Los militantes de Morena suelen ofenderse cuando alguien les dice que empiezan a parecerse al viejo PRI. Tienen buenas razones para ello, el PRI fue la versión constructora e institucional del movimiento posrevolucionario. Morena todavía ni construye ni institucionaliza nada. En aras de una mayor precisión conceptual e historiográfica, habría que compararlos más bien con el PNR, el abuelito del PRI. Para documentar este parentesco, me puse a la tarea de releer las memorias de don Gonzalo N. Santos, en mi concepto el mejor libro de política mexicana jamás escrito y el único que habla con la verdad sobre nuestra vida pública. Van algunas citas de la primera edición del libro en Grijalbo en 1982. Sirvan éstas para documentar las similitudes con el discurso oficialista de la actualidad.
"Quiero decirles a ustedes, para que lo sepan, si es que lo ignoran, que yo soy bandido y los bandidos no nos vendemos, se vende la gente honrada como ustedes (p.82).” “Quiero que sepas que dejamos de ser amigos, y que nunca jamás te seguiré ni de aquí a la verja, jamás vuelvas a contar conmigo y todo eso que me has dicho de SUFRAGIO EFECTIVO, NO REELECCIÓN, en los tiempos que estamos viviendo es contradictorio y pendejo, pues a Carranza lo tumbamos con una revolución que él provocó, pero al fin y al cabo lo tumbamos con las armas… Aquí no hay más predisposición que no obedeciste las órdenes del caudillo, y te llevó la chingada, y a mí todavía no me ha llevado (p.262)”. “Me llamó el general Calles … y yo le contesté: “El que manda, manda, y si se equivoca vuelve a mandar (p.291)”. “¡Vamos perdonándole lo pendejo y alabando su cinismo! (p.401)”. “Constituido el colegio electoral en la Cámara de Diputados y una vez que quedamos como Congreso, se hizo el recuento de los votos electorales en la República y el pobre don Pepe Vasconcelos obtuvo una muy ridícula minoría.
Quiero decir que no es verdad que en la Cámara no se cuenten los votos del enemigo, por lo menos cuando yo fui jefe de las Cámaras, tenía cuidado de que se contaran minuciosamente todos y cada uno de los distritos, esto no quiere decir que los computáramos, pero necesitábamos medir y pesar la fuerza del enemigo para ver dónde apretábamos en caso necesario (p.443).” “Le dije al General Calles “o quitamos a don Pascual, o lo dejamos gobernar, pero la situación política, como está, es anárquica (p.459).” “Me inscribí en la Escuela de Ciencias Políticas y Sociales de Amberes en la que no aprendí nada de lo social y mucho menos de política, pues esa ciencia no se aprende estudiando… También asistía a conferencias, sobre todo a las que cada quince días venía a dar a Bruselas el mariscal Pétain, acompañado de su ayudante, el general brigadier Charles de Gaulle con quien desde entonces hice amistad, la que conservé hasta su muerte, siendo él gran Presidente de Francia (p.530).” “A vaciar el padrón y rellenar el cajoncito y a la hora de la votación, no me discriminen a los muertos, pues todos son ciudadanos y tienen derecho a votar (p.716)”. “Mi idea era que Alemán hablara con los puesteros y puesteras de los mercados, que nunca han tenido pelos en la lengua y personalmente pudiera captar si el verdadero pueblo estaba con nosotros o no estaba (p. 846).” “Me han dicho, señor gobernador –me dijo- que a usted le gustan mucho los gallos”. Yo le contesté: “Sí señor licenciado, pero más me gustan las gallinas y sobre todo las pollas.”
Eso se lo dije en francés, idioma que el muy culto y eminente licenciado Herrera y Lasso entendía, pero no hablaba. Antes de que se retirara el licenciado Herrera y Lasso le ofrecí toda clase de garantías y que las elecciones serían enteramente libres y cumplí mi oferta, solamente no le dije al eminente jurisperito potosino que las elecciones iban a ser enteramente libres, pero que el cómputo lo iba a hacer yo (p. 849).” Solo hay una cosa en la que los políticos de Morena no se parecen a los de la Revolución, pues, como estamos viendo en Culiacán, no existen las similitudes perfectas. Sirva una última cita del libro para ilustrarlo. “Un gobernante, si se precia de serlo, debe cuidar la vida, la tranquilidad y la seguridad de sus gobernados de ambas maneras, previniendo las desgracias a la gente honrada y castigando severamente a los malvados. Hay quien afirma que el castigo severo no inhibe el crimen, pero en San Luis vimos que sí, hasta se acaba (p.802).”