Raudel Ávila

El señor Smith va a Washington y la oposición capitalina

Articulista Raudel Ávila. Foto: EL UNIVERSAL
08/11/2023 |02:02
Raudel Ávila
autor de OpiniónVer perfil

Considerada por muchos la mejor película de tema político jamás producida en Hollywood, Mr. Smith goes to Washington es un filme clásico sobre un senador novato en la capital estadounidense. La película empieza con la muerte de un senador veterano. Los jerarcas de su partido, a fin de evitar la convocatoria a una nueva elección, deciden colocar en su lugar un suplente ingenuo al que puedan manipular: el señor Jeff Smith. Al principio, Smith cumple a cabalidad el perfil que los jerarcas requieren. Es fácilmente impresionable, un provinciano idealista y admirador de Lincoln, un patriota increíblemente cursi que se deja deslumbrar por las mujeres, los trajes y oficinas nuevas. Cuando quiere presentar una iniciativa de ley propia, se da cuenta de la cantidad de obstáculos y trabas burocráticas, técnicas y jurídicas que debe sortear, empezando por la oposición de sus propios compañeros de partido. Solo entonces se da cuenta que, si desea construir una personalidad propia, debe asumir las riendas de su destino, rebelarse contra sus “mentores” y lanzarse a construir una base política personal en la opinión pública. O también puede guardar silencio, conformarse con las migajas que le arrojen los más poderosos y acomodarse en una posición en la “alta política.” Complacencia o rebeldía, no hay más. No le cuento el resto para que se anime a verla, pero cada vez que intento analizar a la oposición mexicana, me acuerdo de esa película.

Sigo sin ver la determinación y liderazgo de Xóchitl Gálvez en su propia campaña. No se impone ni a los patéticos personajes de la “sociedad civil” que la rodean (políticos desempleados y sin partido a la caza de una plurinominal), ni a los convencionalmente corruptos dirigentes partidistas que la postularon. No se observan líneas rectoras ni una definición precisa impuesta por la candidata a quienes la rodean. Se nota, eso sí, la improvisación interminable, el recurso al chistorete cada vez menos gracioso y una sucesión de lugares comunes ineficaces para lograr crecimiento en las encuestas. Pienso mucho en su frase cuando se postuló “ya me convencieron, no me vayan a dejar sola” y con preocupación, la veo rodeada de soledad o insignificancias políticas inertes. A estas alturas, eso ya es su responsabilidad por no alejar a los inútiles y allegarse a los más competentes. El caso de estudio esta semana debería ser la candidatura a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. Si hay una candidatura que podría y debería dar impulso a Gálvez es la de la jefatura de gobierno capitalino, dada la insatisfacción demostrada por el votante chilango contra Morena en 2021. No sé si Gálvez tiene voz o voto en su designación, pero sí sé que los aspirantes opositores para la ciudad son tan pequeños en las encuestas que la prensa solamente habla del pleito interno de Morena entre Brugada y García Harfuch. No conozco ningún analista serio que le conceda posibilidades reales a Taboada, Cuevas, López Rabadán, Rubalcava o cualquiera de ellos. ¿Qué planean los “estrategas” de Gálvez para que el candidato o candidata a la capital le ayude a levantar su votación aquí? A diferencia de la política nacional, donde Samuel García o Ebrard pueden dañar a Gálvez, en la capital Movimiento Ciudadano quiere tirar dinero a la basura con la inconsecuente candidatura de Salomón Chertorivsky, servidor público decoroso, pero candidato anticarismático e impopular. Hay que leer a los analistas cercanos a la oposición o ver sus canales en Youtube para percatarse de algo alarmante. Hay opositores empeñados en satanizar, condenar, criticar, pontificar, lamentar y hasta lloriquear contra López Obrador. Lo que no encuentro por ningún lado es figuras con la frialdad, inteligencia y el empeño firme de vencerlo electoralmente. Políticos con hambre de victoria y la cabeza lo bastante fría para pensar los mecanismos conducentes a derrotar a Morena. No es lo mismo atacar, golpear o insultar que ganar elecciones. Tener que explicarlo es la evidencia más contundente de la crisis opositora.

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