Anthony King

, distinguidísimo profesor de la Universidad de Essex y miembro de la British Academy, así como de la Royal Society of Arts, iniciaba sus cursos sobre la constitución británica con esta explicación. “Mientras que la constitución estadounidense tuvo como propósito la división de poderes y el establecimiento de contrapesos, el objetivo de la constitución británica ha sido siempre accountability (la rendición de cuentas). Vale decir, delimitar con claridad las responsabilidades por las cuales deben entregar resultados a la corona los servidores públicos. Rendición de cuentas y resultados son las palabras claves.”

La semana pasada, en un hecho sin precedentes en la historia del Reino Unido, la policía multó al Primer Ministro Boris Johnson por haber infringido la ley al romper la normatividad del confinamiento durante la pandemia del coronavirus. Johnson organizó una fiesta (cuando su propio gobierno las había prohibido) con motivo de su cumpleaños en la residencia oficial del Primer Ministro. En los videos de lo que ya se conoce como el “partygate” Johnson bebió, bailó y posteriormente le mintió al Parlamento al negar lo acontecido. Mucha gente ha manifestado su indignación pues ellos, para cumplir las normas del confinamiento impuestas por el gobierno de Johnson, no pudieron visitar a sus familiares en los hospitales antes de que murieran.

No solo nunca había sucedido que un primer ministro en funciones fuera encontrado culpable de violar la ley, sino que una vez sancionado, Johnson ha optado por quedarse en el poder como si nada hubiera ocurrido. El encabezado en la portada del diario The Guardian resumía la situación “Primer ministro: rompí mi propia ley, pero me niego a irme”. Keir Starmer, líder del partido laborista, la principal fuerza opositora, exigió la salida del primer ministro. Pretextando la necesidad de no desestabilizar al gobierno del Reino Unido mientras dure la guerra en Ucrania , el partido conservador (supuestamente el partido de la ley y el orden) al que pertenece Johnson se ha rehusado a la moción de censura o desconfianza contra su administración.

Infringir la ley es actividad predilecta del folklore latinoamericano. Apenas hace poco el primer mandatario mexicano soltó una frase que lo acerca con Johnson “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley.” Lo mismo en América Latina que en España, Italia, Portugal y a veces Francia, el cumplimiento de las leyes no es lo nuestro. Por eso tantos golpes de estado, revoluciones, cuartelazos, inestabilidad y miseria económica. No obstante, lo que hizo diferentes a los países de habla inglesa fue la construcción de estados constitucionalistas donde la ley no es a contentillo y existen tribunales verdaderamente independientes. Gracias a ello, llegaron las inversiones y los ahorros de todas partes del mundo a sus instituciones bancarias, pues la certidumbre jurídica para los capitales permitió el desarrollo económico, industrial, científico y tecnológico. No en balde la lingua franca del planeta es el inglés y por eso el Reino Unido era la zona más civilizada y libre del mundo. El profesor King lo subrayaba en su libro “a diferencia de otros países donde los jueces de la Suprema Corte gozan de un protagonismo mediático excesivo a la medida de su egocentrismo, los jueces británicos mantenían un perfil discreto que permitía la no politización y mejor administración de las cuestiones judiciales.”

Boris Johnson no solamente infringió la ley, tampoco rinde cuentas sobre su conducta y no asume ninguna responsabilidad de su cargo. Mala señal de los tiempos que el populismo destruya la más importante de las certezas: la jurídica. Rendición de cuentas y resultados son las palabras claves, como decía el finado profesor Anthony King.

Analista

Google News

TEMAS RELACIONADOS