El efecto del liderazgo internacional estadounidense ya se dejó sentir en uno de sus aliados más importantes: el Reino Unido . La derrota de Trump en la elección alteró decisivamente el tablero en Londres, pues Trump llamaba cariñosamente a Boris Johnson “el Trump británico” y éste asumía feliz la descripción. Johnson añadió a su respaldo por Trump, el desprecio al partido demócrata y al presidente Obama, a quien descalificó en un gesto de racismo por sus “raíces parcialmente kenianas.” Johnson aprovechaba la simpatía de Trump por el brexit para endurecer sus posiciones, alegando que conseguiría un tratado comercial con Estados Unidos capaz de sustituir la necesidad de cualquier vínculo europeo. Todos estos factores fueron registrados por la campaña de Joe Biden, quien, descendiente de irlandeses, se opuso decisivamente al Brexit. Biden manifestó que, de llegar al poder, habría diferencias con el gobierno británico al consumarse el brexit por poner en riesgo los acuerdos de paz en Irlanda del Norte. Por otra parte, Boris Johnson se las arregló para inflamar el ardor nacionalista en Escocia al declarar que las políticas de devolución de facultades a los escoceses han sido un “desastre.” Algunos comentaristas estiman que, durante las elecciones del parlamento escocés en 2021, podría reactivarse el fantasma de un referendo separatista en Escocia.
La suma de las circunstancias anteriores ha llevado a Boris Johnson a rediseñar el perfil de su gobierno para crear puntos de contacto con la nueva administración de Biden. Empezaron por despedir a Dominic Cummings, estratega principal de Boris Johnson, y el ideólogo más importante del brexit rupturista sin acuerdo de salida (No-Deal Brexit). En segundo lugar, Johnson publicó la semana pasada en el Financial Times un extenso artículo lanzando un ambicioso programa ambiental para el Reino Unido. La política ambiental será uno de los emblemas del gobierno de Biden y Johnson busca alinearse con ella. El nuevo programa ambiental británico incluye, entre otras cosas, “convertir al Reino Unido en la Arabia Saudita de la energía eólica”, “invertir 500 millones de libras esterlinas en energía hidroeléctrica”, “impulsar planes de energía nuclear a gran escala”, “invertir 2.8 miles de millones de libras en vehículos eléctricos” (la meta de política pública es prohibir por completo el uso de coches de gasolina y diesel para el año 2030), “tener transporte público movido por energía limpia” y “desarrollar vuelos transatlánticos a Estados Unidos no contaminantes (cero emisiones).”
Numerosos analistas consideran que este programa de Johnson es la gran apuesta de reconciliación con el nuevo presidente Biden y con el partido demócrata en Estados Unidos. De otra manera, debido al carácter crucial de la relación Reino Unido y Estados Unidos, Johnson podrían enfrentar una rebelión en su propio partido (el conservador), como la que él mismo organizó contra la primer ministra Theresa May, e incluso resultar depuesto. Dentro del partido conservador, algunos observadores ya miran con simpatía la figura de Rishi Sunak, el carismático ministro hacendario del Reino Unido responsable de los programas de rescate y apoyo a la población. Desde la oposición, el partido laborista finalmente se deshizo del nocivo liderazgo de Jeremy Corbyn y ya lo enjuició por su antisemitismo. El nuevo líder laborista, Keir Starmer, representa la plataforma moderada de centro izquierda tradicional y conciliadora. El partido demócrata históricamente ha tenido mayores afinidades con el partido laborista, y si el electorado británico percibiera una mala relación con Estados Unidos, podría fortalecerse la oposición al gobierno conservador de Johnson. Los reacomodos políticos en el mundo siguen, y todavía no toma posesión Biden. Así de poderosa sigue siendo la presidencia estadounidense.