Pocas cosas tan estimulantes como la aparición del nuevo libro de un autor que nos gusta. Es una expectativa de desafíos intelectuales, placeres lingüísticos e interrogantes nuevas para la reflexión cotidiana. Así ocurre con El liberalismo herido, la obra más reciente de José María Lassalle. El doctor José María Lassalle es académico, comentarista político, ha sido alto funcionario (fue secretario de cultura y de agenda digital del gobierno español) y, lo más importante en mi opinión, un escritor liberal y autor de libros perdurables como Contra el populismo y Ciberleviatán. En esta entrevista tuve la satisfacción de plantearle las inquietudes que me despertó El liberalismo herido.

Disfruté mucho éste libro, pero no me gustó su portada. ¿Por qué colocar una imagen de la estatua de la libertad derribada? ¿Cree usted que el liberalismo ya fue derrotado o todavía puede resurgir con más vigor?

-La verdad es que la imagen responde a un simbolismo de caída, que a mí me ha resultado muy sugerente. La antorcha de la libertad está caída pero puede levantarla quien quiera y pueda afrontar ese reto. Esa es la tarea del liberalismo en el siglo XXI y por tanto su proyecto de resignificación.

¿Cómo superar el estigma atribuido al liberalismo de ser la ideología de las clases dominantes, de hombres blancos, occidentales y ricos?

- Descubriendo que el liberalismo es básicamente un humanismo que invoca la centralidad innegociable de la dignidad de la persona. Aquí, en Europa, allá, en América, y en todas partes. Si fuéramos capaces los liberales de devolver a las ideas en las que creemos la constancia generosa y altruista, tolerante y virtuosa, empática y dialogante, que ha acompañado al liberalismo desde sus orígenes, entonces, se romperían los clichés que ha mencionado.

Usted escoge tres momentos históricos para ilustrar la crisis del liberalismo actual. Los ataques terroristas del once de septiembre de 2001, la crisis financiera del 2008 y la toma del capitolio estadounidense por unos vándalos el 6 de enero de este año. ¿Por qué esos momentos y no la victoria de Trump en 2016 o el Brexit? ¿Tiene que ver con el impacto de esos eventos sobre el desencanto de las clases medias con la democracia liberal?

- Porque las imágenes que menciono son una secuencia dentro de la que están, por supuesto, la victoria de Trump o el Brexit. En el fondo, avanzamos hacia una democracia autoritaria impulsados por la inercia que empuja esa secuencia. El origen de la misma está en el colapso emocional de unas clases medias que están rompiendo con la democracia y reclaman césares.

Usted introduce en el libro el concepto de ilustración oscura para referirse a las corrientes ideológicas neoconservadoras que acompañaron el gobierno de George Bush hijo y que desde entonces siguen minando los cimientos de las sociedades liberales.¿Por qué es tan importante el pensamiento de Leo Strauss para entender esta embestida antiliberal?

- La Ilustración oscura es un eslabón más de una cadena de acontecimientos ideológicos que comienzan con el movimiento neoconservador y la sentimentalización comunitarista que insufló en el tejido de las democracias occidentales. Los neoconservadores aprendieron con Leo Strauss. Este, con Carl Schmitt. Y hoy en día Peter Thiel se autoproclama como un straussiano libertario que Max Chafkin describe en "The Contrarian" como la encarnación de la voluntad de poder autoritaria que irradia Silicon Valley. La Ilustración oscura es un fenómeno tecnocrático que bebe de todo ello. Piensa que la técnica llevada hasta las últimas consecuencias es lo único que puede salvar a la humanidad. Por eso, si hay límites éticos o condicionantes políticos que pueden obstaculizar el avance de la técnica hay que eliminarlos bajo la dirección de un déspota que asuma el papel de un CEO que empresarialice nuestras democracias y las haga funcionar a golpe de eficiencia digital.

A pesar de que usted es un estudioso de la obra de John Locke (escribió su tesis doctoral sobre él), propone a Spinoza como el pensador clave para defender el liberalismo contemporáneo. ¿Por qué? ¿Tiene algo qué decirle Spinoza al mundo de la globalización y su cauda de desigualdades, el cambio climático, los populismos y la pandemia?

- Lo explico en el libro. Porque Spinoza pensó la libertad posible en un contexto de excepcionalidad parecido al que vivimos sin cuestionar la tolerancia y la libertad de pensamiento. Hoy necesitamos una libertad para entender qué nos está pasando. No, una libertad para actuar porque no sabemos qué hay que hacer. Por eso, creo, vivimos un momento-Spinoza: porque Locke nos explicó que hacer para avanzar y consolidar una modernidad incipiente y hoy necesitamos entender qué nos pasa bajo una posmodernidad en ebullición.

¿Es reconciliable y compatible el liberalismo clásico con las nuevas corrientes feministas y las políticas identitarias que nutren las luchas ideológicas actuales?

- El liberalismo es la respuesta porque nos ayuda a entender que la identidad vinculada a la dignidad humana es necesariamente plural porque propaga el derecho a la diferencia. Pero este derecho individual debe darse dentro de un marco de respeto colectivo a los demás que haga posible que la diferencia no impida el entendimiento de todos. Fijar el perímetro de la diferencia no es incompatible con establecer el marco que delimita lo común.

Algunos pensadores conservadores como el profesor Patrick J. Deneen en su libro Why Liberalism Failed (hay traducción al español, ¿Por qué ha fracasado el liberalismo?) afirman que uno de los problemas del liberalismo es su negativa a ofrecer una escala de valores morales para las sociedades contemporáneas. El liberalismo, insinúan, no tiene nada qué decir a las personas religiosas, a quienes disfrutan la vida comunitaria y familiar. ¿Debería el liberalismo proponer un marco para la vida familiar o comunitaria en la globalización?

- Precisamente Spinoza nos permite entender que la buena vida parte de respetar a los otros en su derecho a ella. Para que eso pueda suceder debe darse una escala de valores que contribuya a la paz social y la armonía entre los diferentes. El liberalismo no puede desgajarse de una ética pública que proscriba la enemistad que alimenta el odio y que impulse la amistad que favorece la tolerancia. Si la democracia, como decía Dewey, es una conversación, entonces hay que impedir que se imponga el ruido.

¿Puede el liberalismo vencer y superar a los populismos o debemos acostumbrarnos a convivir permanentemente con ellos?

-Puede vencerlos, pero llevará mucho tiempo. Por eso, hay que preparar al liberalismo para seguir impulsando una agenda de libertad dentro de un contexto de excepcionalidad.

¿Cómo lograr que el gradualismo y la serenidad liberales le resulten atractivos a las nuevas generaciones, que casi por definición son extremadamente pasionales en tanto han sido golpeadas por numerosas crisis del sistema liberal?

- .Los liberales han de ser más ejemplares que nunca y más coherentes con la defensa de un liberalismo que ha de ser básicamente humanista dentro de un contexto que tiende a ser inhumano. La fuerza de la educación y la pedagogía es más necesaria que nunca. Hay que pensar una paideia liberal como la que plantea Nussbaum.

¿Mantienen vigencia pensadores como Isaiah Berlin o Raymond Aron, liberales icónicos del siglo XX, en la deliberación pública de nuestro tiempo?

- Sin duda. Aron sigue vigente como un pensador comprometido con el valor de la verdad y el papel de la inteligencia en la política. Y Berlin, más aún, porque no esconde que la defensa del liberalismo es siempre frágil porque está expuesto a gestionar trágicamente las decisiones. Estos presupuestos y la tensión entre libertad positiva y negativa siguen estando en pie.

Usted retoma en este libro un tema que ya trató en su obra anterior, el Ciberleviatán y sus amenazas a la libertad humana. La necesidad de regular algoritmos y enfrentar el monopolio de los grandes gigantes digitales. Recientemente, Adrienne LaFrance llamó a Facebook “la más grande autocracia de la tierra” en un ensayo muy difundido de la revista The Atlantic. ¿Puede abundar un poco más sobre esto?

- Estoy absolutamente de acuerdo, aunque no me ceñiría a Facebook sino al acrónimo GAFAM. Lo explico en mi libro. Ejercen un poder aristocrático ya que disfrutan de una soberanía digital que no está controlada democráticamente. Son monopolios que administran a su antojo el flujo de los datos y los resortes algorítmicos que constituyen la estructura de la infoesfera. Han confirmado la tesis de Adam Smith cuando denunciaba que las corporaciones, si no son reguladas, querrán siempre sustituir a los Estados y convertirlos en compañías mercantiles. Circunstancia que no dudaba en describir como el peor de los gobiernos posibles.

Su libro constituye una fascinante exploración intelectual de los retos al liberalismo actual desde una perspectiva teórica. No obstante, usted tiene la inmensa ventaja de conocer la alta política desde dentro. Yo como lector, eché de menos una mirada práctica desde el mirador del político activo y militante que fue José María Lassalle. Usted se ha referido a la necesidad de resignificación de la democracia. ¿Es tema de su siguiente libro o podría ofrecernos algunas reflexiones concretas sobre las políticas públicas a instrumentar y las asignaturas que debe regular el liberalismo contemporáneo?

- Creo que en los capítulos que titulo "Momento Spinoza" y "Humanismo Tecnológico" ofrezco ese programa. Digamos que embrionariamente, pero hay, en mi opinión, un programa completo de acciones. Mi aportación por ahora al pensamiento liberal queda ahí. Tengo en la cabeza otras cosas. Ya estoy dándole vueltas y creo que girará alrededor de las nuevas polaridades políticas. La que existía entre la derecha y la izquierda alrededor de la libertad y la igualdad está disolviéndose. Ahora la confrontación viene dada por la manera que psicológica y conductualmente nos enfrentamos a la gestión de las catástrofes que se ciernen sobre la humanidad y que están ligadas a la crisis del Antropoceno. Unos niegan, se bunkerizan, culpan y dogmatizan. Otros afirmamos, colaboramos, nos responsabilizamos y somos críticos y heterodoxos. Dos estilos, dos polaridades para una época estructuralmente en crisis...

Muchas gracias por su tiempo.

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