el siglo XXI.

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