A Thomas Jefferson , estadista, filósofo y uno de los padres fundadores de Estados Unidos, se le atribuye la frase “todo hombre tiene dos patrias: la suya y Francia.” De ahí que los resultados de la primera vuelta de su elección presidencial tengan repercusiones más allá de sus fronteras y del espacio francófono. El aspecto que quiero destacar es la desintegración total de sus partidos políticos tradicionales, los republicanos del centro derecha y los socialistas del centro izquierda. En la primera vuelta de la elección, la candidata socialista Anne Hidalgo obtuvo apenas cerca del 2% del voto, mientras que Valérie Pécresse, la candidata republicana consiguió un poco más del 4%. En otras palabras, el bipartidismo tradicional de la Quinta República Francesa sumando sus votos no llegó ni al 7% de las preferencias electorales.
Hace unos meses escribí aquí un texto con la esperanza de que la candidatura de Anne Hidalgo creciera y reposicionara el centro izquierda en Francia, después de los desastrosos resultados del Partido Socialista en 2017. Me equivoqué rotundamente, como me hizo notar mi amigo Óscar Gastélum, quien siempre ha respaldado a Macron. Aunque mi pronóstico falló, sigo preocupado por varias cuestiones. Por una parte, la sustancial pérdida de apoyo del centro izquierda francés, en tanto que se fortaleció tremendamente la candidatura de la extrema izquierda representada por Jean-Luc Mélenchon, quien alcanzó un muy considerable 22%, a un punto de distancia del segundo lugar que consiguió la señora Marine Le Pen. Es decir que en Francia nada más crecieron electoralmente los partidos extremistas, la Francia Insumisa de Mélenchon, y los fascistas-putinistas de la Agrupación Nacional de la señora Le Pen, quien logró pasar a la segunda vuelta contra el presidente Macron.
La pérdida de apoyo del partido republicano (el centro derecha francés) no supone un golpe tan severo a ese segmento de opinión en tanto encuentra representación en la plataforma del presidente Macron. No obstante, la izquierda moderada, comprometida con los valores del liberalismo y la democracia se quedó huérfana. Ya muchos hablan de la desaparición total del partido socialista que alguna vez llevó a la presidencia a Mitterrand y la muerte de la socialdemocracia francesa. Esto importa más allá de Francia. Las izquierdas de los países latinos, en la actualidad intelectualmente insignificantes y provincianas, sea en España, Italia, Portugal o Iberoamérica nunca quisieron aprender inglés, mucho menos alemán. De modo que su único referente de corrientes socialdemócratas, verdaderamente modernas y no dictatoriales sería Francia. Imagine usted los estrechísimos horizontes intelectuales de las izquierdas de habla hispana para quienes sus referencias internacionales son Podemos, Hugo Chávez, Alberto Fernández o las poses narcisistas de Gabriel Boric en redes sociales. Puro clientelismo que lucra con la pobreza y destrucción de instituciones. Nada que ofrezca seriedad y profesionalismo técnico en el diseño de políticas públicas, genuinos resultados de gobierno o la construcción de un estado de bienestar necesario para el siglo XXI.
La desinstitucionalización de las contiendas electorales en Francia, evidenciada en más personalismo y menos partidos políticos, no augura nada positivo para la política en los países latinos. Los partidos políticos son los protagonistas institucionales de la democracia, uno de los diques más importantes contra el caudillismo personalista, en tanto que obligan a los candidatos a ceñirse a un programa y no a la arbitrariedad de sus caprichos. Ofrecen certidumbre al electorado y sustentabilidad al poder legislativo. Sin partidos fuertes se recrudecen las tentaciones autoritarias, cuando no dictatoriales. Esperemos que la segunda vuelta en Francia la gane Macron . No obstante, esta elección ya dejó malas noticias para los sistemas políticos democráticos.